Make Pemex great again
Revivir petróleos mexicanos es el sueño del presidente
Andrés Manuel López Obrador culpa al neoliberalismo de la situación económica que vive México. Pero no sólo de la desigualdad, la pobreza y la precariedad laboral, sino también de la corrupción, la deshonestidad, la desintegración de las familias, el abandono de la escuela pública, la pérdida de valores, la quiebra del IMSS y el huachicoleo. Es el metarrelato presidencial: el modelo económico neoliberal es la raíz de todos los males que afectan a la nación. Incluido, como no podría ser de otra forma, el declive de Petróleos Mexicanos (Pemex) y la decadencia de México como gigante energético.
Por supuesto que la delicada situación de la empresa productiva del Estado, la petrolera más endeudada del mundo, tiene que ver con el neoliberalismo. El abandono del Instituto Mexicano del Petróleo y la apuesta por una reforma de mercado como la que impulsó Enrique Peña Nieto en el sexenio anterior. Sin embargo, la decadencia de Pemex no sólo se explica por el modelo neoliberal. No podemos sacar de la ecuación la corrupción del Sindicato (nada neoliberal), la cobardía política de gobiernos anteriores para impulsar una reforma fiscal que aligerara el peso presupuestal de Pemex o la falta de inversión para encontrar nuevos yacimientos que sustituyeran a Cantarell. Es decir, México ya no es una potencia energética, y sin embargo en la mente del mexicano promedio sigue existiendo la idea de que lo somos.
La voracidad de gobiernos anteriores, federales y estatales, que se engulleron el bono energético que tuvimos desde el sexenio de Vicente Fox. ¿En qué acabó el dinero que provino de la exportación de crudo? En hospitales sin camas; escuelas abandonadas; carreteras a sobreprecio, sueldos y privilegios para los funcionarios públicos, en campañas electorales, en gobernadores corruptos, y un larguísimo etcétera. Durante 10 años, la tercera parte de los recursos públicos provenían de Pemex. Hoy, esa cifra está por debajo del 10%. La borrachera de aquellos ayeres es la cruda de hoy. De aquellos barros, estos lodos.
México produce hoy 1.6 millones de barriles de petróleo, 80% menos que su mejor nivel en el sexenio de Felipe Calderón. Para que nos demos una idea, Estados Unidos y Arabia Saudita producen más de 11 millones y México ya no está entre los 10 mayores productores del planeta. Y en términos de reservas tampoco: Venezuela encabeza la lista con 300 mil millones de barriles y México tiene seis mil millones de barriles. Si no existe una gran inversión en exploración, México podría no tener petróleo en menos de una década. La otrora potencia energética latinoamericana, hoy tiene menos reservas que Brasil o Estados Unidos. Ante esta situación existían dos salidas: la del Pacto por México que optó por abrir la participación de privados (que no ha dado los resultados esperados un lustro después) o la recuperación de Pemex como el eje estratégico de la política energética nacional. López Obrador apuesta por esta segunda.
Pemex es un símbolo muy especial para el nacionalismo mexicano. La expropiación petrolera es un hito que celebramos como la preminencia de la soberanía mexicana frente a las potencias mundiales que querían el tesoro negro del Golfo. No ha habido encuestas recientes, pero las que se levantaron previas a la reforma energética de 2014, señalan que entre un 57 y un 75% de los mexicanos está en contra de que exista capital privado en la empresa estatal. Y si a esto le añadimos que se creó un discurso que culpó a la reforma energética del gasolinazo de 2017, es innegable que la apertura y privatización no son muy populares. Es el área de la administración pública que más inflama el nacionalismo.
López Obrador quiere resucitar a Pemex como sea. Sacarlo de terapia intensiva para que vuelva a ser la jugadora hegemónica del mercado. Desde que comenzó el sexenio, el Presidente prometió un ambicioso proyecto de rescate que tranquilizara a los mercados. Hasta el momento, el rescate ha quedado en una inversión superior a 100 mil millones de pesos para enfrentar compromisos de deuda, la apuesta por la refinería en Dos Bocas -150 mil millones de pesos- que también construirá Pemex ante el desinterés de las empresas invitadas y una promesa de aligerar la carga fiscal de la empresa pública. Aunque en el presupuesto, los recursos que paga Pemex al Estado suben un 11% con respecto a 2018 para alcanzar los 524 mil millones de pesos. De la misma forma, se ha barajado la posibilidad de utilizar recursos del Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios (FEIP), para capitalizar a Pemex.
En el mismo sentido, detrás del rescate a Pemex y la vuelta al control estatal del mercado energético, está la idea de la autosuficiencia energética. El modelo de seguridad energética. ¿Qué quiere decir esto? No depender de las refinerías de Texas; producir el petróleo, pero consumirlo internamente; ser capaces de refinar en suelo mexicano los más de 700 mil barriles que consumimos diariamente. El proyecto de la refinería de Dos Bocas, tan controversial por los costos y su impacto ambiental, está fincado en la idea de la independencia energética. Incluso, el combate al huachicol tiene una dimensión que corre en paralelo. El asunto es: ¿estamos debatiendo de fondo el modelo energético nacional? Más allá de la rentabilidad económica, ¿tenemos un proyecto para la revolución de las energías limpias que está teniendo lugar en las economías más prósperas?
En el fondo, el debate sobre el modelo energético es una definición sobre el tipo de país, la economía y la sociedad que queremos construir. Si revisamos el Plan Nacional de Desarrollo, veremos escasas referencias, y muy superficiales, a las energías renovables. En el caso del transporte público, solo hay dos referencias y todo relacionado a la inseguridad. Parece que el retorno al nacionalismo energético no sólo tiene la carga simbólica que hemos descrito, sino que también es la profundización de un modelo atado a los combustibles fósiles, a la dependencia del auto y sin ninguna estrategia para combatir los efectos del cambio climático. En muchos países europeos, se dejarán de vender autos que utilizan gasolina en 2025, y sin embargo en México toda la política energética se reduce a un solo ente: Pemex. Y desde una visión muy tradicional y con una idea de soberanía energética que es más propia de los años del desarrollismo que de los retos económicos que enfrenta México hoy en día. Parafraseando a Donald Trump: parece que la idea es “Make Pemex great again”, cueste lo que cueste.