Tener a Cristo por rey
Este domingo, el último del año litúrgico, la iglesia nos propone la celebración de cristo como Rey del universo, es decir, dueño y Señor de todas las cosas y de nuestras vidas
LA PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA
Ez 34, 11-12. 15-17.
Esto dice el Señor Dios: "Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas. Así como un pastor vela por su rebaño cuando las ovejas se encuentran dispersas, así velaré yo por mis ovejas e iré por ellas a todos los lugares por donde se dispersaron un día de niebla y oscuridad.
Yo mismo apacentaré a mis ovejas, yo mismo las haré reposar, dice el Señor Dios. Buscaré a la oveja perdida y haré volver a la descarriada; curaré a la herida, robusteceré a la débil, y a la que está gorda y fuerte, la cuidaré. Yo las apacentaré con justicia.
En cuanto a ti, rebaño mío, he aquí que yo voy a juzgar entre oveja y oveja, entre carneros y machos cabríos"
SEGUNDA LECTURA
1 Cor 15, 20-26. 28.
Hermanos: Cristo resucitó, y resucitó como la primicia de todos los muertos. Porque si por un hombre vino la muerte, también por un hombre vendrá la resurrección de los muertos.
En efecto, así como en Adán todos mueren, así en Cristo todos volverán a la vida; pero cada uno en su orden: primero Cristo, como primicia; después, a la hora de su advenimiento, los que son de Cristo.
Enseguida será la consumación, cuando, después de haber aniquilado todos los poderes del mal, Cristo entregue el Reino a su Padre. Porque él tiene que reinar hasta que el Padre ponga bajo sus pies a todos sus enemigos. El último de los enemigos en ser aniquilado, será la muerte. Al final, cuando todo se le haya sometido, Cristo mismo se someterá al Padre, y así Dios será todo en todas las cosas.
EVANGELIO
Mt 25, 31-46.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando venga el Hijo del hombre, rodeado de su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará en su trono de gloria. Entonces serán congregadas ante él todas las naciones, y él apartará a los unos de los otros, como aparta el pastor a las ovejas de los cabritos, y pondrá a las ovejas a su derecha y a los cabritos a su izquierda.
Entonces dirá el rey a los de su derecha: 'Vengan, benditos de mi Padre; tomen posesión del Reino preparado para ustedes desde la creación del mundo; porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme'. Los justos le contestarán entonces: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o encarcelado y te fuimos a ver?' Y el rey les dirá: 'Yo les aseguro que, cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron'.
Entonces dirá también a los de su izquierda: 'Apártense de mí, malditos; vayan al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles; porque estuve hambriento y no me dieron de comer, sediento y no me dieron de beber, era forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y encarcelado y no me visitaron'.
Entonces ellos le responderán: 'Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, de forastero o desnudo, enfermo o encarcelado y no te asistimos?' Y él les replicará: 'Yo les aseguro que, cuando no lo hicieron con uno de aquellos más insignificantes, tampoco lo hicieron conmigo'. Entonces irán éstos al castigo eterno y los justos a la vida eterna".
Vivir como hijos del rey
Cuando se acerca el final del año civil suele surgir, naturalmente, una iniciativa de evaluación, análisis y replanteamiento de metas en muchos sentidos de nuestras vidas. Sin embargo, el término del año litúrgico, muchas veces puede pasar desapercibido, siendo que encierra una importante invitación a la renovación de nuestra vida interior.
Este domingo, el último del año litúrgico, la iglesia nos propone la celebración de cristo como Rey del universo. Es probable que, en la actualidad, la imagen de un rey nos parezca algo obsoleta o lejana de nuestra realidad, pero es necesario encontrar la grandeza de lo que expresa, el anuncio de Cristo como dueño y Señor, no solo de todas las cosas creadas, sino de nuestras vidas enteras. Hagamos un esfuerzo por darle el sentido a la realidad escondida detrás de la afirmación: “Rey del universo”.
Tener un rey expresa para los miembros de una región un sentido de pertenencia a un pueblo. Significa asumir que se está bajo la custodia de un hombre, que, aplicado a Cristo, se trata del mismo Dios. Para un cristiano, tener a Cristo como Rey es confiar en que Él es quien guía y dirige el rumbo de su vida. Es tener la certeza de que Él busca nuestro mayor bien, más allá de las dificultades que puedan aturdir el día a día. Podemos tener la seguridad que ese Rey al que pertenecemos cuida siempre de nosotros.
