México

Todo el poder a los militares

¿Estamos dispuestos a permitir que se empodere desmedidamente al Ejército?

“Las fuerzas armadas no anhelamos ningún poder”, dijo Luis Cresencio Sandoval, cabeza de las fuerzas armadas durante los festejos por el 110 aniversario de la Revolución Mexicana. Sin embargo, las palabras del general secretario contrastan con la realidad. El Ejército mexicano lleva al menos 14 años siendo el cimiento de la estrategia de seguridad del país. Y durante la Presidencia de Andrés Manuel López Obrador, los militares se han empoderado como nunca antes. Dinero, impunidad y atribuciones, todo a cambio del sometimiento y apoyo del Ejército a la autollamada Cuarta Transformación. 

La influencia del Ejército en el proyecto de López Obrador es innegable. Un botón de muestra: la subordinación de la relación bilateral con Estados Unidos al indulto para el exsecretario Salvador Cienfuegos. El Gobierno de López Obrador dobló las manos con Estados Unidos cuando se trató de migrantes o de defender la dignidad de nuestro país frente al discurso xenófobo de Donald Trump. No obstante, López Obrador reaccionó con furia cuando Estados Unidos detuvo a Cienfuegos. “Es un asunto de Estado”, dijo. “Estaba en riesgo el prestigio del Ejército…a nadie se le van a fabricar delitos”, declaró en la mañanera. Es constatable la doble moral del Gobierno mexicano en la relación bilateral. México pidió inmunidad. Pidió impunidad para Cienfuegos. 

La pregunta que queda es: ¿Qué peligro corremos frente al empoderamiento del Ejército? ¿Existen riesgos para nuestros derechos y libertades si se traza una alianza entre el poder político y el militar? ¿La sintonía entre los militares y el Gobierno es simple lealtad institucional o la relación está yendo más lejos? ¿Daña a la democracia? ¿Nos debe preocupar?

Civilización y desmilitarización son dos conceptos que están íntimamente ligados. Entendemos la civilización como la primacía del poder de los ciudadanos. Entendemos que la fuerza de los militares debe estar sujeta a control del poder civil, del poder emanado de la ciudadanía. Incluso, en muchos países, la Defensa Nacional —la representación ministerial del Ejército— debe recaer en un civil. En el caso mexicano, los resabios del fuero militar y el hecho de que sea un militar quien encabece la Defensa Nacional, son deudas históricas que el Estado mexicano no ha podido acometer con éxito. Sin embargo, la función del Presidente como líder de las Fuerzas Armadas supone que los militares están bajo las órdenes del poder civil. 

En América Latina, la relación entre los militares y el poder civil ha sido de terror. La región ha sufrido golpes de estado recurrentes. Tras eso, el establecimiento de dictaduras militares cruentas y sanguinarias. En México, el arreglo posrevolucionario envió a las tropas al cuartel. El grupo vencedor de la Guerra Civil acordó con el Ejército el respeto al poder civil a cambio de inmunidades, impunidades y fueros. Al igual que el pacto con los trabajadores o los campesinos, los gobiernos emanados de la Revolución supieron pacificar al país y encerrar a los militares en los cuarteles. Un pacto histórico que se rompió con la utilización, por parte de Felipe Calderón, del Ejército para combatir al crimen organizado. 

López Obrador criticó el abuso que se hizo de las fuerzas armadas. Tuvo durante casi toda su vida política, una narrativa contra la militarización del país. Empero, al llegar al poder, cambió de opinión. Las críticas se convirtieron en apapachos, la petición de justicia en impunidad y los reclamos del Ejército se convirtieron en prioridades del Ejecutivo. Bueno, al grado que el Presidente utilizó su mayoría legislativa para borrar de un plumazo los fideicomisos de ciencia, tecnología, cine y deporte, pero mantuvo los fideicomisos de la SEDENA. El Ejército es una de las columnas vertebrales del proyecto obradorista; “es pueblo uniformado” diría López Obrador. 

El caso Cienfuegos ilustra muy bien el riesgo de empoderar desmedidamente al Ejército. El ex titular de la Defensa Nacional fue acusado en Estados Unidos de ser protector de criminales. Protector del narcotráfico en México. Acusaciones gravísimas. Durante el sexenio anterior, Cienfuegos empujó con vehemencia la otrora Ley de Seguridad Interior que normalizaba la militarización del país y le concedía protección especial a las fuerzas armadas. Un Ejército implicado en construir aeropuertos, gestionar las aduanas, administrar fideicomisos, controlar la Guardia Nacional, y un larguísimo etcétera, se convierte en un cuerpo incontrolable por la legislación. El poder de los poderes. Un Ejército leal al Presidente, pero no leal a la ciudadanía. Un Ejército que se sabe impune y, por lo tanto, no sujeto a rendirle cuentas a la ciudadanía. Como dirían en inglés: “too big to fail” (un gigante que no puede fallar). 

Otras realidades nacionales nos deben alertar sobre lo peligroso que es empoderar a los militares. Cuando el Ejército se convierte en un cimiento más del proyecto político que gobierna, la democracia agoniza. Un Ejército debe ser leal a la Constitución y leal a la democracia. Los militares no ponen gobernantes. Los militares acatan lo que mandata el elector en las urnas. Sin embargo, la simbiosis entre Morena y los militares es muy preocupante. López Obrador se jugó buena parte de su capital político por salvar al general Cienfuegos. ¿Por qué era tan importante traer al general a territorio mexicano? No hay que ser muy listo para saberlo: Cienfuegos tiene información para hacer caer a quien sea. A los de antes y a los de hoy. 

La preminencia que están tomando los militares en nuestra vida pública nos debería alarmar. Las atribuciones de un Ejército en democracia y tiempo de paz, son clarísimas: proteger la soberanía nacional, ayudar a superar desastres nacionales, pero como dice el artículo 129 de la Constitución: ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar. Está probado que la ampliación de la intervención del Ejército lleva a más violaciones en Derechos Humanos y un riesgo incalculable para la democracia. Los militares en México, hoy por hoy, están concentrando mucho más poder que aquello que es sano en una democracia. Hemos hecho muchas cosas mal en nuestra historia, pero el rol de las fuerzas armadas, durante el siglo XX, no era uno de esos. La utilización del Ejército daña a la democracia y daña, también, a las fuerzas armadas mismas.

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