La influencia del pensamiento ignaciano en la Pastorela
"Sales al encuentro de quien practica con alegría la justicia y, andando en tus caminos, se acuerda de ti. He aquí que tú estabas airado y nosotros hemos pecado. Pero en los caminos de antiguo seremos salvados"
LA PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA: Isaías 63, 16b-17. “Ojalá Señor, abrieras los cielos y bajaras”
SEGUNDA LECTURA: Corintios 1, 3-9. “Esperamos la manifestación de Nuestro Señor Jesucristo”
EVANGELIO: Marcos 13, 33-37. “Velen pues, no saben a qué hora va a regresar el dueño de la casa”
Primer domingo de adviento
En 1572 llegaron a México quince jesuitas y en poco tiempo se posicionaron como fuertes impulsores del teatro religioso. En los colegios que fundaron en la Nueva España se instauró la agradable costumbre de presentar piezas teatrales en acontecimientos importantes y festividades litúrgicas como Corpus Christi o la Navidad con las Pastorelas.
La Pastorela es un género de teatro religioso utilizado por los misioneros durante la Colonia para difundir la doctrina cristiana en la Nueva España. Su argumento se inspira en el pasaje del Evangelio según San Lucas (2, 1-20), donde se narra el nacimiento de Niño Jesús. Su antecedente más antiguo es la recreación de dicho pasaje que san Francisco de Asís realizó la Navidad de 1223 en Greccio, Italia, pero su evolución como género teatral se atribuye a los jesuitas. Con ellos, la Pastorela adquirió coherencia y solidez en su estructura y contenidos, se incorporaron personajes tipo y otros pasajes del evangelio que fundamentan su argumento: la Anunciación a María y la visita de los Magos de Oriente.
El acontecimiento es comunicado a unos pastores, quienes deben superar toda clase de obstáculos y trampas ideadas por los demonios (los siete pecados capitales) para impedir que vayan a adorar al Niño. La determinación de los pastores para encontrar al recién nacido abre la puerta al componente más complejo de la Pastorela: la batalla del bien contra el mal, dos fuerzas opuestas que influyen en el corazón humano. Y de esta lucha interna queda un gran aprendizaje: pronunciarse por la vida verdadera y desenmascarar los engaños del mal espíritu. El bien sale triunfante, los diablos no pueden evitar el Nacimiento de Jesús ni logran detener a los pastores que quieren adorarlo.
Los jesuitas revistieron de belleza y esperanza el mensaje central de la Pastorela, hicieron de ella un excelente vehículo para asimilar las alegorías del pecado y la virtud, la llenaron de semillas espirituales, de material reflexivo propio para tiempo de Adviento, que nos permite mirar la vida humana desde la óptica cristiana y nos dispone para “en todo amar y servir”.
Martín Torres, SJ - ITESO
Permanezcan alegres
Hoy comienza el tiempo de Adviento, es uno de los grandes tiempos litúrgicos y te encontrarás con varios elementos en la Misa que manifiestan este cambio de actitud. Pasamos a tener una actitud de espera, caracterizado por el color morado, la espera del Señor en su nacimiento. Esperar, pero no dormidos, permanecer alertas, como nos dice el Evangelio de este domingo, es decir, una espera, pero no sin hacer nada. Y casi cada temporada previa a la Navidad, pasa desapercibida esa espera que nos pide el Señor, o nos reducimos a poner el nacimiento, el arbolito y demás adornos. Pero, ¿cuál es la razón de tanto adorno?, ¿cómo ha de ser esta espera que nos pide Dios?
La espera es alegre. No hay que olvidar a quien esperamos en vela, es al Señor, al Salvador, quien nos trae la alegría plena. Por eso, manifestamos nuestra alegría con nuestras lámparas encendidas colocando luces navideñas en nuestros hogares.
La primera lectura nos revela como es el anhelo que nuestro corazón tiene de que ya baje el Señor, por ello expresiones como: «ojalá rasgaras los cielos y bajaras estremeciendo las montañas con tu presencia». Anhelo que se manifiesta en la belleza del adorno, que a su vez es la belleza de nuestras mejores intenciones, que ciertamente habría que proponernos hacerlas realidad en este tiempo de Adviento.
Por la experiencia sabemos que nos podemos enfriar en nuestros buenos propósitos, por ello, insistentemente no podemos olvidar que nuestra espera está fundada en Jesús. Él nos hace permanecer irreprochables hasta el fin, Él es fiel, como nos lo expresa la segunda lectura del Apóstol San Pablo a los Corintios. La figura del árbol de Navidad, firme, robusto y lleno de vida, puede ayudarnos a recordar esta realidad: si permanecemos con Él, permaneceremos en el amor.
Contemplemos ahora el nacimiento, que ordinariamente podemos encontrar fabricado de barro en Tonalá o en alguno de los tianguis navideños que se instalan en nuestra ciudad. Por tanto, la invitación es a ser como estas figuritas: barro en manos del alfarero. El Adviento es tiempo de espera, tiempo en que el Señor trabaja en nosotros; nuestro trabajo, entonces, es disponer nuestro corazón, convirtiéndolo en un pesebre calientito por nuestras buenas obras, para que reciba al niño Dios que nace esta Navidad.
CT