Un castillo con alma de gigante
Sin envidiar nada de Bruselas y Gante, la ciudad belga de Amberes, también tiene muchos rincones por presumir a los viajeros
Amberes es ciudad con aire medieval y toque romántico en Bélgica. Dueña de un dinamismo notable y una vida cultural intensa desde sus orígenes, también es una urbe europea donde las leyendas, las maravillas y los misterios se respiran en el viento.
Cuando se observa una guía de viajero, los atractivos turísticos que usualmente presume esta ciudad son la Estación Central, su gigantesca catedral y la Casa de Rubens. Pero si observas al horizonte, será imposible que no notes la gigantesca mole de roca que domina el panorama: El Castillo de Amberes.
Levantado en la Edad Media como una fortaleza para defenderse de los ataques vikingos, el Castillo de Amberes es hoy por hoy uno de los grandes atractivos para los turistas por su belleza y majestuosa construcción. Su aspecto actual se lo debemos al emperador Carlos V, quien lo reconstruyó de tal manera en 1520 que los lugareños lo bautizaron como “El castillo de piedra del rey”.
Un poco de historia
La belleza del castillo, que domina el tráfico del río Escalda, contrasta con la truculenta historia de su interior. Entre 1303 y 1827 fue usada como una prisión para todos aquellos que estaban condenados a muerte, y luego permaneció en un estado de abandono tal que las casas que lo rodeaban e incluso la iglesia que tenía cerca fueron derrumbadas.
En 1890 el edificio literalmente renació de sus escombros de olvido, aunque un tanto lejos de su antigua vocación como fortaleza o centro de detención. Ahora lo hizo como Museo de Arqueología, además de que contiene un memorial dedicado a los canadienses que lucharon en la Segunda Guerra Mundial, muchos de los cuales cayeron en Bélgica.
El recinto también es conocido como “El castillo del gigante” por la estatua que se encuentra en la entrada. Cuenta la leyenda que este ser, llamado “Lange Wapper”, tenía aterrados a los habitantes de Amberes, a quienes asaltaba por las noches. En principio tenía un tamaño normal, pero mientras más luchaban contra él, más grande se volvía. Un día, lo ciudadanos de Amberes (en otras versiones era un soldado llamado romano “Brabo”) decidieron hacerle frente, cortando su mano y lanzándolo al río Escalda para que dejara de dar lata.
La historia tenía como fin evitar que los niños (y sin duda también los adultos) pensaran en trasnochar en las calles de la ciudad o se dieran a la vagancia. ¿Suena infantil? La historia de “Lange Wapper” (también conocido como “Druon Antigoon”) era muy popular en esta urbe todavía en el “Siglo XVI y en varios rincones de la metrópoli todavía podrás encontrar esculturas de la Virgen María, levantadas para protegerse de seres malignos…o gigantes traviesos”.
Este artículo forma parte del SUPLEMENTO PASAPORTE. Búscalo cada domingo en la edición impresa de EL INFORMADOR o navega la edición