México

La tragedia mexicana

Las élites, política y económica, le están fallando a México en esta dura contingencia  

México llega tremendamente desunido a los días críticos por el coronavirus. La puesta en escena mexicana conjuga a un presidente incapaz de convocar a la unidad, incapaz de ser un líder que integre y no divisivo; una oposición que sigue moviéndose entre la mezquindad y la insignificancia; poderes económicos más interesados en debilitar al Presidente, o en hablar de la revocación de mandato (¡Dos años antes!). Comentócratas y periodistas que no les importa escupir mentiras con tal de lucrar políticamente. Un escenario desolador: cargado de mezquindad y cortoplacismo. Más que salir de la pandemia, tengo la impresión que uno y otro lado están en vencidos de cara al 2021.

Empecemos con el Presidente. Andrés Manuel López Obrador nos demuestra que no puede ser ese articulador de un proyecto nacional que convoque a personas que piensan distinto. Esa transversalidad que le dio su rotunda victoria electoral, hoy está rota. En lugar de convocar a la unidad, a través de un discurso conciliador, prefiere seguir alimentando la polarización. No cabe duda que López Obrador es el líder social más relevante de las últimas dos décadas, pero eso no quita que la coyuntura le quede muy grande. Ante cualquier crítica, el Presidente recurre al viejo y desgastado argumento decimonónico de enfrentar a liberales y conservadores. Apunta sus baterías contra la prensa y demuestra su inquebrantable tozudez. En otros países, los presidentes apelan a la cohesión nacional, construyen esa unidad a través de la política. No obstante, en México vemos a un Presidente que decide, cada mañana, destruir cualquier puente de entendimiento.

De la misma forma, la realidad alcanzó a López Obrador y nos alcanzó a todos. El discurso del domingo pasado es un monumento a la irrealidad. El mandatario prometió la creación de dos millones de empleos en los próximos nueve meses. Sí, aunque usted no lo crea: siete mil 400 nuevos empleos por día. ¿Qué nos dice la realidad? De acuerdo con los datos de la Secretaría del Trabajo, desde el 15 de marzo se han perdido 25 mil empleos formales cada 24 horas. Y no hemos entrado al peor momento de la contingencia. Un Presidente realista no debería construir “castillos en el aire”, sino partir de que enfrentaremos la peor crisis económica en un siglo. No hemos combatido nada parecido. Pregunto: el programa económico que presentó en Palacio Nacional, ¿parte de dicha premisa? ¿nos protege de la peor contingencia sanitaria y económica en una centuria? Por el contrario, profundizó la incertidumbre con un discurso ideologizado y sin rumbo.

Y en este momento de debilidad presidencial, la oposición busca obtener ganancias en aguas revueltas. En México no necesitamos una oposición mezquina, cargada de calificativos inservibles. Nos urgen alternativas políticas que planteen rumbo, que ofrezcan cooperación y esbocen propuestas. Qué no sean parte del problema, sino de la solución. Una oposición leal. Y no me refiero a una sumisa o rendida al poder presidencial. Sino a contrapesos que critiquen al Gobierno, pero siempre apelando a la verdad y poniendo al país por encima de cualquier división partidista. Una oposición leal que comprenda que hay temas de Estado. Desafíos que no deberían estar sujetos a la pugna partidista. Una pandemia que puede llevarse la vida de miles de mexicanos debería ser una agenda de Estado. La oposición partidista sigue instalada en la histeria. Lo paradójico es que el debilitamiento de López Obrador no ha supuesto el fortalecimiento de la oposición (revisemos las encuestas por intención de voto). Ya deberían de darse cuenta que su estrategia de anunciar el cataclismo no funciona.

El poder económico juega en dos vías. Los magnates que se sientan con el Presidente y acuerdan sin ningún problema. Y las cúpulas empresariales que no pierden ni un instante para atacar a López Obrador. De forma sorprendente, en una conversación virtual entre Carlos Salazar, presidente del Consejo Coordinador Empresarial, y otros líderes patronales, se abordó la oportunidad de interrumpir la Presidencia de López Obrador en el ejercicio de revocación de mandato de 2022. Es irresponsable en estos momentos introducir la discordia electoral cuando estamos viendo el tsunami económico que tenemos enfrente. Y coincido con algunos empresarios cuando señalan que el Presidente se ha quedado muy corto en las medidas contracíclicas para enfrentar la profunda recesión que vemos en el horizonte, pero hacer cálculos electorales es mezquindad pura. La élite económica también debe asumir su parte de responsabilidad.

Y qué decimos de los gobernadores y la respuesta de la política subnacional. Enrique Alfaro declaró que si seguía el maltrato federal, exploraría una vía legal de salida del pacto fiscal. No es el momento para agitar más las aguas. Es tiempo de unidad. Coincido con el gobernador en que es necesario actualizar el pacto fiscal entre la federación y las entidades federativas (cuando salgamos de estos tiempos críticos). Soy un firme defensor de la importancia de la fortaleza de los gobiernos locales como gran cura para enfrentar los problemas de la ciudadanía. Odio el centralismo: esa idea de que México se puede gobernar desde el Zócalo. Sin embargo, amagar con salirse del pacto fiscal es un grave error en un momento enormemente delicado. Jalisco debería ser palanca y actor central de la transformación nacional, pero nunca un promotor de la discordia entre territorios. En el mismo contexto, el senador por Nuevo León, Samuel García, se atrevió a decir que “los neoleoneses no tenían Presidente”. Esas actitudes en tiempos de crisis le hacen mucho daño a la cohesión y la solidaridad del país.

Es triste ver la división que existe en México. La polarización política que parece que impide trascender nuestras diferencias para encontrar lazos de cooperación. Nos hemos obsesionado tanto con López Obrador, que se nos olvida que el debate político debe trascender su figura. Ya habrá tiempo, es lo bonito de la democracia, para saldar cuentas con unos y con otros. Ahora lo que toca es responsabilidad. Y, particularmente, de las élites. México necesita gobiernos que convoquen a la unidad y no a la división constante. Oposiciones que entiendan que hay desafíos de nación, desafíos de Estado, en donde lucrar electoralmente es mezquino. Empresarios que dejen sus filias y fobias de lado, y sus tentaciones de debilitar al Gobierno porque no coinciden ideológicamente con él. Comunicadores, analistas y periodistas que sepamos entender el valor de la verdad y la defendamos en un contexto de masificación de noticias falsas. Los países que han logrado transformaciones más exitosas son aquellas que han tenido el compromiso de sus élites económicas, políticas y sociales. La irresponsabilidad nos puede portar a un pantano del que será muy difícil salir en muchos años.

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