¿Las calaveritas de azúcar se comen?
Un altar de muertos sin calaverita de azúcar, es un altar vacío
En México, la muerte es vista de una manera singular. Aunque experimentamos el dolor y la tristeza por la pérdida de seres queridos, hallamos consuelo en la creencia de que podemos recordarlos cada año durante el mes de noviembre.
La riqueza cultural y las tradiciones de México han moldeado una perspectiva única sobre la vida y la muerte, que no solo nos identifica, sino que también nos distingue a nivel global.
El Día de Muertos, quizás la festividad más significativa para los mexicanos, se dedica a honrar la memoria de familiares y amigos fallecidos. Este tributo se lleva a cabo visitando los cementerios y preparando ofrendas en forma de altares, decorados con espléndidas flores de cempasúchil, papel picado multicolor y velas.
La festividad puede variar según la región de México. En Michoacán, por ejemplo, se lleva a cabo el rito del "Muerto Nuevo", donde se prepara una abundante comida y se vela la ofrenda durante toda la noche. En Oaxaca, las personas disfrutan de sus comidas en los cementerios, donde la música, el baile y la risa se entremezclan en una auténtica celebración. Sin embargo, un elemento constante en todas las celebraciones son las calaveritas de azúcar.
Las calaveritas de azúcar encuentran su origen en el "tzompantli", un altar utilizado por las culturas mesoamericanas que concebían la muerte como una transición a otra etapa de la vida. En este contexto, se solía conservar cráneos como trofeos. A lo largo del tiempo, la receta original se ha enriquecido con ingredientes como el amaranto o el chocolate. Cada estado de México tiene su propia versión de estas calaveritas, desde aquellas que incorporan cacahuates o pepitas en Puebla hasta las que añaden miel en el centro en Oaxaca, o las hechas de pasta de almendras en el Estado de México.
Es importante destacar que las calaveritas de azúcar no se consumen, sino que están destinadas a la decoración, ya que carecen de sabor. Su composición se basa únicamente en azúcar, limón y colorantes, sin secretos en su elaboración, pero requieren manos resistentes al calor para ser creadas. Lamentablemente, en la actualidad se producen en menor cantidad debido a la creciente alza del precio del azúcar y a la disminución de la demanda. Las nuevas generaciones tienden a poner menos ofrendas, limitando la tradición a las casas de los abuelos.
Se cree que escribir el nombre de la persona a quien se regala una calavera de azúcar tiene la intención de recordarle que en este mundo, la única certeza es la muerte.
AH