El servicio, legado de nuestro Señor Jesucristo
El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús poniendo en evidencia a los escribas y fariseos, autoridades judías que abusaron de su cargo
LA PALABRA DE DIOS
PRIMERA LECTURA
Malaquías 1, 14- 2,2. 8-10.
«"Yo soy el rey soberano, dice el Señor de los ejércitos; mi nombre es temible entre las naciones. Ahora les voy a dar a ustedes, sacerdotes, estas advertencias: Si no me escuchan y si no se proponen de corazón dar gloria a mi nombre, yo mandaré contra ustedes la maldición".
Esto dice el Señor de los ejércitos:
"Ustedes se han apartado del camino,
han hecho tropezar a muchos en la ley;
han anulado la alianza que hice
con la tribu sacerdotal de Leví.
Por eso yo los hago despreciables y viles
ante todo el pueblo,
pues no han seguido mi camino
y han aplicado la ley con parcialidad".
¿Acaso no tenemos todos un mismo Padre? ¿No nos ha creado un mismo Dios? ¿Por qué, pues, nos traicionamos entre hermanos, profanando así la alianza de nuestros padres?»
SEGUNDA LECTURA
Tesalonicenses 2, 7-9.13.
«Hermanos: Cuando estuvimos entre ustedes, los tratamos con la misma ternura con la que una madre estrecha en su regazo a sus pequeños. Tan grande es nuestro afecto por ustedes, que hubiéramos querido entregarles, no solamente el Evangelio de Dios, sino también nuestra propia vida, porque han llegado a sernos sumamente queridos.
Sin duda, hermanos, ustedes se acuerdan de nuestros esfuerzos y fatigas, pues, trabajando de día y de noche, a fin de no ser una carga para nadie, les hemos predicado el Evangelio de Dios.
Ahora damos gracias a Dios continuamente, porqueal recibir ustedes la palabra que les hemos predicado, la aceptaron, no como palabra humana, sino como lo que realmente es: palabra de Dios, que sigue actuando en ustedes, los creyentes».
EVANGELIO
Mateo 23, 1-12.
«En aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: "En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame 'maestros'.
Ustedes, en cambio, no dejen que los llamen 'maestros', porque no tienen más que un Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen 'padre', porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen llamar 'guías', porque el 'guía' de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido"».
El servicio legado de nuestro Señor Jesucristo
El Evangelio de este domingo nos presenta a Jesús poniendo en evidencia a los escribas y fariseos. Ellos son autoridades judías que abusaron de su cargo. En la experiencia general, una persona así genera desagrado, y lo que de verdad molestaba era su incoherencia. La coherencia es cuestión de relaciones que no presenta contradicción. En el caso de estos injustos, quebraron la relación al ponerse en el lugar de la religión y hasta usurpar el de Dios. Por eso la invitación del Evangelio es a ubicar cuál es nuestro lugar y preguntarme: en la religión ¿hago mi voluntad o la de Dios?
La experiencia del Cardenal San John Henry Newman, converso de la iglesia anglicana a la católica, fue que cuando llegó a la Iglesia abandonó su criterio propio, eligiendo la autentica verdad que es Cristo. De ahí que para ser coherentes nadie debe de ser llamado maestro, guía o padre, porque todos en el fondo somos alumnos, dirigidos e hijos de Dios.
Ahora que, si por los caminos de la vida has sido llamado a ser maestro, guía o padre, esa experiencia ha de ser vivida como San Pablo lo expresa a los tesalonicenses: no sólo transmitir contenidos, sino entregar la propia vida (Cf. 1 Tes 2, 8). En otras palabras, ser como Dios, quien sirve y entrega su vida a los hombres, manifestada en la persona de Jesucristo.
Queridos hermanos, vivir el servicio es la herencia de Jesús para nosotros y, frente a nuestro actual panorama de violencia y guerra, el hacerme servidor de los demás se vuelve un arma de paz y justicia. En fin, el servicio nos conviene a todos, ya desde nuestro peregrinar en este mundo, por eso vamos a la Iglesia: a aprender a ser servidores de los demás. Y nos prepara para la vida eterna dónde junto con los ángeles y santos alabaremos y serviremos a Dios por los siglos de los siglos. Buen domingo a todos.
Reaprender a vivir
Muchos jóvenes no leen el periódico, y menos la edición impresa, y conociendo que las personas de la tercera edad somos quienes utilizamos este recurso, mi comunicación se dirigirá a tales personas: ¿Cómo vivir nuestro tiempo con plenitud humana-cristiana? Es un reto no dejarnos invadir por este imaginario de que el mundo es de los jóvenes, y que, como no estamos en época productiva y no manejamos la tecnología como los jóvenes, estamos acabados. Tampoco quiero idolatrar tiempos anteriores o decir que nuestros tiempos fueron mejores. Tenemos que vivir con plenitud en estos tiempos.
Lo primero es cuidar nuestra salud con base en aquel dicho: “poca cama, poco plato y mucho zapato”. Con salud fisiológica y mental es más fácil ir aceptando que somos personas que estamos o jubiladas o con edad avanzada. Decía Carl Jung que “lo que no se acepta, no se puede cambiar”. Al citar esta frase me refiero a una aceptación profunda de la edad que tenemos, para que podamos visualizar y construir nuestros sueños. Estamos en una edad en la que lo mejor de nuestra vida está por suceder. Pero es necesario utilizar el tiempo para reinventarnos ante los nuevos retos que se nos presentan. Insisto en el verbo inventarnos, dejar las quejas, dejar los resentimientos, los “hubiera” o “hubiese”, y volver a imaginar nuestro futuro.
Si hacemos caso al Espíritu Santo que habita en nosotros, Él incendiará nuestro interior para volver a pasar por nuestro corazón tantos recuerdos bellos que tenemos. Somos lo que recordamos. Bien dice San Juan que hay que renacer de nuevo para ver a Dios y vivir como el viento, que no sabemos de dónde viene ni ha donde nos lleva, así son los que viven bajo el Espíritu (Jn 3,3-8). Así, hay que romper con paradigmas y caminos que nos han servido, pero que ahora quizá ya no nos sirven.
La fuerza del resucitado nos regalará caminos nuevos y nos dará un horizonte abierto y nuevo. Invito a no centrarnos en nosotros mismos ni en los traumas de la edad, sino en compartir la vida, escuchar, descubrir nuestra realidad con una nueva mirada, para ser viejos sabios, felices, que seguimos soñando.
José Martín del Campo, SJ - ITESO