México

La leyenda del “Chapo”, según el “Rey” Zambada

 Señala a Guzmán Loera como el cabecilla del cártel de Sinaloa

Toneladas de cocaína, asesinatos y huidas de prisión son sólo una pequeña parte de la leyenda de Joaquín “Chapo” Guzmán, según la está contando a un jurado neoyorquino uno de sus antiguos colaboradores.

Jesús Zambada García, alias el “Rey”, el “primer gran testigo” del Gobierno estadounidense en el caso contra Guzmán, considerado uno de los mayores narcotraficantes de la historia y quien se enfrenta a cadena perpetua de ser hallado culpable.

Durante su comparecencia, el “Rey” contó al detalle el origen del cártel de Sinaloa, su estructura, su funcionamiento y varios de sus episodios más sonados. Su testimonio, al que durante los próximos meses se sumarán los de otros narcotraficantes que están cooperando con los fiscales, continuará la próxima semana en Nueva York.

Vestido con uniforme de presidiario, tranquilo y con un lenguaje claro y conciso, Zambada García desmintió uno de los ejes de la estrategia de la defensa: que su hermano, Ismael “El Mayo” Zambada, y no el “Chapo”, era el líder único del cártel de Sinaloa.

“Eran socios”, dijo sobre los dos capos. Según dijo, “El Mayo” y el “Chapo” tenían “una relación de trabajo, una sociedad para la importación de cocaína, de narcotráfico”, en la que iban “a medias”. Zambada sabe bien de lo que habla, pues él mismo era uno de los “sublíderes” del cártel, hombre de confianza de su hermano, primero como responsable de sus cuentas y luego jefe en Ciudad de México.

Desde esos puestos privilegiados, el “Rey” conoció personalmente a todos los pesos pesados de Sinaloa, desde finales de los años 80 hasta su detención en 2008. Uno a uno, identificó ante el jurado a todos los nombres claves: “El Mayo”, Guzmán y su hermano Arturo, Amado Carrillo, Juan José Esparragoza, los hermanos Beltrán Leyva y Nacho Coronel.

Aunque habían trabajado juntos durante años, Zambada García conoció al “Chapo” en persona por primera vez en 2001, poco después de su huida del penal de Puente Grande, cuando junto a su hermano fletó un helicóptero para evitar que su “compa”, tal y como se referían a él, fuese capturado nuevamente por las autoridades.

Después de que el helicóptero depositara a Guzmán sano y salvo en Querétaro, el propio Zambada García y su esposa se encargaron de llevarle en automóvil hasta la Ciudad de México. Oculto detrás de un periódico para evitar ser visto, el “Chapo” se encontró a su llegada a la capital con una patrulla policial. Según el “Rey”, el narco se preocupó por un momento, pero él lo tranquilizó inmediatamente: “Están aquí para protegernos. Nadie nos va a tocar”.

La cooperación entre el cártel y autoridades mexicanas fue uno de los puntos fuertes del testimonio de Zambada García. El Ejército, la Procuraduría General de la República, la Policía Federal de Caminos, la Policía de la Ciudad de México e incluso la Interpol, en todas había oficiales sobornados para proteger a los narcos.

Según el “Rey”, él mismo pagaba unos 300 mil dólares mensuales en sobornos a distintos colaboradores en Ciudad de México.

Zambada García aseguró además haber hecho pagos personalmente en nombre del “Chapo”, como cuando alrededor de 2004 entregó 100 mil dólares al “General Toledano”, quien estaba al mando en el Estado de Guerrero, donde quería preparar un desembarco de cocaína colombiana.

El “Rey” dijo que habló de sus planes con Guzmán y que este le aseguró que el general era su “amigo”. “Me dijo que le diera de parte de él 100 mil dólares y que fuera a saludarlo” y avisarle de que iba a empezar a trabajar en la zona. Las autoridades corruptas, según su relato, sólo trabajan con un cártel por cada “plaza”, pero a través de sus distintos lugartenientes, Sinaloa controlaba buena parte de México.

La rivalidad con otros grupos, por supuesto, deparó varias “guerras”, como la que enfrentó en los años noventa al cártel de Tijuana y a la Federación, el precursor del cártel de Sinaloa.

El conflicto casi le costó la vida al propio Zambada García, quien sobrevivió a un tiroteo en el que una bala le rozó la cabeza y le dejó una importante herida. Menos suerte tuvo su hermano Vicente, asesinado a la puerta de su casa en Cancún.

El asesinato del cardenal Posadas

El “Chapo” fue otro de los objetivos de los sicarios del clan de los Arellano Félix, que en 1993 fallaron en su intento de liquidarlo en el Aeropuerto de Guadalajara y que, por error, mataron al cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.

También hubo víctimas inocentes cuando Guzmán, poco antes, había tratado de acabar con Ramón Arellano Félix en la discoteca Christine, de Puerto Vallarta. 10 años más tarde, y tras escapar por primera vez de prisión, el “Chapo” logró su objetivo y Arellano fue asesinado en Mazatlán.

Según el “Rey”, un par de años después Guzmán Loera le admitió que “si algo le dio gusto, fue haber matado” a Ramón Arellano.

Esta semana, un Guzmán elegantemente vestido escuchó con atención y gesto impasible el relato desde el banquillo de los acusados. A partir de mañana, sus abogados tendrán ocasión de cuestionar a Zambada y defender su teoría de que la historia del “Chapo” es más “leyenda” que realidad, un juicio que arrancó el 5 de noviembre con la elección del jurado y que se prevé que pueda durar cuatro meses.

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