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Misión espacial a Júpiter: cuando la tarea es simular que todo sale mal

La sonda Juice partirá el 13 de abril, en un viaje que le llevará ocho años para alcanzar su destino. ¿Cómo es entrenarse para los peores escenarios?

En su viaje que lo llevará a alcanzar Júpiter en julio de 2031, la misión espacial de la sonda Juice deberá atravesar -además de cientos de millones de kilómetros- imprevistos que hacen que los equipos humanos que la controlan se sometan a simulaciones en las que todo lo que puede salir mal, sale aún peor.

Y así lo contó Ignacio Tanco, el responsable de operaciones de Juice, quien ha vivido toda serie de "avatares controlados" antes del despegue de la misión hacia Júpiter.

Juice (Jupiter Icy Moons Explorer), de la Agencia Espacial Europea (ESA), visitará uno de los lugares “más misteriosos e importantes” del sistema solar: el enorme planeta gaseoso y sus tres grandes lunas heladas Calisto, Europa y, sobre todo, Ganímedes, que es el principal objetivo de la misión.

Aunque el equipo sabe que lo que experimenta antes de la partida real de Juice son simulaciones, el “estrés que se vive es muy alto” porque “nos ponen bajo una presión considerable” y en ninguna “llegas a sentirte realmente cómodo”, pero son “muy valiosas” para mejorar, relató el ingeniero vasco.

Los expertos han atravesado una veintena de simulaciones en las que nunca han perdido a la sonda (al momento de esta entrevista aún quedaban dos por hacer): “No hemos llegado nunca a ese punto, aunque varias veces nos hemos metido en callejones bastante estrechos, pero siempre hemos logrado salir”.

Tanco, nacido en la localidad española de Urnieta, llegó a la ESA en 2001 como ingeniero de operaciones y ha trabajado en misiones como Rosetta, Solar Orbiter o BepiColombo.

Ahora, como responsable de operaciones de Juice, que el 13 de abril despegará del puerto europeo en la Guayana francesa, está a cargo del grupo de ingenieros que comanda y realiza las operaciones para que la sonda llegue a Júpiter en 2031, después de un viaje de casi ocho años.

La campaña de simulaciones reproduce los posibles problemas para tener al equipo entrenado “incluso ante los fallos más extremos”: desde el funcionamiento de la nave hasta amenazas externas como la radiación solar y los desechos, pasando por cuestiones humanas como la cohesión del equipo.

Los simulacros se realizan en una sala de control del Centro Europeo de Operaciones Espaciales que la ESA tiene en Darmstadt, Alemania, y de Juice se ocupan dos equipos: el Rojo, que lidera Tanco, y el Azul. Entre los dos cubren las 24 horas del día.

Durante las jornadas de simulación “no es que suceda un fallo, sino muchos”, dice el ingeniero, que además explica que hay cientos de escenarios: desde que un panel solar no se despliegue a que el ordenador de a bordo no se de cuenta que se ha separado del cohete o que los sistemas de propulsión no funcionen.

Al final de una de estas jornadas “acabas como si te hubieras pasado el día en el gimnasio empujando a tope, sufres en el momento, pero sales diciendo: menos mal que lo hice”, agregó.

Tanco reconoce que las mejores simulaciones son aquellas en las que ves que te has equivocado en algo, porque “es donde más aprendes”, a veces descubres que “haces algo con lo que conviertes una situación mala en peor”.

Recientemente, el equipo estaba convencido de cuál había sido un fallo y cómo resolverlo, pero luego los especialistas descubrieron que estaban completamente equivocados. “Tuvimos que modificar totalmente el diagnóstico y la forma de responder. Fue muy valioso”, señaló Tanco.

Mientras el equipo se devana los sesos contrarreloj, un piso más abajo hay una pequeña sala sin ventanas, “el búnker de simulaciones”, donde se tiene el control completo del alter ego virtual de Juice, y se ve y escucha todo lo que pasa en la sala principal.

Los oficiales de simulaciones (dos en el caso de esta misión) “saben en qué punto estamos en cada instante para que los fallos lleguen en el momento más inoportuno”. Tanco ríe cuando se le pregunta si el equipo de simulaciones son las mentes malvadas, ya que en realidad es “gente muy cercana”, con los que se ven casi a diario y participan en todas las reuniones.

“Su trabajo es entrenarnos y tienen que saber dónde están los puntos débiles”, indicó el responsable de operaciones. “Nos miran casi como un entrenador a un atleta y se preguntan: ¿qué tengo que hacer para que sea mejor?”, expresó.

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La campaña de simulaciones depende de cada misión y cubre las fases críticas. En este caso, reproduce las aproximadamente 36 horas de operaciones de órbita temprana, que empiezan cuando Juice se separa del cohete, a los 27 minutos y 45 segundos del lanzamiento.

La sonda tiene, entre otras cosas, que despertar al ordenador de a bordo, desplegar los paneles solares para sobrevivir y comunicarse con tierra para recibir comandos y enviar datos de telemetría.

El peor escenario posible es que el ordenador no se despierte tras la separación, “en esas condiciones está consumiendo las baterías y si no haces nada el satélite muere y la misión se pierde”.

El equipo se enfrentó a ese escenario “especialmente complejo, porque tienes que hacer muchas acciones críticas a ciegas, pero lo logramos resolver y salimos de él muy contentos”, concluyó Tanco.

La misión

La sonda Juice ya está acoplada al cohete Arianne 5 y preparada para su lanzamiento el 13 de abril. Su objetivo es estudiar las lunas heladas de Júpiter como objetos planetarios y como posibles hábitats y explorará en profundidad el complejo entorno de Júpiter.

Al llegara Júpiter en julio de 2031, según las previsiones, empezará la misión científica y tendrá que realizar antes de ello muchas maniobras que deben ser muy precisas. En agosto del año que viene, se aproximará a la Tierra y la Luna; en 2025 necesitará la asistencia gravitacional de Venus, y entre 2026 y 2029 dos veces más de la Tierra.

Según los especialistas, el mayor desafío se producirá cuando Juice llegue a Júpiter y tenga que ser atrapado en su órbita. Otro de los objetivos clave de la misión es Ganímedes: ahí Juice se convertirá en la primera nave espacial en orbitar una luna distinta de la nuestra y, tras su estudio, acabará su misión, cuando se quede sin el combustible, estrellándose de forma controlada contra ella.

Juice tendrá que enfrentarse a un ambiente “muy duro”, con temperaturas extremas, una radiación muy alta, fuertes campos magnéticos y poca luz, por lo que su construcción supuso un gran esfuerzo, según Justin Byrne, responsable científico de la división de defensa y espacio de Airbus.

La misión no tiene como objetivo encontrar vida, pero sí entender la posible habitabilidad de las grandes lunas heladas, que bajo su superficie podrían esconder océanos.

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