Cada palabra que António Lobo Antunes plasma sobre el papel viene casi siempre cargada con un elemento tanto de genialidad como de melancolía. El nacido en Lisboa en 1942 es un escritor compulsivo, pero al mismo tiempo colecciona frases mordaces de colegas suyos. Bromista e inseparable del cigarrillo, ríe con alguna anécdota pero se confiesa perplejo ante la realidad actual. Un hombre al que otros no pueden entender sin haberlo leído y que no se entiende a sí mismo si no tiene una pluma a la mano.Leyenda en su país, es ganador del Premio Camões de Literatura Portuguesa en 2007 y la Orden de las Letras y las Artes francesa de 2008. Y vaya que ese año fue especial para el autor, ya que fue el mismo en que ganó el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances en 2008.No son únicamente los premios los que están labrando su leyenda. Apacible y de un carácter complejo a simple vista, pocos adivinarían que el hombre que hoy defiende el texto alguna vez fue un hombre de armas. Entre 1970 y el 73 participó en la guerra colonial que Portugal sostuvo en Angola, una experiencia bélica que terminaría por permear su literatura y a la que afirma fue obligado y sin ideología.No volvió siendo el mismo, aunque sí con un valor probado bajo el fuego. Eso sí, ha llegado a confesar sin pudor que jamás lee lo que escribe y no es muy fan de las traducciones de cualquier obra literaria, ya que considera que en el camino el espíritu de la palabra (incluyendo las suyas), se va diluyendo poco a poco.Autor de obras clave en el mundo de la literatura iberoamericana como “¿Qué caballos son aquellos que hacen sombra en el mar?” y “El Archipiélago del insomnio”, alguna vez dijo en entrevista con “El País” que lo único que esperaba de sus textos es que se convirtieran en buena compañía de aquellos que los leían.“Sólo escribo libros -anota-, me gustaría que cambiaran el mundo, pero no van a cambiar nada. Aunque tal vez sean una compañía, un placer para algunas gentes. Yo sólo soy un chico que escribe libros y espero morir con la misma inocencia. Al fin y al cabo, somos muy inocentes”. Inocente y curiosamente, poco dado a sentirse halagado por los galardones. De hecho, le confesó al diario argentino “El Clarín” que “he tenido premios sin pensar en ninguno. Y a mis escritores preferidos como Tolstoi o Conrad nunca se los dieron”. Habrá quien piense, sin embargo, que falta todavía mucho por reconocerle a Lobo Antunes.El creador de “Mi nombre es legión” y “¿Qué haré cuando todo arde?” ha ejercido su talento al servicio de la novela y la crónica principalmente, aunque reconoce que jamás ha podido con la poesía. “Me hubiera gustado ser poeta, pero no tengo talento. Intenté hacer poesía como todos los adolescentes ¡pero era tan mala! Así que lo he intentado a mi manera”.A sus 76 años, el autor afirma que se sentía joven hasta que se dio cuenta que tenía nietos (con los que, por otro lado, acepta que se divierte mucho) y no vislumbra el momento en que dejará de escribir, aunque sabe que eventualmente llegará. “Hay tanto por escribir. De cualquier forma quedará interrumpido en algún momento. Definitivamente interrumpido”.Por ahora, solamente queda disfrutar cada palabra que nos regale el hombre quien se dice salvado por la palabra. SIGUE LAS ÚLTIMAS NOTICIAS DE LA FIL 2018