El dolor no es indiferente a la infancia. Hay miedos, angustias e incertidumbres que deciden hacer del alma su hogar. ¿Cómo se enfrentan esos dolores cuando apenas comienzas a explorar y encarar la vida? Para el escritor y periodista italiano Andrea Bajani el primer paso es reconocer que el dolor también atrapa a la infancia, que también hay una convivencia, casi siempre muda, que puede extenderse y sobrevivir hasta el último aliento.Este tipo de inquietudes llevaron a Andrea a escribir “Un bien al mundo”, su primera novela en llegar a México a través de Elefanta, narrativa autobiográfica en la que vierte esas memorias y emociones entorno al miedo, el sufrimiento y el dolor: “esto surge tal vez del hecho de volver a pensar en la relación entre dolor e infancia, pensando que el dolor no es un problema, que cuando un niño cuando por primera vez logra ver su propio dolor, logra tener una especie de súper poder”.Andrea Bajani señala que esta idea de establecer un diálogo con el dolor mismo permite desarrollar una sensibilidad especial para entender el dolor ajeno y ser la punta de lanza para establecer un contacto más cercano con los demás.“En lo personal, de mi infancia yo recuerdo muchas cosas y entre ellas el miedo, por muchos años pensé que ese miedo me volvía una víctima, pero descubrir que ese miedo podía ser para mí un recurso fue el comienzo de esta historia que es la paradoja de escribir una historia de felicidad que tiene como protagonista el dolor”.El escritor añade que abordar y explorar detenidamente el dolor también tiene una perspectiva ideológica en la que sigue siendo un tabú que un niño puede sufrir como también lo hacen los adultos, adolescentes, ancianos o cualquier persona en cualquier etapa de la vida.¿Qué pasa con los dolores de la infancia de la actualidad? ¿Nacen nuevos sufrimientos en sociedades que cada vez dejan en el desamparo a niños que ven morir a sus padres a casa de la violencia como en MéxicoAndrea Bajani puntualiza que es complicado para él exponer una respuesta de una realidad en la que no ha estado inmerso, sin embargo, reconoce la responsabilidad que una sociedad tiene para tratar los dolores que la aquejan y la desmoronan diariamente.