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A Dios, lo que es de Dios

Al Estado le corresponde dar pautas para la convivencia humana, pero sin exigir lo que pertenece solo a Dios: la conciencia, la adoración y la moral

LA PALABRA DE DIOS

PRIMERA LECTURA

Is 45, 1-6.

«Así habló el Señor a Ciro, su ungido,
a quien ha tomado de la mano
para someter ante él a las naciones
y desbaratar la potencia de los reyes,
para abrir ante él los portones
y que no quede nada cerrado:
"Por amor a Jacob, mi siervo, y a Israel, mi escogido,
te llamé por tu nombre y te di un título de honor,
aunque tú no me conocieras.
Yo soy el Señor y no hay otro;
fuera de mí no hay Dios.

Te hago poderoso, aunque tú no me conoces,
para que todos sepan, de oriente a occidente,
que no hay otro Dios fuera de mí.
Yo soy el Señor y no hay otro"».

SEGUNDA LECTURA:

1 Tes 1-5.

«Pablo, Silvano y Timoteo deseamos la gracia y la paz a la comunidad cristiana de los tesalonicenses, congregada por Dios Padre y por Jesucristo, el Señor.

En todo momento damos gracias a Dios por ustedes y los tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar las obras que manifiestan la fe de ustedes, los trabajos fatigosos que ha emprendido su amor y la perseverancia que les da su esperanza en Jesucristo, nuestro Señor.

Nunca perdemos de vista, hermanos muy amados de Dios, que él es quien los ha elegido. En efecto, nuestra predicación del Evangelio entre ustedes no se llevó a cabo sólo con palabras, sino también con la fuerza del Espíritu Santo, que produjo en ustedes abundantes frutos».

EVANGELIO

Mt 28, 16-20.

«En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea y subieron al monte en el que Jesús los había citado. Al ver a Jesús, se postraron, aunque algunos titubeaban.

Entonces Jesús se acercó a ellos y les dijo: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándolas a cumplir todo cuanto yo les he mandado; y sepan que yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo". Palabra del Señor».

(Otra opción)

Mt 22, 15-21

«En aquel tiempo, se reunieron los fariseos para ver la manera de hacer caer a Jesús, con preguntas insidiosas, en algo de que pudieran acusarlo.

Le enviaron, pues, a algunos de sus secuaces, junto con algunos del partido de Herodes, para que le dijeran: "Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie. Dinos, pues, qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al César?"

Conociendo Jesús la malicia de sus intenciones, les contestó: "Hipócritas, ¿por qué tratan de sorprenderme? Enséñenme la moneda del tributo". Ellos le presentaron una moneda. Jesús les preguntó: "¿De quién es esta imagen y esta inscripción?" Le respondieron: "Del César". Y Jesús concluyó: "Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios"».

A Dios, lo que es de Dios

En los últimos domingos, el evangelista Mateo nos ha planteado el rechazo que algunos grupos manifiestan a Jesús en Jerusalén. Este domingo Mateo expone cómo los fariseos y herodianos intentan, por medio de una pregunta, poner una trampa a Jesús sobre la licitud de pagar o no pagar impuestos al emperador romano.

La pregunta pone a Jesús en una disyuntiva: si la respuesta es a favor o en contra del César, de cualquier forma se conduce a una dinámica en la que al emperador se le otorga una soberanía absoluta. Jesús, conociendo las perversas intenciones de los fariseos y herodianos, al responder deja claro que hay alguien que está sobre todo rey terrenal, y a quien toda persona pertenece en su totalidad. Desde esta perspectiva, se dejan fuera aquellas interpretaciones de que Jesús contrapone a la persona entre el ámbito religioso y el ámbito civil, pues toda persona que tiene a Dios como principio y fundamento de su vida integra a su acontecer cotidiano lo religioso y lo civil.

Dios, como principio y fundamento de toda persona, está por encima del César. Por ello, Jesús al contestar replantea lo cuestionado por los fariseos: “Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Tal formulación permite ver que no hay comparación entre Dios y el emperador, pues todo lo creado le pertenece a Dios y está con relación a él.

