Hitler, ¿un yonqui sin remedio?
Charlamos con el autor Norman Ohler, quien vino a México a presentar su libro "High Hitler" en el Hay Festival de Querétaro
La guerra es una locura, eso lo sabemos todos (menos esos locos que las promueven). ¿Pero qué pasa cuando ese delirio bélico lo impulsan constantes dosis de drogas? Eso nos relata el libro “High Hitler: las drogas en el III Reich”, del periodista y novelista alemán Norman Ohler.
Publicado dentro del sello editorial Crítica, el ensayo histórico se centra en un aspecto casi inédito en la bibliografía historiográfica de uno de los periodos más estudiados de la humanidad: Hitler y el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial bajo la influencia de las drogas. En su investigación, Ohler presenta la historia de cómo a los soldados alemanes se les suministraban altas dosis de metanfetaminas para mantenerse en pie durante los combates, al mismo tiempo que examina los archivos del médico personal de Adolf Hitler.
Norman Ohler vino a México para presentar su libro en el Hay Festival de Querétaro. Durante su estancia platicamos con el autor sobre su nuevo libro en español.
-El tema de la segunda guerra, Hitler y Alemania en esa época han generado muchísimos libros. El tuyo posee un ángulo diferente, ¿cómo lo descubriste?
-Unos amigos encontraron en una farmacia del Este de Berlín un paquete de Pervitin, la metanfetamina. Seguía allí desde los cuarenta. Uno es DJ, probó una pastilla y me dijo que era muy fuerte, me llevó a la historia: tomaban cosas muy duras en esos años. Busqué en línea el tema, y luego me dio mucha curiosidad Theo Morell, el doctor personal de Hitler. Fui a los archivos nacionales de Alemania, donde está su correspondencia y su archivo. Hice la investigación adecuada, un archivo llevó al siguiente y se hizo más interesante.
-Morell fue un personaje importante, ¿por qué no es tan conocido como otros?
-No era políticamente activo. Solo estaba allí para tratar a Hitler, para medicarlo. Los historiadores nunca han examinado a fondo cuáles eran esas medicinas y lo que significaron, cómo influenciaron sus decisiones. No piensan que es importante: lo mencionan, saben de su existencia, pero nadie ha visto su papel e importancia. Los historiadores no saben tanto de drogas y medicamentos, no advierten que si alguien toma dosis altas de opiáceos o heroína eso lo cambia.
-Siempre se habla de la propaganda y cómo ayudó a construir el III Reich, ¿dirías que las drogas fueron tan importantes como la propaganda en el Reich y la guerra?
-Seguro, la propaganda es algo, pero darle a millones de hombres dosis muy fuertes de metanfetaminas, con tanques y pistolas, para ordenarles atacar otros países… Es una historia que debería contarse. Las drogas fueron estructuralmente importantes en la guerra.
-¿Sin ellas la guerra habría acabado antes?
-Quizá. Es lo que pienso, es especulación obviamente. Creo que Hitler usó sus drogas particulares (inyecciones de hormonas y opiáceos) para mantenerse en su mundo de fantasía de superioridad racial y la victoria final. Eso lo mantuvo en la toma de decisiones que prolongaron la guerra. Es difícil imaginar cómo se pudo comportar sin drogas, tal vez hubiera cambiado su política. Pero sólo lo vimos en su ensoñación guiada por ideología. Pero cuando la ideología falla, porque los rusos resultaron potentes y el Oeste también, la ideología se mantuvo de pie con esas sustancias, que le hicieron seguir con sus creencias. Sí tuvieron que ver con que durara más la guerra. Pero era claro que Alemania perdería, desde 1943. Cualquier líder hubiera negociado la paz.
-Mencionas las drogas y las hormonas. Siendo Hitler vegetariano, no le importó tomar hormonas de animales. Toda dictadura tiene una doble cara, ¿con este dictador fue primero el consumo de drogas a pesar de la prohibición, y luego la ingesta de productos derivados de animales, vía inyección, siendo vegetariano?
-Es un atisbo de esa hipocresía, de sus mentiras y el sistema. En sus cenas se burlaba de la gente que comía carne, “cadáveres de animales”. Pero antes de cenar Morell le inyectaba extractos de hígado de puerco o testículos de toro. Sería chistoso si no fuera tan perverso.
-También se dice de los dictadores que pierden conexión con la realidad. Mencionas en el libro que lo hizo, en gran medida por las drogas.
-Es el importante aspecto político del libro: cómo y cuándo perdió contacto con la realidad. El historiador Hans Mommsen lo dijo: lo que investigué no se había dicho y nos ayuda a entender esa pérdida de la realidad. Otros dictadores son similares en eso. Tal vez también han usado drogas, tendría que analizarse cada caso. En ocasiones es la ideología. Con Trump no sabemos si toma drogas, no hemos visto su historial. Pero vive en su mundo de fantasía de la supremacía blanca.
-La manera en que Trump tuitea, ¿es una especie de droga del ego? Con miles de favs y retuits de sus seguidores, ¿es una droga del siglo XXI?
-Sí, es adicto a ello. Me gustaría saber qué píldoras y cuántas se toma cada día. Es obvio que no es un ser humano normal, natural. Porque no tiene empatía con otros seres humanos. Es algo que hacen estas drogas. Aunque los opiáceos que tomaba Hitler eran legales: pero se le daban a pacientes que sufrían de dolores muy fuertes. Pero Morell se lo daba a Hitler para que se sintiera eufórico, y hacia que no sintiera empatía por causar tantas muertes. Tiene sentido que viviera en otro mundo: debe ser difícil lidiar con las muertes. Es similar con Trump, aunque aún no ha matado a nadie, pero no sabemos cómo evolucionará. Hitler tampoco mató gente al principio.
-Me gustaría que me hablaras de los otros libros. Has publicado cuatro novelas, tres hace ya varios años y otra este mes. ¿Cómo fue tu camino por la ficción hasta llegar al ensayo histórico y de vuelta a la ficción?
-De joven estudié periodismo en Hamburgo, pero decidí escribir ficción antes del periodismo. Fueron tres novelas, en un lapso breve (5 años). Una es de Nueva York, otra de Berlín y otra de Johannesburgo. Es sobre los cambios en sus sociedades en los noventa, la gentrificación. Luego preparé por mucho tiempo “Die Gleichung des Lebens” (“La ecuación de la vida”), que recién salió en Alemania. Es histórica, sobre el rey de Prusia a mediados del siglo XVIII y cómo decidió cambiar el paisaje alemán, drenar los ríos y hacer campos de cultivo. De cierta forma también es sobre gentrificación. Empecé a trabajarla en 2006, pero luego encontré la historia de “High Hitler” e hice una pausa. “High Hitler” lo escribí en cinco años, quería que fuera novela, pero me di cuenta de que la historia tal cual era muy interesante para cambiarse.
Entre los próximos proyectos de Norman Ohler, comentó, está escribir de nuevo un libro histórico sobre la Segunda Guerra Mundial, nos adelantó: “Al investigar para High Hitler encontré otra historia: un grupo pequeño de jóvenes en Berlín que resistieron al régimen nazi”.