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Amarante, la joya escondida de Portugal

Descubre las maravillas que tiene para enseñar una de las ciudades de la Península ibérica con mayor historia

La cultura vitivinícola de Portugal guarda en Amarante uno de sus mayores protagonistas: el vino verde. Esta pequeña ciudad al Norte del país se encuentra dentro de la denominación de origen de este tipo de vino (ceñida por los ríos Douro y Minho), con una producción de vinos muy peculiar en el universo de las uvas. En particular, la cepa a la que recurren los productores es principalmente la Alvarinho, nativa de la región y nos otorga un importante vino joven, fresco y afrutado, ligeramente espumoso y con tintes ácidos.

La referencia al color verde no es por su colorido (puede ser blanco, espumoso o tinto, aunque estos últimos son menos frecuentes): el apelativo de “vino verde” es porque la región donde se produce forma parte de la Costa Verde, además de que se utilizan uvas jóvenes, apenas maduradas (la vendimia es temprana por ese objetivo).

Pero la bebida fermentada no es lo único que ostenta Amarante para sus visitantes. La ciudad es la cuna del escritor Teixeira de Pascoaes (1877-1952), poeta y ensayista cuya casa se conserva tal como la dejó. La próxima Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que contará con Portugal como país invitado de honor, retomó un verso de Teixeira para su eslogan: “El futuro es una aurora del pasado”. Pascoaes fue un protagonista de la vida política y cultural de su país en la primera mitad del siglo XX. En su casa-museo (ocasionalmente abierta para visitas guiadas) se encuentra una importante colección de pinturas y fotografías, pertenecientes a sus amigos creadores.

El recorrido por su hogar incluye echar un vistazo a cómo vivió el escritor, pasando por parte de su biblioteca, su recámara austera, una “gayola” con una envidiable vista al paisaje (donde se sentaba a escribir) y varios puntos de encuentro donde recibía a sus visitas. Se suele decir que en uno de esos rincones se discutió el devenir del país en varias ocasiones, pues los amigos que recibía en su casa eran hombres de poder o al menos cercanos, a la par de sus amigos escritores. Como registro de las visitas, hay placas con los nombres y fechas, como el escritor español apasionado por la cultura portuguesa, Miguel de Unamuno, o el barcelonés Eugenio D’Ors. Otro espacio para las visitas es una pequeña sala construida al exterior de la sala, con amplias ventanas para gozar del paisaje: en las paredes hay versos escritos con lápiz que el mismo Teixeira escribió.

Otro hijo pródigo de Amarante es el artista Amadeo de Souza-Cardoso, al que la ciudad honra con un museo que lleva su nombre. Nacido en 1887, Amadeo murió relativamente joven en 1918. Sus 30 años de vida le alcanzaron para ser un precursor del arte moderno en su país, al haberse acercado a las vanguardias europeas. El Museo Amadeo de Souza-Cardoso guarda una colección de sus obras, tanto lienzos como caricaturas hechas en carboncillo o tinta china. El museo recibe exposiciones temporales, al mismo tiempo que se expone parte de su acervo, como una serie de bustos de escritores portugueses como el propio Teixeira de Pascoaes o Miguel Torga.

El postre

La gastronomía portuguesa da para mucho, y en Amarante también hallaremos varias opciones para cerrar una buena comida, con sus dulces típicos. La característica que hace especiales a estos postres es que se preparan con azúcar y yema de huevo, nada más.

Con sus diferentes técnicas se crean los llamados foguetes, léiras, papos de anjo, brisas de Támega (“brisas” del río que cruza la ciudad) o los São Gonçalos (por São Gonçalo de Amarante, santo patrono). No aptos para diabéticos, estas joyas de la repostería lusa se consiguen en la clásica Confeitaria da Ponte (desde 1930), un local contiguo al puente que cruza el río principal, y que cuenta con varias composiciones en verso que resaltan la tradición de estos dulces.

La belleza visible

Arquitectónicamente, Amarante es también un sitio atractivo, con construcciones que datan de siglos pasados, como su iglesia y convento de San Gonçalo (en la foto). Construido desde 1540 y hasta el siglo XVIII, este inmueble sacro combina estilos renacentistas, barrocos y manieristas, e incluyeron claustros que ahora se utilizan para fines civiles (el museo de Souza-Cardoso es uno de ellos).

La iglesia y el convento siguen en activo en su faceta religiosa, aunque igualmente se pueden visitar para apreciar el arte sacro que resguardan. Al interior hay pinturas en piedra y madera, en estilos como el neoclásico o el barroco. Para abonar en la cultura, la iglesia es sede de conciertos de música sacra, con una programación constante.

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