Jalisco

La vida en un vertedero que “contamina la sangre”

El basurero Los Laureles comenzó a operar en 1999, desde entonces los núcleos habitacionales en sus proximidades han crecido 

La vida en un vertedero que “contamina la sangre”
El “Chetos”, vigila un nuevo fraccionamiento que se erige justo enfrente del basurero, y que ya vendió 27 viviendas. EL INFORMADOR/F. Atilano
La cantidad de basura que hay en el vertedero Los Laureles es tal que así se ven en proporción las personas que trabajan recuperando objetos que pueden serles útiles. EL INFORMADOR/F. Atilano

Sólo 20 pasos separan a José del vertedero Los Laureles. Él trabaja como cuidador en el fraccionamiento que se construye enfrente del ingreso al basurero. El “Chetos”, como siempre ha sido apodado, desayuna, come y cena con los olores fétidos que el calor vuelve insoportables. “Huele a rancio”, reprocha. “En la mañana nos toca oler el río y la basura; estamos podridos. Esto nos está afectando”.

Hace seis años se mudó a la Mesa de Los Laureles. Vendió su casa en El Verde y volvió allí, donde viven sus hermanos y sus padres. Por un lado, José y su familia padecen la contaminación del basurero; por el otro, la del río Santiago. “Estoy bien arrepentido; vine a que se nos contamine la sangre”, dice.

El “Chetos” afirma que uno de sus hijos siempre tiene gripa, y lo atribuye al sitio en donde vive. Planea vender su terreno e irse lejos, “a donde está la naturaleza”. Su idea es la barranca de Huentitán. “Quiero irme de aquí y olvidarme de la contaminación que me está matando”, cuenta.

El vertedero, del que José es vecino, fue construido en 1999 y es operado por la empresa Caabsa. En el ingreso a las montañas de basura, en un anuncio blanco con letras negras, se deja en claro que la vida útil del basurero es de 14 años más.

Angélica Mena, de 42 años, y sus hijas, también padecen los olores del vertedero. Han vivido a un costado de él toda su vida. “Es insoportable, por el olor y por el tiradero. En la mañana es cuando salen los gases de la basura y huele horrible”, comenta.

Ella cree que es mejor que el vertedero sea clausurado, pues considera que da mal aspecto y es un riesgo para la salud de las personas que viven a su alrededor.

Y así como Angélica, José cree que sería mejor cerrarlo. Su firma fue una de las tres mil 100 que acompañaron la queja ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos, por los daños a la salud que causó el incendio de la semana pasada en el tiradero.

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