¿Por qué tenemos “aorta de gorila” aunque somos más pequeños que estos primates?
Científicos señalan que la respuesta está en la longevidad y el tamaño del cerebro humano. Te contamos los detalles de un nuevo estudio
Una investigación científica internacional reveló que el desarrollo del cerebro está detrás de nuestra "aorta de gorila", un hallazgo que responde al enigma de por qué los humanos tenemos la principal arteria de los vetebrados del mismo tamaño que estos primates aunque pesamos aproximadamente la mitad.
La aorta es el vaso por el que pasa la sangre que el corazón bombea al latir, y su diámetro está relacionado con el gasto cardíaco, que es la sangre bombeada por minuto para toda la actividad metabólica del organismo, que regula desde la digestión a la actividad física o la temperatura del cuerpo.
"Al tener una aorta más grande por unidad de masa, los humanos tendríamos un mayor gasto cardíaco y por tanto un presupuesto energético más elevado por unidad de masa que nuestros parientes más cercanos, los grandes simios", explicó Luis Ríos Frutos, investigador del departamento de Biodiversidad, Ecología y Evolución de la Universidad Complutense de Madrid (UCM).
En el mismo trabajo, los investigadores realizaron una revisión bibliográfica para estudiar el gasto de energía y cardíaco en un ciclo vital. Y observaron que en la niñez tenemos mayor gasto cardíaco y quemamos más energía por unidad de masa que cuando somos adultos.
"Una de las razones es el crecimiento de nuestro gran cerebro, que es un proceso energéticamente muy costoso y que tiene lugar hasta los 4-6 años; a partir de esa edad, el gasto cardíaco por unidad de masa disminuye", explicó Ríos Frutos.
El equipo de investigadores también estudió el gasto cardíaco desde una perspectiva evolutiva: Debido al tórax plano de los humanos, el gran tamaño de la aorta la obliga a pegarse a la columna, dejando marcas en las vértebras.
"Los neandertales, parientes cercanos, con un cerebro grande y un ciclo vital parecido al nuestro, también tienen la impronta aórtica, mientras que un homínido más antiguo, con un ciclo vital más corto, y con un cerebro más pequeño, como Homo ergaster, parece que no, según nuestra hipótesis", apuntó el investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales Antonio Rosas.
De esto se deduce que, al aumentar el tamaño del cerebro y la longevidad, se requirió mayor gasto cardíaco, por lo que evolutivamente el tamaño de la aorta también creció.
"Los cambios en el sistema cardiovascular debieron ser fundamentales durante la evolución humana", concluyó Francisco Pastor, de la Universidad de Valladolid (UVa) y líder del proyecto junto a Ríos Frutos.
La investigación fue realizada por expertos de la UCM, la UVa, la Universidad de Oxford, el Hospital Universitario de Gante y el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC).
Publicado en la revista 'Scientific Reports', el estudio se llevó a cabo con datos de ecocardiografías a humanos, información de gorilas y chimpancés de zoológicos estadounidenses englobados dentro del 'Great Ape Heart Project', y muestras de corazones y esqueletos de grandes simios del Museo Anatómico de la Universidad de Valladolid.