Neurociencia demuestra que víctimas de violación se quedan "congeladas"
Un estudio brinda evidencia científica de que el miedo efectivamente paraliza
En una violación o agresión sexual, el miedo y la amenaza pueden hacer que las víctimas queden atenazadas y sean físicamente incapaces de responder al ataque, indicaron pruebas neurocientíficas en un estudio del University College de Londres (UCL).
Toda agresión sexual puede tener consecuencias devastadoras tanto para las personas como para la sociedad.
Ante los resultados obtenidos, los investigadores instan a que las leyes tengan en cuenta estas pruebas neurocientíficas que sugieren que en una violación o ataque sexual, el miedo y la amenaza pueden hacer que las víctimas queden atenazadas y sean físicamente incapaces de responder al asalto.
El estudio, publicado este lunes en la revista Nature Human Behaviour, fue llevado a cabo por el profesor Patrick Haggard y Ebani Dhawan, exestudiante del UCL.
Se cree que el 30% de las mujeres sufren agresiones sexuales o violaciones a lo largo de su vida. El 70% de aquellas que han acudido a servicios de urgencias tras una agresión dijo sentirse "congelada" durante la terrible experiencia, e incapaces de moverse o gritar.
Los científicos, cuyo trabajo cita antecedentes judiciales en los que se argumentó la culpabilidad de la víctima por no resistirse ni mostrar señales de lucha, sostienen que la inmovilidad de la víctima puede ser totalmente involuntaria.
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Respuesta neuronal ante el peligro
Las investigaciones han demostrado que, ante una amenaza, la respuesta del cerebro puede incluir el bloqueo de los circuitos neuronales que controlan voluntariamente el movimiento del cuerpo.
Muchos animales quedan brevemente paralizados ante una amenaza leve, lo que les deja mejor preparados para una reacción de lucha o huida rápida. Sin embargo, ante una amenaza inmediata y grave, el comportamiento puede cambiar a una inmovilidad prolongada en la que el cuerpo queda completamente congelado o flácido.
En los seres humanos ocurren procesos similares, y los estudios han demostrado que las víctimas de agresiones sexuales a menudo dicen ser incapaces de moverse o gritar durante la agresión, incluso cuando no están físicamente oprimidas o inmovilizadas.
Esa falta de forcejeo suele ser utilizada por los abogados defensores de los agresores y violadores, que argumentan que esa falta de resistencia equivale al consentimiento. Pero si la víctima está "involuntariamente inmóvil", ese argumento es incorrecto, advierte el estudio.
Para Haggard, profesor de Psicología y Ciencias del Lenguaje del UCL, "la ley reconoce desde hace tiempo la eximente de 'pérdida de control' y puede conceder la responsabilidad atenuada en situaciones específicas en las que se demuestra que las acciones se realizaron sin control voluntario".
"Tras revisar las pruebas neurocientíficas, sugerimos que se tenga la misma consideración con la inmovilidad involuntaria durante la violación y la agresión sexual" y que se deje de culpar a las víctimas de manera inapropiada.
"Consentimiento activo"
"Es esencial llamar la atención de la sociedad sobre la importancia crucial del 'consentimiento activo'", concluyó el científico.
En 2021-2022 la policía de Inglaterra y Gales registró más de 70.000 violaciones pero solo el 3% dieron lugar a una acusación.
"Las definiciones legales de violación y agresión sexual se basan en la falta de consentimiento". Pero, con frecuencia los tribunales lo ponen en duda y "presentan estereotipos no probados sobre cómo se comportaría supuestamente una víctima 'real'", lamentó Dhawan.
Y con esta estrategia, "los agresores pueden alegar que asumieron que la víctima estaba consintiendo porque no oponía resistencia", subrayó.
"Debemos utilizar los descubrimientos neurocientíficos para evitar que estos mitos sirvan como argumento para la defensa y para garantizar que se haga justicia a las víctimas".