Todos los cementerios tienen de fondo historias de miedo y el Panteón de Belén no está libre de leyendas terroríficas que circulan en el imaginario de los habitantes de Guadalajara, pues se trata de uno de esos sitios muy cercanos a la muerte en esta ciudad. Como es común, los huéspedes del histórico recinto funeral tienen cada uno su propia historia, una que es digna de ser recordada en el marco de las celebraciones por el Día de Muertos.El Panteón de Santa Paula, su nombre original, estuvo activo por 50 años, del periodo de 1846 a 1896. Fue diseñado por Manuel Gómez Ibarra, y entró en funcionamiento con la llegada del romanticismo literario a México, esa corriente con preferencia por las historias lúgubres, en ocasiones relacionadas con lo sobrenatural y el terror. Por eso y desde que abriera las puertas, los habitantes de la capital del Estado de Jalisco no han perdido el tiempo en divulgar una gran cantidad de leyendas sobre el cementerio, las cuales toman importancia sobre todo en estos días.Es una de las más conocidas y de las más visitadas, la tumba del niño Ignacio Torres Altamirano. La historia cuenta que Nacho o Nachito sufría por su miedo a la oscuridad. No importa cuánto lo intentaba su madre, era imposible acallar su llanto. Para que durmiera tranquilo, los padres colocaban todas las noches antorchas para iluminar su habitación, pero una noche aciaga el viento las apagó. Con sus padres fuera de casa, el niño lloró y lloró hasta morir, se cree que de un infarto.La historia sobrenatural empieza allí: al día siguiente de ser inhumado en el Panteón de Santa Paula, el ataúd amaneció fuera de la tierra. El personal del panteón culpó a saqueadores de tumbas y volvieron a enterrar el féretro. Lo mismo ocurrió al día siguiente, en el cementerio se encontraron otra vez con el ataúd fuera de la tierra. Con la idea de que eran profanadores de tumbas buscando objetos valiosos, los trabajadores del panteón enterraron una vez más al niño. Pero sucedió de nuevo. Y de nuevo.Cuando la madre de Nachito lo supo, de inmediato comentó a todos sobre el miedo a la oscuridad del niño: incluso después de muerto le aterraba al estar bajo tierra. La solución de los padres fue construir un ataúd externo con cemento y piedra para que ahí descansara su único hijo.Las ofrendas que hasta el día de hoy reposan sobre la tumba son todo tipo de juguetes, muñecos, pelotas y carritos. La apariencia del féretro combina con esos juguetes, pues luce como una pequeña locomotora rodeada por cuatro torres en las que colocaban antorchas para iluminar la tumba.Otra leyenda muy popular del Panteón de Belén cuenta una historia macabra sobre uno de los árboles que se ubican cerca de una esquina del terreno. Se dice que este árbol es la tumba de un vampiro que aterró a la sociedad tapatía a mediados del siglo XIX.Al amanecer, los habitantes de la vieja Guadalajara se percataron de que en las calles aparecían animales muertos: a los pocos días encontraron cadáveres de personas. En todos los casos las víctimas mostraban un par de orificios en su cuello. Estos sucesos avivaron la psicosis colectiva, nadie salía tras ocultarse el sol y se sospechaba que existiera un vampiro entre los ciudadanos.Las referencias literarias sobre estos seres de obscuridad provenían de Europa, por lo que la opinión pública culpó a un tal Conde de Baldón, un europeo recién llegado a la capital: alto, de apariencia elegante y que solo transitaba por la noche.Una turba iracunda lo atacó y con machete en mano cortaron un trozo de un árbol cercano del lugar donde dieron con él: afilaron la madera y la emplearon como estaca para clavarla en el corazón del supuesto vampiro. Para acabar con su presencia maligna lo llevaron a enterrar al Panteón de Belén: se dice que de la estaca creció el árbol que ahora se encuentra en el lugar.El árbol maduró y su tronco tomó una forma rectangular: la leyenda se complementa con la idea de que dentro del tronco está el féretro donde pusieron el cadáver. El imaginario de los vampiros establece que cuando se quita la estaca del corazón del vampiro, este puede volver a la vida.