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La diferencia entre vivir tu sueño o vivir el sueño de Dios en tu vida

La interacción entre Jesús y Pedro nos muestra un conflicto fundamental en la vida cristiana: el choque entre la sabiduría humana y la voluntad de Dios

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Jer (20,7-9)

«Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir;
fuiste más fuerte que yo y me venciste.
He sido el hazmerreír de todos;
día tras día se burlan de mí.
Desde que comencé a hablar,
he tenido que anunciar a gritos violencia y destrucción.
Por anunciar la palabra del Señor,
me he convertido en objeto de oprobio y de burla todo el día.
He llegado a decirme: "Ya no me acordaré del Señor
ni hablaré más en su nombre".
Pero había en mí como un fuego ardiente,
encerrado en mis huesos;
yo me esforzaba por contenerlo y no podía».

SEGUNDA LECTURA

1Rom. (12,1-2)

«Hermanos: Por la misericordia que Dios les ha manifestado, los exhorto a que se ofrezcan ustedes mismos como una ofrenda viva, santa y agradable a Dios, porque en esto consiste el verdadero culto. No se dejen transformar por los criterios de este mundo; sino dejen que una nueva manera de pensar los transforme internamente, para que sepan distinguir cuál es la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto».

EVANGELIO

Mt. (16,21-27)

«En aquel tiempo, comenzó Jesús a anunciar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén para padecer allí mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que tenía que ser condenado a muerte y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y trató de disuadirlo, diciéndole: "No lo permita Dios, Señor; eso no te puede suceder a ti". Pero Jesús se volvió a Pedro y le dijo: "¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!"

Luego Jesús dijo a sus discípulos: "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre ha de venir rodeado de la gloria de su Padre, en compañía de sus ángeles, y entonces le dará a cada uno lo que merecen sus obras''».

“La diferencia entre vivir tu sueño o vivir el sueño de Dios en tu vida”

En este pasaje del Evangelio, Jesús revela a sus discípulos que debe ir a Jerusalén, sufrir y ser condenado a muerte. Sin embargo, Pedro reacciona negativamente y trata de disuadir a Jesús de seguir ese camino de sufrimiento. Pero Jesús, a diferencia del evangelio del domingo pasado, en donde le reconoce como la piedra en la que edificará su Iglesia, en esta ocasión lo reprende de inmediato con estas palabras: “¡Apártate de mí, Satanás, y no intentes hacerme tropezar en mi camino, porque tu modo de pensar no es el de Dios, sino el de los hombres!” (Mt 16,23).

Esta interacción entre Jesús y Pedro nos muestra un conflicto fundamental en la vida cristiana: el choque entre la sabiduría humana y la voluntad de Dios.Pedro, al igual que muchos de nosotros, estaba influenciado por las expectativas y los deseos humanos. No podía entender ni aceptar el sufrimiento y la muerte de Jesús como parte del plan divino para la salvación del mundo.

Para comparar ese momento con la vida cotidiana podemos citar a los más de 24 millones de estudiantes que regresaron a clases hace algunos días en nuestro país, en especial a los que se encuentran en el nivel medio superior. Ellos se encuentran en un gran dilema: elegir una carrera que vaya acorde a sus talentos y habilidades innatas o aquellas que ofrezcan mejores oportunidades de ingreso económico.

Los estudiantes de este nivel se sienten presionados por una sociedad que exige un nivel económico alto, ropa de marca, autos de lujo, entre otros accesorios para poder “ser alguien en la vida” y poco a poco van olvidando que lo más importante en sus vidas es desarrollar al máximo su potencia, convirtiéndose en la mejor versión de sí mismos, por lo que son, por lo que hacen y no por lo que tienen.

A lo largo de nuestra vida pensamos que una vez que hemos concluido los estudios universitarios o hemos elegido los trabajos que dejen más dinero, nos dejamos arrastrar por un mundo que ofrece la felicidad detrás del dinero, de la fama o del poder. Y conforme esas personas avanzan en esas ambiciones se van dando cuenta que van perdiendo poco a poco su razón de ser, su propósito de vida o su misma alma, pues en la misma búsqueda de la felicidad que está detrás de las propuestas del mundo solo encuentran su propia perdición.

En cambio, las personas que han descubierto la voluntad de Dios en sus vidas han encontrado el tesoro más preciado que el ser humano anhela desde su nacimiento. Quien descubre que servir es la oportunidad que Dios ha dado al ser humano para trascender, ha encontrado el sueño de Dios en su vida. He ahí la cruz de la que habla Jesús, la cruz del servicio al que hemos sido llamados. Jesús vino a cumplir una misión: dar su vida para redimir la nuestra y al final encontró la gloria divina de con su Padre.

Busquemos primero el reino de Dios que habita en el corazón de cada uno de nosotros para vivir la plenitud de nuestra vida a través de la misión que Dios ha soñado para cada hijo suyo. De esta forma, la cruz que tomaremos cada día será para nosotros la ofrenda que llevaremos cuando seamos llamados a su presencia. Recordemos que el fin último del corazón del hombre es la paz, esa paz que solo puede experimentarse al cumplir el deber encomendado por nuestro creador.

Del real al despótico “ánimo”

La madrugada del 25 de junio de 1767, varios grupos de soldados se apostaron en las puertas de las residencias y colegios novohispanos a cargo de los jesuitas. Las huestes reales traían la orden de ejecutar la Pragmática Sanción de su majestad católica en la que determinaba el “extrañamiento” -arresto y expulsión, así como el enajenamiento de los bienes muebles e inmuebles- de los jesuitas en todos los dominios de la Corona.

Desde 1572 la Compañía de Jesús había iniciado su labor formativa y misionera en el virreinato, y al cabo de casi dos siglos había establecido una red de 26 centros educativos (25 colegios y una universidad) y 11 colegios-seminarios (internados), así como una organización misionera en varias regiones del noroeste mexicano, desde la Baja California hasta Nayarit. Pero de golpe, toda esa estructura apostólica se vino abajo por órdenes del monarca, las cuales fueron motivadas -según su propia declaración- por razones que guardaba “en su real ánimo [pecho]”. Con el tiempo se accedió a más fuentes históricas, e incluso a la apertura de archivos reservados -como el llamado Archivo Campomanes- en los que se han buscado documentos para dilucidar las razones ocultas en el pecho carolino. Hasta hoy, y más allá de rumores sin sustento que en aquellos momentos se esparcieron, nada se ha encontrado que ilustre tan secretas razones. ¿Acaso tales razones más bien revelaban ambiciones desmedidas de quien ejercía el poder, por lo que era preferible “guardarlas”?

El 15 de agosto pasado, el gobierno nicaragüense incautó todos los bienes inmuebles y cuentas bancarias de la Universidad Centroamericana (UCA), universidad jesuita fundada en Managua en 1960. En esta ocasión, el poder político justificó su acción al calificar a la UCA como “centro de terrorismo” y transgresora del “orden constitucional”. Cuatro días después, la policía desalojó a los jesuitas de su casa, anexa a la UCA, y también incautó la propiedad de manera totalmente arbitraria. Y para rematar, el 23 de agosto aquel gobierno decretó la disolución de la Compañía en Nicaragua. Valga decir que, con la UCA, ya son 27 instituciones de educación superior confiscadas por el gobierno nicaragüense con razones -o sinrazones- igualmente falsas.

Ante la total ausencia de argumentos que justifiquen las acciones del poder nicaragüense, tal vez sería menos absurdo declarar que sus razones ahora también se guardarán no en el real, pero sí en su despótico “ánimo”.

Arturo Reynoso, SJ-ITESO
 

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