Jalisco

El juego de la fragmentación

La incapacidad de PAN y MC para acordar una alianza electoral abre la puerta a que Morena compita en la ciudad

Primer acto. Movimiento Ciudadano decide ir en solitario a las elecciones federales. No se integra en el bloque opositor anti-AMLO que encabezan los otrora adversarios PAN, PRI y PRD. Segundo acto. La dirigencia nacional autoriza aliarse con tricolores y amarillos en más de la mitad de los distritos del país. No obstante, excluye a Jalisco del acuerdo. Tercer acto. Marko Cortés, dirigente nacional del PAN, se niega a permitir una coalición local con MC. Si no hay acuerdo federal, tampoco lo habrá local. Último acto. Los panistas de Jalisco patalean, pero la decisión está tomada. Conclusión: comienza el juego de la fragmentación. No se trata de construir mayorías, sino de ser el más alto de los enanos.

Imagine usted. La boleta será más larga que el juego de lotería. Pongamos un ejemplo: elección de presidente municipal de Guadalajara. Movimiento Ciudadano, PRI, PAN, el Partido Verde, Morena, PT, Encuentro Solidario, Futuro, Hagamos, PRD, Redes Sociales Progresistas, Fuerza Social y Somos (antes Encuentro Social). Hasta 14 partidos políticos con candidatos. Las encuestas preelectorales colocan a Movimiento Ciudadano y Morena como los únicos dos partidos que superan el 20% de intención de voto, pero también PAN y PRI están rozando los dos dígitos y el resto son partidos pequeños, pero que pueden rascar algunos votos. Futuro es la incógnita porque la fuerza del proyecto está íntimamente ligada a Pedro Kumamoto. 

¿Qué más dicen las encuestas y los estudios previos a la elección? Por ejemplo, Morena sólo compite si el voto anti-AMLO se pulveriza. El partido del Presidente es el que desata más simpatías entre los jaliscienses, pero es también uno de los que desata mayores antipatías. Por una sencilla razón: AMLO no goza de la mejor evaluación en Jalisco y, mucho menos, en la Zona Metropolitana de Guadalajara. Consulta Mitofsky coloca al Presidente con 42% de aprobación en Jalisco y en 30% en municipios como Guadalajara o Zapopan. Es decir, a pesar del empuje de Morena y de AMLO, es muy complicado que los guindas superen un techo de voto del 30-35%. Otra cosa es Tlaquepaque, Tonalá o Puerto Vallarta en donde el partido del Presidente es muy competitivo y puede ganar ambos municipios. 

La incapacidad de formalizar la alianza entre PAN y MC también le juega a favor a Pedro Kumamoto. No solo en la más obvia —en donde decida ser candidato—, sino también en la pelea por los distritos y las diputaciones uninominales. Existen distritos metropolitanos en donde una coalición MC-PAN era casi invencible: el 10 de Zapopan, el 8 de Guadalajara, el 6 de Zapopan. Sin embargo, sin coalición, Futuro puede pelear en distritos del Poniente de la ciudad e incluso ganarlos. Recordemos. Pedro Kumamoto no llegó al Senado en 2018 por la articulación de dos alianzas: MC-PAN-PRD, por un lado; Morena, PT y PES, por el otro. En solitario, Kumamoto fue el más votado.

Dejando de lado el debate sobre las ideologías políticas, la ausencia de alianza entre MC y PAN para los comicios en Jalisco es un error gravísimo. No veo en qué gana cada partido. Ambos dirán que les va mejor yendo por separado, pero los datos no confirman dicha aseveración. PAN y MC (contando al diputado perredista, pero que llegó por los votos de los naranjas) tienen mayoría calificada en el Poder Legislativo: 27 de 38 diputados. Es decir, el 70% de la representación. La sobrerrepresentación de ambos partidos obedece a la precisión con la que se construyó la alianza. Morena y el PRI tendrían más representación. Sin alianza, hoy Tlaquepaque sería gobernada por Morena. La coalición en 2018 fue un rotundo éxito para ambos, aunque diría que sobre todo para Acción Nacional.

MC y el PAN se juegan mucho. Enrique Alfaro debe retener buena parte de la Zona Metropolitana de Guadalajara y el Congreso para mandar un mensaje de solvencia política a todo el país. Nadie se tomará en serio a un político que no puede garantizar una cierta hegemonía política en su casa. Recordemos la historia de Aristóteles Sandoval y Emilio González que no pudieron esquivar el juicio de las intermedias. Por lo tanto, MC como proyecto nacional tiene que apalancarse en una contundente victoria en el Estado.

En la acera panista, el grupo político interno que hegemoniza el PAN estatal desde hace algunos años también se juega su supervivencia. Una derrota como la de 2015 y el famoso Grupo Comité, encabezado por Eduardo Rosales, Octavio Esqueda, Hernán Cortés, no tendrá las cartas a su favor para seguir administrando a un partido político tan débil. Menos aún si se confirma la ruptura entre el Comité de Jalisco y la dirección nacional de Marko Cortés. El grupo político del PAN necesita de, al menos, la misma fuerza que tiene en la actualidad. Y seamos claros. Sin coalición, el PAN nunca llegará a nueve legisladores.

La pregunta es: en caso de que las cartas queden como están, ¿el horizonte político hará lo que los partidos políticos no pudieron hacer? ¿Se juntarán los votos en dos polos, el alfarismo y el obradorismo? ¿O, por el contrario, se mantendrá la fragmentación hasta el Día D?

Es difícil saberlo a seis meses de la elección, pero lo que sí es cierto es que existen tendencias que apuntan a la concentración del voto. En las encuestas que se han publicado, y en otras privadas, comenzamos a observar un ligero alineamiento de voto en Morena y MC. A este alineamiento le debemos añadir los discursos o las narrativas que marcarán el proceso electoral. Tanto López Obrador como Alfaro utilizarán narrativas dicotómicas para buscar canalizar el voto de la ciudadanía a su favor. AMLO será el viejo régimen o nosotros. Alfaro dirá: los que protegemos a Jalisco contra los que buscan dañarlo. Si la ciudadanía compra dichos discursos, lo más probable es que exista menor fragmentación del voto.

Las elecciones intermedias suelen ser un plebiscito sobre el gobernante en turno. Sin embargo, lo que marca la participación electoral y los marcos de discusión son el anhelo o no de un cambio. La ciudad tuvo dicho hastío con el PAN en 2009 y con el PRI en 2015. Y aunque MC se ha desgastado luego de seis años de gobernar, las encuestas no parecen anticipar una debacle del partido del gobernador. Parecería que existe más ánimo, en el elector jalisciense, de castigar el rumbo que sigue el país. A esto le queda mucho: candidatos, destapes, alianzas en la sombra, guerra sucia y hasta el COVID. Lo cierto es que a menos que lo corrija el elector, vamos hacia el juego electoral más fragmentado de la historia de Jalisco.

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