¿Qué pasará cuando caiga el árbol? La leyenda dice que al morir, todo vampiro amenaza que cuando vuelva a la vida se vengará de los descendientes de las personas que le hicieron daño. Si el árbol cae pronto, quizá sea momento de buscar entre los ancestros para averiguar si alguno de nuestros antepasados participó en aquel evento, por si las dudas. En las gavetas, uno de los epitafios más detallados es el del joven doctor José Castro, muerto a sus 29 años.En la imagen se ve a la madre doliente acompañada por dos personajes simbólicos y un sauce llorón que rodean a un cenotafio en honor al muchacho.Cuando murió el doctor, sus pacientes acudieron al cementerio, pero no solo al momento del entierro para celebrar las exequias de rigor.Días, semanas, meses y años después de su deceso, la tumba continuó recibiendo a los antiguos pacientes que acudían a una "consulta" desde el más allá.¿Sufre alguna dolencia? Tal vez el doctor Castro tiene el diagnóstico correcto.En la actualidad aún hay ofrendas de gente que visita a José con la esperanza de encontrar una cura a sus sufrimientos.A unos pasos de allí se encuentran las llamadas "gavetas de la suerte". Desde la muerte de las dos personas que yacen ahí, sus nichos han recibido no solo a enfermos, sino la gente en general que busca de su intercesión. Los cadáveres que se guardan en ese lugar son una pareja de esposos de origen extranjero.Sus nombres fueron Joseph Johnson y Jean Young, de Escocia. Llegaron a Guadalajara en una época en donde la ciudad pasaba por malos momentos: el hambre azotaba a un gran sector de la sociedad. Luego de presenciar un episodio en el que vieron a varias personas corretear a un perro para matarlo y comérselo (nada que ver con puestos de tacos actuales) este par de escoceses decidieron ayudar a los necesitados con comida y prendas.Desde entonces se caracterizaron por su filantropía y apoyo desinteresado hacia quien les pidiera su apoyo. El marido murió primero, enfermo de cólera; cuatro meses después se le unió su esposa. Como era de esperarse, una vez fallecidos recibieron las honras fúnebres con la simpatía de la sociedad, y al igual que con el doctor Castro -otro morador del panteón-, muchos continuaron solicitando su socorro aun después de muertos.Hoy en día su espacio recibe cartas y demás ofrendas con las que la gente solicita sus servicios: en el lugar hay pulseras, rosarios, cajas de medicinas, velas, estampitas y tarjetas de crédito. Incluso hay un ramo de novia.En la misma zona de las gavetas hay otro extranjero cuya procedencia lo liga a eventos sobrenaturales, al ser oriundo del tristemente célebre poblado de Salem.Más allá de las múltiples historias que se cuentan sobre las tumbas y los cadáveres en el Panteón de Belén, el lugar es digno de visitarse por su arquitectura e historia. En el centro del cementerio está el mausoleo, con una cúpula similar a las torres de catedral. En el interior está la capilla donde se oficiaba la misa de cuerpo presente. En la parte inferior se encuentran las catacumbas, que fueron el lugar donde se inhumaron en un principio a los hombres ilustres de Jalisco, ahora trasladados a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, en el Centro de la ciudad.Al mausoleo se puede subir por tres escaleras. Su existencia no solo es un elemento de diseño, ya que la escalera denominada del "reino del padre" es la frontal, mientras que la del "reino del hijo" es la lateral a la derecha, y la del "reino del espíritu santo" a la izquierda.El histórico Panteón de Belén se localiza en la Calle Belén #684, en la colonia El Retiro, de Guadalajara.En la mayoría de los puestos de periódicos del Centro Histórico, los paseantes pueden comprar libros en los que se cuentan las diferentes leyendas del Panteón, así como un poco de la historia del lugar. Entre los títulos destacan "Panteones de Belén y Mezquitán", "El Panteón de Belén y otras historias extraordinarias" y "Sucesos y sucedidos del Panteón de Belen".OF