Por otro lado, el cargo de “Rey”, afirma que el poder total recae sobre esa persona. Es verdad, Dios tiene poder sobre todo lo creado, el universo entero es suyo, sin embargo, no es responsable de cada una de nuestras decisiones. Él mismo nos ha dotado de libertad y de responsabilidad. Como el líder respetuoso que es, no invalida nuestras elecciones, sino que camina con cada uno para vivir las consecuencias de las mismas y nos ofrece su gracia para aprender de ellas.
Otra realidad es que el rey establece la ley. El evangelio deja en claro las leyes que rigen el Reino Cristo, nos dice que el amor al prójimo, la generosidad y el cuidado hacia los más necesitados son la norma de vida. Es así como Cristo establece su Reino, a través del amor. Nos pide desterrar la violencia, el egoísmo, la envidia, la avaricia y el abuso. Solo el amor es permitido, y nos advierte la consecuencia de darle la espalda. No como un juez castigador, la decisión de apartarse o no de Él, es una responsabilidad personal. En pocas palabras, soy yo quien decide cada día, en que territorio quiero vivir y bajo las leyes de qué reino.
Pregúntate: ¿Mis actitudes corresponden a la ley de amor? ¿Es Cristo quien dirige mis decisiones? ¿Soy consciente de que estoy siempre bajo su custodia y protección?
Sería muy fácil aclamar a Cristo como rey y seguir viviendo bajo nuestras propias leyes, fomentando la soberbia de creernos dueños y señores de todo, pero la falsedad corrompe la felicidad del sujeto. Esta reflexión es una invitación al amor, a ser ciudadanos coherentes del Reino, súbditos, hijos y amigos del Rey. Para que así, el día del encuentro, él pueda llamarnos con honor a estar a su lado para siempre.
“No se da este Rey sino a quien se le da del todo”.
Sta. Teresa, Camino de perfección.
Tener a Cristo por rey
El 11 de diciembre de 1925, el papa Pío XI firmó la encíclica Quas primas con la que instituyó la solemnidad de Cristo Rey del universo. En ese documento, el pontífice sostenía que “nunca resplandecería una esperanza cierta de paz verdadera entre los pueblos mientras los individuos y las naciones negasen y rechazasen el imperio de nuestro Salvador”. En aquellos momentos la Iglesia pasaba en varios países por situaciones de acoso y ataques, como sucedía entonces en México, pues el conflicto armado entre católicos y las fuerzas del gobierno -la guerra cristera- estaba por estallar. En tal escenario, Pío XI invitaba a reconocer la soberanía y el amor a Cristo que por su “supereminente caridad”, mansedumbre y benignidad dispensaba a la humanidad. Por tanto, agregaba el papa, era necesario que se propagara lo más posible el conocimiento de la “regia dignidad de nuestro Salvador”, y nada sería más eficaz para tal efecto que “instituir la festividad propia y peculiar de Cristo Rey”.
El título real se atribuye varias veces a Cristo en las Sagradas Escrituras, incluso Jesús mismo lo reconoce en él. En el cuarto evangelio, por ejemplo, Jesús manifiesta que su reino no es de este mundo, un mundo en el que la potestad real se atribuye a quien tiene y hace alarde de la fuerza y la dominación (“Si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos”, Jn 18,35). Ese mundo, a final de cuentas, se cimienta en la codicia egoísta de riquezas, en la búsqueda de vanos honores y en la soberbia, como señala san Ignacio de Loyola en la meditación de las Dos Banderas de sus Ejercicios Espirituales. Por el contrario, el mundo -reino- deseado por Cristo -rey eternal, buen caudillo- se fundamenta, añade san Ignacio, en la vivencia de la “suma pobreza espiritual” (que implica despojarse de la aprehensión de las riquezas para tener “a Dios por rey”; Mt, 5, 3), en el deseo de ignominias y menosprecios por causa del Señor, y en el cultivo de la humildad. Solamente así será posible identificar en el mundo al Hijo del hombre en toda su gloria, como nos indica hoy el evangelio de Mateo, con los enfermos, prisioneros, desnudos, hambrientos, sedientos.
Arturo Reynoso, SJ - ITESO