López Obrador contra sí mismo
Jesús Sílva Herzog-Márquez formó parte del programa De muro a muro, organizado por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, donde el politólogo y analista político habla del futuro democrático del país
Jesús Silva-Herzog Márquez se ha mostrado como crítico a las formas del poder. Señalado por el Presidente de “articulista conservador con apariencia de liberal”, el intelectual aborda los retos de la oposición partidista, de los nuevos contrapesos del poder y de las consultas que realizó el Movimiento de Regeneración Nacional durante los meses de transición.
-¿Cuáles son los principales retos democráticos que enfrenta el país a partir hoy?
-Encuentro dos retos complejos. El primero es cumplir con las expectativas generadas en la elección de julio. El candidato López Obrador ofreció un cambio radical, implantar un nuevo modelo económico, refundar la República, terminar la corrupción, pacificar al país. No será fácil cumplir con las expectativas. El segundo reto es el activar equilibrios. La elección dio, por primera vez en mucho tiempo, mayoría al partido del Presidente. López Obrador será, por decisión de los electores, el Presidente más poderoso de la era democrática. Corremos el riesgo de perder instancias que prendan alarmas, que hagan críticas, que exija cuentas. No será fácil por la crisis de las oposiciones.
-¿Qué podemos esperar de un Gobierno que ejerce mayoría en los legislativos pero no tiene la presencia suficiente en las gubernaturas? ¿Habrá un choque como lo sugiere el gobernador electo de Jalisco?
-Es perceptible ya la tensión entre el Gobierno federal y los gobiernos estatales. La iniciativa de compactar las representaciones federales no puede ser considerada como una inocente decisión de austeridad. Hay una explícita intención centralizadora. Se trata de una intervención política que puede alterar los espacios de autonomía local. De ahí la reacción de un número importante de gobernadores. De ese litigio cuelga buena parte del futuro de la siguiente administración.
-¿Cuál es su lectura a la legitimación de proyectos por medio de las consultas? ¿Qué opinión le merece este tipo de ejercicio participativo?
-La manera en que se han organizado las consultas es, simplemente, una farsa. No son, en el fondo, consultas sino instrumentos de legitimación. Si nos tomamos en serio el proyecto de impulsar una “democracia participativa” habría que hacerlo con seriedad. Por ello sería indispensable abrir tiempos y espacios al debate, exigir que las preguntas que se someten a la población de los ciudadanos sean neutrales y no grotescas manipulaciones y colocar a una institución confiable y neutral la organización y el conteo de los votos.
-En un Gobierno con una mayoría legislativa, con amplio apoyo popular y con el manejo del presupuesto cada vez más centralizado, ¿de dónde deben surgir los contrapesos?
-Los contrapesos no estarán ya en el Congreso. El Poder Legislativo tiene una mayoría muy clara (aunque desordenada) y oposiciones disminuidas que atraviesan crisis internas profundísimas. Veo semillas de contrapeso en los gobiernos locales; en las organizaciones de la sociedad civil, en los medios de comunicación. Cada uno, por supuesto, tiene retos complejos por delante para cumplir con esa responsabilidad pero creo que ahí (en la batalla contra el centralismo, en la organización autónoma y en la prensa crítica) pueden abrirse espacios alternativos.
-¿Cómo ve a la actual oposición partidista? ¿Logrará recomponerse?
-Las oposiciones no solamente sufrieron una derrota histórica el 1 de julio. No solamente vieron brutalmente disminuida su presencia en las instituciones representativas sino que cayeron en una crisis interna muy delicada. El PRI vive una crisis histórica. Ha perdido la Presidencia y no parece tener refugios locales sólidos. Encara también el poderoso magnetismo de Morena que puede persuadir con facilidad al elector y a los cuadros tradicionales del PRI. El PAN sigue enredado en un pleito interno. No han sido capaces sus dirigentes y sus figuras de pactar la convivencia para asentarse como una oposición mínimamente coherente.
-Entre algunos tumbos desde la elección, ¿qué sí hizo bien, durante la transición, López Obrador?
-La incorporación de un representante del (entonces) Presidente electo en el equipo que renegoció el TLC fue un acierto. La prolongación de su vigencia (aunque haya todavía nubes por delante) ofreció tranquilidad al país.
-Finalmente, ¿bastará la creación, militarizada, de una Guardia Nacional para bajar los índices de violencia? ¿Es tiempo de afrontar que somos un Estado fallido?
-No encuentro en los expertos en seguridad ningún entusiasmo por la estrategia de seguridad que ha anunciado el futuro gobierno. No solamente se trata del abandono del discurso en el que se insistió durante la campaña sino que es la ratificación de una estrategia que no ha dado resultado en los últimos dos sexenios. No me parece esclarecedora la denominación de “estado fallido”. Creo que es mejor decir que tenemos en muchos ámbitos de la vida mexicana, en espacios territoriales amplios, una ausencia de Estado.