En busca de un relato
Enrique Alfaro llega a los cien días con desgaste, pero con tiempo para corregir errores políticos
No es un inicio de Gobierno sencillo para Enrique Alfaro. En cien días, las polémicas han sido la regla más que la excepción. Desde su juego de vencidas con Andrés Manuel López Obrador pasando por la desaparición del Instituto Jalisciense de las Mujeres o sus controversias con los medios de comunicación y hasta su asistencia a un juego de los Lakers fue controversial y ocupó mucho tiempo en el debate público. La figura de Enrique Alfaro y el partido Movimiento Ciudadano ya mostraban signos de desgaste desde el proceso electoral, pero no al nivel que vemos hoy. Han sido cien días en donde la política ha eclipsado a la administración, y la disputa de proyectos ha diluido los anuncios de fondo.
Enrique Alfaro escuchó el “canto de las sirenas”, de algunos medios de comunicación y comentócratas de la Ciudad de México, que le decían que sería el retador de Morena en 2024. Un día sí y el otro también, decían que ante el declive del PRIAN, Alfaro aparecía como un contrapeso fresco y sin negativos ante el predominio del partido político del Presidente. En lugar de ser fiel a lo que dijo en rueda de prensa después de la elección (que dejaba MC y sería éste su último cargo), decidió llevar sus diferendos con el presidente a los medios de comunicación y a la palestra pública. Y que no se entienda mal, creo que en un sistema federal, los gobernadores deben defender la justicia para sus territorios y pedir explicaciones a la Federación -presupuestales o del desabasto de gasolina-, pero las formas lastimaron las relaciones entre Alfaro y López Obrador. Al final, Alfaro aseguró algunas inversiones para Jalisco, pero el costo político fue alto.
No sólo eso, las polémicas han opacado lo que sí ha hecho Enrique Alfaro en cien días. Por ejemplo, el proyecto de movilidad. Es ambicioso, con tiempos ajustados y con políticas públicas que articulan transporte masivo, colectivo, no motorizado y reordenamiento de las rutas. Es decir, si todo sale según lo presupuestado, en 2024 podríamos tener en Jalisco la totalidad de los camiones en ruta empresa, prepago, cuatro líneas de tren eléctrico y dos de BRT. El presupuesto es otro acierto de esta administración: revierte el declive en materia de inversión pública, ajusta salarios, apuesta por la austeridad y no recorta gasto social. El problema es que los escándalos han silenciado este tipo de debates que son más trascendentes para Jalisco.
Algo similar podríamos decir del proyecto de verificación, participación ciudadana, educativo o cultural. Durante estas semanas, los secretarios han presentado sus propuestas, algunas más afortunadas que otras, pero no le han permitido al gobernador retomar la iniciativa política. La refundación, como eje troncal de su administración, no ha supuesto la convocatoria a un gran debate estatal sobre la vigencia de nuestras instituciones y la renovación del pacto social. Continúa siendo un debate entre élites que muy poco apela al grueso de la ciudadanía. Y es como si, a pesar de la distancia social frente a la refundación, existe la intención de meter con calzador el proyecto. Me recuerda la frase de John Locke: “Si la realidad no coincide con mis palabras, peor para la realidad”.
Alfaro necesita un relato que contagie. Un discurso que vuelva a emocionar a los jaliscienses. Volver a ese gobernante pragmático, pero que se entendía como transformacional. Las identidades políticas en México se están estructurando en su relación con el sistema y el estatus quo, e imágenes como la presencia del gobernador en asientos privilegiados en el basquetbol, lo único que hacen es encajonar a Alfaro en el traje de un gobernante distante del día a día que vive la ciudadanía. Exactamente lo opuesto a lo que quiere transmitir encabezando las mesas de seguridad. Una imagen (la del basquetbol) proyecta a un gobernador distante y hasta frívolo, la otra (la de seguridad) proyecta a un gobernador ocupado personalmente en atender el problema que más preocupa a los jaliscienses.
La refundación puede ser un marco que le permita abrir debates que son fundamentales para Jalisco, pero no puede ser la narrativa que explique todo en su administración o una camisa de fuerza. El proyecto que impulsó Alfaro en Guadalajara tenía que ver con el “orden” tras gobiernos arrasados por la corrupción, la ineficiencia administrativa, la connivencia con los desarrolladores inmobiliarios o ambulantes, o la incapacidad de las fuerzas policiacas. Es un concepto polémico, pero es indudable que el tapatío promedio reclamaba certidumbre luego de trienios convulsos. Volver a lo básico podría darle más discurso y narrativa a Alfaro que seguir apostando por la refundación cueste lo que cueste.
Jalisco necesita menos política y más administración. El reclamo ciudadano tiene que ver con problemas muy puntuales, en donde la refundación no necesariamente es la respuesta: transporte público deficiente, sistema de salud quebrado e indigno, un sistema educativo que expulsa a los adolescentes en secundaria, una violencia que no cesa, un ministerio público roto, corruptos sin castigo, salarios que no ajustan para llegar a fin de mes, violencia estructural contra las mujeres y un Poder Judicial corrupto. La refundación no ha tenido atracción popular por una simple razón: una mayoría de jaliscienses no lo ve como solución a sus problemas. No es un problema de leyes, sino de implementación, combate a la impunidad y eficiencia de la administración pública. Es un problema de saber gobernar no de legislar mejor.
El común denominador de estos cien días es, también, que Enrique Alfaro puede hacerle mucho daño a su proyecto si no atempera su tono público. ¿Qué le da a Enrique Alfaro descalificar a los medios de comunicación? ¿Qué le da descalificar a organizaciones feministas por reclamar algo que al final él mismo rectificó? ¿Qué le da a Enrique Alfaro constituirse como el antagonista de López Obrador si, en realidad, han compartido muchas agendas por años: austeridad, democracia participativa, programas sociales?
Donde la política es importante no es en el antagonismo con López Obrador o sus críticos, sino en la resolución de los problemas públicos que tienen una raigambre política. Por ejemplo, el transporte. Domar al pulpo exige voluntad política y no ceder frente a los chantajes. El fracaso educativo. Etcétera.
Alfaro tuvo, durante mucho tiempo, un adversario apetecible: el PRI y su corrupción. Lo ha intentado revivir con múltiples acusaciones de malversaciones en contra de la administración anterior, pero el discurso sigue sin cuajar en la realidad. No sólo fue el PRI, Raúl Padilla también fue su contrincante político por años. La construcción del adversario le permitía a Enrique Alfaro señalar al sistema y colocarse como el político más firme a la hora de señalar las trapacerías de la partidocracia. Ahora, Alfaro necesita otro relato -no un adversario- y uno que ilusione sobre el cambio.