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Un año sin Gillóm

El escritor Guillermo Samperio falleció el 14 de diciembre del año pasado; a manera de homenaje póstumo, su amigo David Cano escribe este texto 

Guillóm:

Hace un año escogí el silencio. Esa mañana fue un golpe duro para las letras y en particular para mí.

A un año de tu ausencia todavía tengo presente cómo, en un café cercano al metro Eugenia en la Ciudad de México, conocí a un niño travieso que sabía divertirse hasta con el televisor. Extraño a ese “niñorufián” con tatuajes de Lennon y “el salmón” de Calamaro en el antebrazo, el que tenía plasmado en su piel a su padre tocando la guitarra, ese al que le gustaba escuchar a Nirvana, y valoraba esa vena rebelde y profunda del loco de Cobain.

Tuve el placer de conocer al hombre y al amigo, más que a ese coloso de la prosa poética y los cuentos cortos. Siempre recordaré esa sonrisa tuya, tan de maravillas malabares.

Me gustaba visitarte, a ese lugar que también seguro te echa de menos, quién más que tú sabe cómo incluso los objetos pueden tener vida. Resultaba mágico charlar de todo: de la vida, de la ausencia de ella, hasta la nada era suficiente para compartir verborreas, pocas veces nos pusimos tan parcos, como para hablar de literatura y qué más da: supongo, querías enseñarme que hay mejores cosas por hacer…

Recuerdo ese café y el cinismo natural que nos unió.

Me encontraba leyendo a Miller y garabateando frases en un cuaderno.
-¿Eres escritor? -me preguntaste.
-No lo sé -te contesté, e hice una pausa- algunos dicen que lo soy. Otros que estoy pendejo. Yo solamente escribo.
-No necesito leer nada tuyo, sé que de seguro escribes y lo haces bien.

En ese momento no sabía que eras tú. El Samperio de “Lenin en el futbol”, el que ganó a corta edad el Premio Casa de las Américas. La verdad sólo recordaba tu pluma, mas no tu imagen.
-¿Qué opinas de la obra de Samperio?-, me preguntaste con una entonación jiribilla.

Te respondí:
-Samperio es un gran referente para el cuento mexicano. Me gusta su humor y su prosa poética es de envidiar, pero… que yo sepa ese cabrón ya ni escribe.

Surgió tu sonrisa y extendiste tu mano.
-¡Mucho gusto, Guillermo Samperio!
-¡Mucho gusto, David Cano! - respondí, estrechando la tuya.

Desde entonces supimos ser grandes amigos.

 A partir de ese día tu casa fue la mía. En ese lugar me contabas de tu vida, de tus lecturas, escuchábamos música, veíamos esas series del canal “Investigation Discovery” que tanto te gustaban y me decías: son cuentos muy bien narrados.

Me resultaba difícil visitarte. No me dejabas marcharme sin llevarme algo: un libro, un disco, incluso hasta dinero. Me calaba recibir los objetos de tu grande corazón. ¿Qué daría ahora por aceptar unos 500 pesos, solo por verte? Porque siempre salí de tu casa con el alma renovada. De ti aprendí, aunque a destiempo, cómo dejar de lado ese falso orgullo de no tomar lo que te ofrece un hermano.

Pero así es esto, Guillóm.

Ahora yo te dejo este texto a modo de regalo, para que te burles de lo ñoño que soy y de las añoranzas de los que nos quedamos.

Las cochinillas ya nunca serán las mismas, lo sabemos muchos, y sobre todo la señorita Green; por eso este 14 necesité dejarte estas palabras, para que nunca nos olvides.

DR

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