Un capítulo en la historia ideológica del PRI
El libro de José Manuel Cuéllar Moreno presenta una recopilación de lo hecho por el PRI en los años sesenta desde la oratoria de Emilio Uranga
Narrador, filósofo e historiador, José Manuel Cuéllar Moreno presenta “La revolución inconclusa: la filosofía de Emilio Uranga, artífice oculto del PRI”. En edición de Ariel, este libro propone rescatar la biografía intelectual de Uranga, polémico articulista con formación de filósofo que estuvo detrás y al lado del discurso oficial del PRI en los tiempos cercanos a la celebración del 50 Aniversario de la Revolución.
Para invitar a los lectores a conocer esta novedad editorial, platicamos vía telefónica con José Manuel, quien nos habló de su primer encuentro con la figura de Emilio:
-Cuando descubrí a Emilio Uranga estaba muy desencantado con el nivel intelectual de los debates hoy en día. Descubrí a un pensador que fue asesor de presidentes como López Mateos, como Díaz Ordaz (inquietantemente cercano a Díaz Ordaz), a Echeverría y López Portillo. Le tocó estar al lado de los ‘príncipes’ cuando el presidencialismo estaba en pleno. Es una figura que la tenemos muy olvidada, o más: está ocultada. No es casualidad: empezar a quitar los velos de Emilio Uranga es remover fibras sensibles, adentrarse a los sótanos de la política mexicana. Echar un vistazo a esa labor teórica que se hacía tras bastidores.
-El autor destacó el papel de Emilio como un exégeta y pensador alrededor del Gobierno:
-Era un gran artífice de esos discursos, construía armazones teóricas, argumentos para legitimar las decisiones gubernamentales. Pero tenía un pasado filosófico, tenía una formación en la UNAM y fue parte de un movimiento nacionalista en la filosofía, que dio como resultado textos como “El laberinto de la soledad” de Octavio Paz, o “Análisis del ser del mexicano”, de Uranga.
-Además de reflexionar sobre qué es el mexicano, Uganda también abundó en el significado de la Revolución:
-López Mateos lo convocó y fue asesor ejecutivo: México 1960, es un año crucial, coyuntural, a ocho años de Tlatelolco. Es un año que debemos estudiar para comprender mucho de lo que pasa hoy en día. En el 59 triunfó la Revolución Cubana, lo cual es un duro golpe para el discurso de la Revolución Mexicana: la nuestra ya no es el modelo de la Revolución latinoamericana exitosa. En la isla ya está una Revolución que hace cosas, no solo dice que las hará. Eso hace que se reconfigure la izquierda en México. También hubo un movimiento huelguista en el país, con los ferrocarrileros, electricistas, pilotos aviadores, estudiantes. Toda esta población ocupa las calles y se queja que los canales de representación están atrofiados. En esas circunstancias el presidente suelta unas declaraciones en Guaymas (Sonora), rarísimas: “Mi gobierno es de extrema izquierda”, pero acota, “Dentro de la constitución”. Eso que soltó, que parecía el enigma de la esfinge, fue interpretado de muchas maneras: los empresarios más reaccionarios pusieron el grito en el cielo, pensando que era neocardenismo, socialismo que iba a expropiar.
La nueva izquierda se enojó por colgarse la medalla de la izquierda. Es cuando sale en escena y debuta en el periodismo Emilio Uranga como intérprete de este oráculo del presidente: “La Revolución en otros países podrá ser un movimiento antisistémico, subversivo, que se enfrenta al poder: pero en México no pasó así. La Revolución, la de 1910 quedó plasmada en un texto, la Constitución del 17, que devino en un Estado”. Emilio Uranga concluyó que la verdadera izquierda solo podía darse como un movimiento dentro del PRI, algo que anticipó lo que iba a suceder en el 88. De alguna manera deslegitima otros movimientos de izquierda para desautorizar las críticas de Cosío Villegas.
Por sus opiniones, Emilio se ganó la animadversión de muchos lectores y otros pensadores:
-Estamos ante un polemista que tiene un estilo donde compila el elogio con la crítica. Es un pensador lúcido que toca las fibras sensibles. Yo en el texto lo cito para que el lector pueda saborear este estilo. Se las vio con Cárdenas, con Cosío Villegas, con Carlos Fuentes, Octavio Paz. Se enemistó con medio mundo, es parte de su descrédito. Acusó de vedetismo a Fuentes, de ‘hacerle al boom’. A Paz lo criticó cuando renunció a la embajada de Nueva Delhi y escribió el poema por la masacre del 2 de octubre. Lo acusó de hacer un performance político, de sacarle raja a los inmolados.
-Por ello, la figura de Uranga fue cayendo en el olvido incluso antes de su muerte:
-Uranga fallece en el 88: pobre, solo, con un funeral sin suntuosidades. En parte porque no mantuvo amistades: ser amigo suyo era correr el riesgo de ser una de sus víctimas. No se preocupó por dejar discípulos que cuidaran de su legado. Más bien se enemistó con la élite. Se convirtió en un personaje muy incómodo y desprestigiado. Sobre todo después del 68: se le van a adjudicar muchos escritos, columnas anónimas, o “El Móndrigo”, un diario apócrifo de un estudiante donde pinta a los estudiantes como un grupo radical y violento que disparó a los militares. Lo importante no es si lo escribió o no: lo que llama la atención es que se le adjudicó (sin pruebas). No sé si de alguna manera Emilio Uranga fue una especie de chivo expiatorio, con una leyenda negra a su alrededor, por la comodidad de tener un villano: este genio maligno al que se le adjudican muchas responsabilidades.
-Para el autor de “La revolución inconclusa”, la vigencia de reflexionar en torno a un personaje histórico como Emilio Uranga sirve también para contrastar en la actualidad los roles en la política:
-¿Quiénes son las mentes detrás del Gobierno, quiénes están en su lugar en la actualidad? ¿Cuál es el proyecto de nación, hay un rumbo por transitar? Pareciera que vamos a tientas, y esto no era así: había un discurso más o menos fundado en la Revolución Mexicana, que no se entendía como un suceso histórico, sino algo que estaba señalando el futuro. Esto ya evidentemente no está. Estamos ante discursos donde escasean las ideas. Emilio Uranga era un experto en gestarlas. Hemos perdido en el debate el suelo de la historia y el de la filosofía. El libro es una invitación a hacer un esfuerzo de la memoria y recordar el pasado, detenernos en la década los sesenta, en López Mateos, que fue un gran hombre de Estado (uno que quizá no volvamos a tener).
DR