Asimismo, esta respuesta de Jesús abre espacio para reflexionar sobre situaciones en las que podemos caer ante preguntas maliciosas, que solo buscan confrontar y polarizar situaciones tan complejas como lo es, por ejemplo, el actual conflicto armado entre Palestina e Israel, donde cientos de personas inocentes, de ambos lados, han perdido la vida. Ante esta situación, si alguien nos preguntara si es lícito apoyar a Israel o a Palestina, ¿qué responderíamos? ¿Qué respondería Jesús?

El mundo nos lanza cuestionamientos muchas veces tramposos, donde pareciera que sólo tenemos dos salidas: a favor o en contra. Antes de dar una respuesta afirmativa o negativa, tenemos la posibilidad, como lo hizo Jesús, de profundizar el estado de la cuestión, y así salir de las dinámicas perversas que sólo buscan deshumanizar a la sociedad.

Ricardo Machuca, SJ - ITESO

Ponen a prueba a Jesús

Los fariseos intentan ponerle una trampa a Jesús, preguntándole si era lícito pagar tributo al César o no, más conociendo sus intenciones de hipocresía responde que deben dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Este episodio del evangelio resalta la admirable sabiduría de Dios, bajo el dilema: si dice que hay que pagar, entonces se ganaría la antipatía de los judíos que no podían soportar la opresión de los romanos, y si hubiera dicho que no hay que pagar, entonces se ganarías la ira de los romanos, que lo verían como un revolucionario, pero Jesús da una respuesta que se remonta a un nivel superior.

Con esta respuesta, Jesús distingue los ámbitos terrenales y espirituales, dando a entender cómo al Estado le corresponde dar pautas para la convivencia humana, pero sin exigir lo que pertenece solo a Dios: la conciencia, la adoración y la moral.

Por un lado, la moneda lleva la imagen del emperador y por eso le pertenece a él, de tal manera que, si el hombre es imagen de Dios, le pertenece a Dios que es su creador. La imagen de Dios no está grabada en una moneda, sino en el corazón del hombre. A Dios le debemos nuestra propia vida, la cual es el don fundamental que nos ha dado y la expresión primordial de su amor por nosotros y la humanidad. Jesús vino y viene para restaurar esa imagen manchada por el pecado, para recordarnos que somos obra suya y destinados a la gloria. Estando abiertos al amor de Dios y su misericordia, siempre tendremos mucho para dar a todos, al estado, a la comunidad y al prójimo que nos rodea.

Por otro lado, pagar legalmente los impuestos para un cristiano y para toda persona honesta, es un deber de justicia, una obligación de conciencia, ya que, garantizando el orden, el comercio y todos los servicios, el estado da al ciudadano algo por lo cual tiene derecho a una contrapartida, precisamente para poder seguir dando tales servicios, ello supone naturalmente que también el estado sea justo y equitativo.

La colaboración de los cristianos en la construcción de una sociedad no se agota con pagar impuestos, debe extenderse a la promoción de los valores comunes, como son la familia, la defensa de la vida, la solidaridad con los más pobres, la paz, el respeto al prójimo, la capacidad de autocrítica, son rasgos que un discípulo de Cristo debe llevar a todas las cosas.

De igual manera, el cristiano está libre para obedecer al Estado, pero también para resistirle cuando éste se pone contra Dios y su ley. Antes que a los hombres, hay que obedecer a Dios y a la propia conciencia, no se debe dar al César el alma que es de Dios.

Jesús presenta la posibilidad al pueblo de ser fiel a la alianza con Dios, les concede la fe necesaria para ser levadura en su tierra y en el mundo hacer presente el reino de Dios. Dios les había dado todo lo necesario para ser su pueblo.

Debemos de preparar lo que debemos de dar al César o al Estado, según ciertas condiciones y obligaciones, que forman parte del proceso y,  al mismo tiempo,  en cuanto a Dios, debemos ser luz para iluminar las tinieblas de nuestro tiempo.

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