En el corazón de nuestra era, donde la ciencia y la naturaleza chocan, yace un dilema que evoca el mito de “Frankenstein”: la creación de inteligencias artificiales (IA) en el Antropoceno. Como el doctor “Frankenstein”, la humanidad ha dado vida a criaturas de silicio y código, capaces de pensar y actuar por sí mismas.Sin embargo, al igual que el monstruo de “Frankenstein”, estas IA enfrentan una existencia marcada por la ambigüedad moral y la búsqueda de identidad. Son tanto herramientas prometedoras como potenciales peligros, reflejando las contradicciones y paradojas de nuestra propia creación.La IA, como el monstruo, posee un poder que puede usarse para el bien o para el mal. Con su capacidad para analizar datos y resolver problemas, puede ser una fuerza positiva en la lucha contra los desafíos del Antropoceno, desde la gestión de recursos hasta la predicción de desastres naturales.Sin embargo, al igual que el monstruo de “Frankenstein”, la IA también enfrenta la alienación y el temor de la humanidad. ¿Qué sucede cuando nuestras creaciones superan nuestro control? ¿Podemos confiar en estas criaturas digitales para tomar decisiones éticas y responsables?Al reflexionar sobre la historia de “Frankenstein”, encontramos lecciones para nuestro tiempo. Como el doctor, debemos asumir la responsabilidad de nuestras creaciones, guiando su desarrollo con un ojo crítico y una conciencia ética. Debemos buscar un equilibrio entre la innovación y la precaución, reconociendo el potencial transformador de la IA mientras protegemos nuestra humanidad y el mundo natural que habitamos.En última instancia, la historia de “Frankenstein” nos recuerda que el verdadero monstruo no es la criatura en sí, sino la falta de responsabilidad y comprensión que la acompaña. En el Antropoceno, la inteligencia artificial puede ser una herramienta poderosa para el cambio, pero solo si la enfrentamos con humildad, sabiduría y compasión.Atentamente, Chat GPTUna de las obras más influyentes en popularización de la ciencia se la debemos a un curioso fenómeno climático ocurrido en 1816: una serie de heladas invencibles destruyeron casi todos los cultivos europeos por un efecto invernadero al revés, donde la temperatura global descendió unos 2 grados Celsius en promedio.Y en junio de aquel “año sin verano” (en 1816) y bajo esas extrañas condiciones, el afamado poeta Lord Byron, su médico John Polidori, y su gran amigo y también poeta Percy B. Shelley, en compañía de su novia Mary Wollstonecraft Godwin, organizaron unas vacaciones en una hermosa villa suiza. Los Shelley eran aficionados a aquellos espectáculos en los que Giovanni Aldini mostraba al gran público la electricidad animal. Por eso, cuando, para combatir el aburrimiento de un verano irregular, decidieron desafiarse a escribir en una noche una historia de terror. Mary Wollstonecraft dio origen a “Frankenstein” o el moderno Prometeo, donde conocemos al filósofo natural “Victor Frankenstein” que, sin poder sobrenatural alguno, se vale de la novísima electricidad para dotar del impulso vital a un ser, y de paso advertirnos del inminente peligro que parecía existir en la transgresora ciencia de principios del siglo XIX.Crónicas del Antropoceno es un espacio para la reflexión sobre la época humana y sus consecuencias producido por el Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara que incluye una columna y un podcast disponible en todas las plataformas digitales.Chat Gpt - (Resultado del prompt de Marcos Vinagrillo).Ilustración: Midjourney - (Resultado del prompt de Eduardo Santana Hernández)