La importancia de las estancias infantiles: una reflexión desde la teoría del desarrollo humano
Académicos imprimen su visión sobre la iniciativa en torno a las guarderías en México
Ante un cambio de gobierno, siempre viene una serie de reformas políticas y administrativas que cambian la forma en que se han hecho las cosas tradicionalmente. En el caso particular de la iniciativa propuesta respecto a las estancias infantiles nos enfrentamos a una digresión entre las posibles ventajas y desventajas de este cambio. El cambio propuesto por parte del Gobierno Federal de la República consiste en entregar directamente el estímulo, que antes iba a las estancias infantiles de Sedesol (hoy Secretaría de Bienestar), a los padres de familia para que ellos tomen la decisión final sobre el lugar donde cuidarán a sus hijos.
Viendo hacia el futuro, se pueden prever repercusiones perjudiciales en las personas que viven y dependen de esos cargos, hasta en las familias que no disponen de un familiar que pudiera ayudar a cuidar a los pequeños del hogar. En contraparte, existen posibles resultados propicios en materia de ahorro económico para el país al eliminar estos “actos irregulares” detectados por el Gobierno. No obstante, este ahorro también puede verse como una oportunidad de inversión para la formación, y no seguir en el paradigma en el cuidado y resguardo de los hijos. Con el fin de explorar esta posibilidad, hay que volver en el tiempo y reconocer la historia de las estancias infantiles.
Friedrich Froebel, en 1837, creó el primer jardín de infancia o “Kindergarten”, como un instrumento educativo eficaz para desarrollar las destrezas y conocimientos en el niño en relación con el mundo. Algunos años más tarde, Jean Baptiste Firmin Marbeau (1844) creó el primer “Crèche” o guardería infantil, como respuesta al incremento del trabajo de las mujeres en la industria. Luego vino la expansión de este tipo de instituciones en diversos países, tanto europeos como en el continente americano. Esto llevó a modificar muchas políticas y leyes en torno al tema.
En México, según menciona el CESOP (Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública) en 2016, la Ley Federal del Trabajo de los años setenta establece en su Artículo 283 que los patrones tienen entre sus obligaciones especiales “brindar servicios de guardería a los hijos de los trabajadores” (Fracción XIII). No obstante, esto no se ha cumplido. Por esto, las madres derechohabientes del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) acudieron a las guarderías de la institución en búsqueda de este servicio. En los años ochenta (1983), la Ley del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE) recoge la obligación de brindar el servicio a otro grupo poblacional en particular. En el sexenio del ex presidente Felipe Calderón (2007) se decretó el establecimiento del Sistema Nacional de Guarderías y Estancias Infantiles a cargo de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) y el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) para aquellas familias que no son trabajadores del Estado ni son derechohabientes del IMSS, tratando de volver el servicio universal.
La concepción original de las guarderías y preescolar fue la de potenciar el desarrollo cognitivo, afectivo, psicomotor, social, creativo, etc., en los niños. A través de los años, como se ha visto, se ha convertido en un tema económico más que formativo. Las familias entienden, a partir del funcionamiento actual de las estancias infantiles a las que se refiere el Presidente, como un lugar donde se “guardan” a los niños, es decir, un lugar donde están a salvo. Por lo que, probablemente consideran que es lo mismo tener estancias infantiles, guarderías, preescolares o que los cuide algún familiar.
La nueva iniciativa del Presidente puede fungir como una oportunidad para recapitular los supuestos originales de Froebel sobre esta primera educación. Hay que recordar que la palabra educar implica no solo la enseñanza de unos contenidos, sino como bien lo describe la Real Academia de la Lengua Española, implica dirigir, encaminar, desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño. Es por eso, que la educación en edad de preescolar no puede ser reducida al cuidado de los niños, así como tampoco es exclusivamente académico, es decir, dedicado a la enseñanza de la lectura, la escritura y el cálculo como se está viendo actualmente. Como bien dice en su charla TED, Sir Ken Robinson, el modelo industrialista de la educación solo nos lleva a la formación de personas que van a entrar a un ensamblaje económico y no a la formación de sus capacidades creativas y de desarrollo, como persona y como ciudadano.
Esta oportunidad que brinda el Presidente, permitiría fortalecer la educación orientada a la generación de personas capaces de dominar su propia conducta (generado por la psicomotricidad), de dirigirse de la manera más apropiada a sus pares (inteligencia emocional), de resolver problemas (asimilación, generalización, acomodación, interiorización, etc.), de generar nuevas soluciones a partir de lo que conocen (creatividad) o de adaptarse al medio sin importar el contexto en el que se encuentre (empatía, valores, moralidad), etc. Adicionado a esto, cuando los niños están en un ambiente de convivencia con otros niños de su edad, se generan muchos más aprendizajes y competencias requeridas para la adaptación al medio e incrementar las capacidades cognitivas. Postulados como los de Vigotsky, referidos a la regulación de los pares, el uso del juego de roles y simbólicos para la apropiación de la cultura; el aprendizaje vicario de Bandura en el cual el rol de la imitación social es indispensable; los postulados de Leontiev donde surge el desarrollo de la psique en la actividad cotidiana de la edad; o los postulados de Piaget donde el niño construye su aprendizaje a partir de lo que ya conoce, solamente son posibles en ambientes con dichas características. En otras palabras, una estancia infantil bien intencionada puede aportar muchos elementos “gratuitos” a la formación que en casa un niño no recibiría.
La decisión recae en cada uno de nosotros, en lo que deseamos y esperamos para nuestros hijos y el futuro. Esperemos la visión de nuestros gobernantes converja con la nuestra.
* Dr. Jacobo José Brofman Epelbaum, profesor investigador; Dra. María Isabel Muñoz Blanco, profesora investigadora; Mtra. Mónica Camargo Martínez, profesora y jefa de la academia de Pedagogía y didáctica.
Escuela de Pedagogía de la Universidad Panamericana Campus Guadalajara.
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