El rompecabezas de los independientes
Más de una treintena de aspirantes buscan la presidencia a través de la vía independiente, desde excomunicadores hasta militantes de partidos o líderes indígenas
Las candidaturas independientes fueron promovidas como la panacea frente a la corrupta partidocracia. Subido en su efervescencia inicial, la elección intermedia de 2015, más de alguno vaticinaba el advenimiento de un México sin partidos políticos. Un cúmulo de analistas, que confunden deseo con realidad, redactaban el epitafio del sistema de partidos. Las redes sociales, y las nuevas formas de entender la comunicación, serían el escenario final del afianzamiento de los independientes como los salvadores de la democracia mexicana.
La euforia pasó y el tiempo se encargó de poner a los candidatos externos a los partidos políticos, en su lugar. El papel de los independientes comenzó a ser fundamental en lo local, como dinamizadores de la competencia política municipal o distrital. Ningún independiente pudo colarse con fuerza a nivel estatal en 2016 y 2017, quedando circunscritos a elecciones a presidente municipal y diputados. La figura no fracasó, ya que eso sólo lo puede decir quien tenía expectativas desmedidas sobre el rol de los candidatos independientes. Es más exacto decir que la vía independiente encontró su dimensión adecuada.
En la elección presidencial de 2018, la vía independiente tendrá un peso difícil de sopesar a ocho meses de la elección. Por un lado, hasta 37 aspirantes se registraron en días pasados en el Instituto Nacional Electoral. Hay de todo: gobernadores en funciones -el Bronco; líderes de comunidades indígenas- Marichuy; comunicadores-Ferriz de Con; militantes partidistas que no obtuvieron candidatura, Ríos Piters o Margarita Zavala. Seguro, entre la treintena, hay quien sabe que no alcanzará las firmas, quien sólo quiere recaudar dinero (pueden gastar hasta 33 millones de pesos para recabar las 866 mil firmas en 17 estados que pide la ley), y no falta el que le esté haciendo el juego a un partido político o al sistema.
La realidad es que las reglas están diseñadas para evitar que un número inmanejable de independientes llegue a la boleta. Primero, por los requisitos. Aunque el INE habilitó una aplicación que permite recabar las firmas con más facilidad, lo cierto es que el número y la dispersión geográfica son candados innegables. Y, dos, un ciudadano sólo puede firmar y apoyar a un candidato. Esto quiere decir que para que los 37 independientes obtengan su registro, deberían firmar 30 millones de mexicanos -más o menos un 37% de la lista nominal de electores-. No es descabellado señalar que serán sólo dos o tres aspirantes independientes los que logren cumplir los requisitos, quienes tengan más estructura y apoyo económico.
La irrupción de los candidatos independientes a Los Pinos tiene dos elementos positivos y dos consecuencias negativas. En la parte positiva, una candidatura independiente creíble y respaldada podría marcar la agenda de discusión de la campaña. ¿No sería positivo que Marichuy fuera capaz de ponernos frente a ese México racista, elitista, clasista, que pretende negar la existencia de lo indígena? ¿Realmente hablaríamos de la “condición indígena” si ella no estuviera en la boleta? El rol de los independientes, en este asunto en específico, puede ser o las bufonadas del “Bronco” o planteamientos serios que rompan la monotonía electoral y la cerrazón de los partidos políticos.
Otra vertiente positiva es la candidatura independiente como plataforma de denuncia. Lo hemos visto con Pedro Kumamoto en Jalisco: una parte importante de su trabajo ha sido denunciar cómo opera la clase política en el Congreso. Su fuerza política, como representación legislativa, no le permite transformar de fondo esas realidades, pero la denuncia funciona para entender las entrañas de una institución opaca.
De la misma forma, en una elección, un candidato independiente-con credibilidad y autonomía- podría denunciar el gasto exorbitado, la compra de votos y todas esas prácticas nocivas para la democracia. Es cierto, a ningún independiente le ajusta, hoy en día, para ganar una elección, pero eso no quiere decir que su papel, sea irrelevante.
Sin embargo, no todo es “miel sobre hojuelas” con la irrupción de los candidatos independientes en la elección presidencial. De entrada, fragmentan el voto y, dicha dispersión, no necesariamente obedece a diferencias ideológicas o de visión sobre el país que queremos construir.
Tal vez excluyendo a Marichuy, pero el resto de los candidatos independientes son rupturas al interior de la clase política. Margarita Zavala no obtiene la candidatura presidencial y rompe. Armando Ríos Piters no obtiene la candidatura a gobernador de Guerrero y se va de independiente.
La fragmentación es positiva para la democracia si responde a la heterogeneidad social, si no sólo es reproducir el mismo modelo partidocrático.
Y una segunda deriva nociva: los independiente podrían ser funcionales como lo han sido los partidos minoritarios en México. Los partidos chicos tendrían que ser, si nos vamos por la teoría, un vehículo que represente a minorías y traslade su agenda y demandas a los congresos y a las instituciones. No lo han sido. Dígame el partido que sea: el Verde es un negocio familiar, rentable para dar mayorías. El Partido del Trabajo es una rémora que succiona lo que puede mientras habla de Corea del Norte. Algo similar podría ocurrir con los independientes: un anzuelo ante ese electorado que ya no cree en los partidos políticos pero que podría ser seducido por un candidato externo que juegue bien la carta de la impostura.
Como vemos, los candidatos independientes se mueven entre los dos extremos: abrazar la crítica al sistema a través de una agenda atrevida que sacuda las entrañas mismas del sistema de partidos o ser simplemente una cara más de un sistema que encuentra como sobrevivir cuando se encuentra frente a la pared. Es decir, jugar un papel de denuncia o hacerles el trabajo sucio a los partidos políticos más representativos del país. Lo cierto es que uno de cada dos mexicanos está dispuesto a votar por un candidato independiente y dos de cada tres ya no simpatizan con ningún partido. La arena está puesta para que los candidatos independientes sean relevantes en 2018, veremos si será para fortalecer la democracia o para profundizar su desprestigio.