Supremacistas blancos trabajan impunemente en cárceles de EU
Autoridades reciben reportes sobre la membresía de los guardias al Ku Klux Klan. Pocos casos se investigan a fondo, según ex inspectores penales, guardias y ex guardias
En junio, tres guardias carcelarios en Florida que alardearon de ser supremacistas blancos golpearon y usaron gas lacrimógeno y una pistola de electrochoques contra un prisionero que gritaba: “¡No puedo respirar!” en un penal cerca de los límites con Alabama, de acuerdo con otro recluso que lo reportó al estado.
Al día siguiente, los guardias en el penal Jackson Correctional le hicieron lo mismo a otro recluso, dice el reporte presentado a la Oficina del Inspector General del Departamento de Penitenciarías de Florida.
“Si se fijan, en esos dos incidentes se trató de personas de color. Ellos (los guardias) les hicieron saber que eran supremacistas blancos”, escribió el recluso Jamaal Reynolds.
Ambos incidentes ocurrieron frente a cámaras, dijo. La carta impresa cuidadosamente de Reynolds incluía las horas y los lugares exactos, así como los nombres de los guardias y los reclusos afectados. Es el tipo de información específica que habría facilitado a las autoridades determinar si el reporte era legítimo, pero la oficina del inspector general no investigó, dijo Molly Best, vocera del departamento de penitenciarías. Best no dio más información y el departamento no ha respondido a un pedido de documentos públicos hecho en agosto por The Associated Press.
Muchos guardias penales en Florida pueden hablar abierta e impunemente de sus asociaciones con supremacistas blancos para intimidar a reclusos y colegas negros, de acuerdo con acusaciones en documentos públicos y entrevistas con una decena de reclusos, empleados y ex empleados en el tercer sistema penitenciario más grande de Estados Unidos.
Las autoridades de prisiones reciben regularmente reportes sobre la membresía de los guardias al Ku KluxKlan y pandillas criminales, pero pocos de estos casos se investigan a fondo, según ex inspectores penales, guardias y ex guardias.
Aun así, pocos de esos casos son investigados exhaustivamente por los inspectores de las cárceles del estado. Muchos son minimizados por los agentes a cargo de monitorear a sus colegas o desestimados por ser demasiado complicados.
“He visitado más de 50 instalaciones penales y he visto que esto es un problema recurrente que no va a desaparecer”, dijo la representante estatal demócrata Dianne Hart. “Quienes trabajan en nuestras prisiones no parecen temer que la gente sepa que ellos son supremacistas blancos”.
Las personas entrevistadas por la AP dijeron que el sistema de prisiones en Florida tiene una escasez crónica de personal y que está claramente fuera de control. En 2017, tres guardias que eran miembros del Ku Klux Klan fueron declarados culpables luego que el FBI los sorprendió planeando el asesinato de un recluso negro.
Este verano, un guardia permitió que varios miembros de un grupo supremacista blanco se reunieran abiertamente en una prisión en Florida. Un guardia negro se topó con la reunión y la reportó, dijeron las fuentes a la AP. Las autoridades admitieron que el reporte no condujo a nada y que el guardia que permitió la reunión no fue castigado.
El guardia hablo a condición de preservar el anonimato porque no tenía autorización para hablar púbicamente del asunto.
Los guardias que quieren denunciar a otros colegas son a menudo excluidos y calificados de “soplones”, de acuerdo con guardias y ex guardias.
Mark Caruso, un exsargento penal en Florida que fue despedido y reintegrado dos veces luego de denunciar a otros guardias, dijo que los funcionarios a cargo tienen el poder para censurar las denuncias de conducta corrupta. Eso mantiene los reportes dentro de las prisiones.
Caruso trabajó en tres prisiones del centro de Florida y reportó en numerosas ocasiones palizas a reclusos y otros incidentes de mala conducta por parte de guardias. Fue despedido por reportar a un colega en la primera prisión en la que trabajó, agregó.
En 2019, en la tercera prisión donde trabajó, fue recibido con letreros en una pizarra de mensajes para empleados donde su nombre aparecía tachado, con la palabra “soplón” escrita encima, de acuerdo con testimonio en una audiencia de quejas del gremio.
A pesar de la intimidación, Caruso continuó reportando actividad ilegal.
“He reportado a personas cuando las he visto abusar físicamente de los reclusos”, declaró en otra audiencia este año. La AP obtuvo el video de la audiencia.
Tras ver que sus reportes no conseguían nada, Caruso acudió directamente a la Oficina del Inspector General, que tampoco hizo nada, dijo.
Caruso fue despedido finalmente de nuevo luego que los funcionarios dijeron que él no había reportado una golpiza a un recluso, pero Caruso dice que nunca la presenció. Consideró que su despido fue una represalia.
Luego que los tres guardias en Florida fueron grabados por el FBI planeando el asesinato de un recluso negro tras su excarcelación, la portavoz de prisiones de Florida Michelle Glady insistió en que no había indicios de que hubiera un problema más extendido de supremacistas blancos trabajando en las prisiones, por lo que el estado no investigaría más.
Pero Florida ha estado lidiando con el problema desde hace décadas. A inicios de la década del 2000, el departamento de prisiones se vio forzado por un artículo en el St. Petersburg Times a investigar a un grupo de guardias que usaban llaveros con pequeñas horcas. El estado investigó, entrevistando a los guardias blancos implicados, pero al final los exoneró a todos.
“Es un patrón que existe en todo el país”, dijo Paul Wright, un ex recluso que cofundó la revista de derechos de los prisioneros Prison Legal News. Wright ayudó a exponer a miembros del Ku Klux Klan que trabajaban en un penal estatal en Washington en la década de 1990 y desde entonces ha reportado sobre nazis y miembros del Klan trabajando como guardias carcelarios en California, Nueva York y muchos otros estados.
“Existe una aceptación institucional de ese tipo de racismo”, afirmó Wright.
La representante estatal Hart ha pedido una investigación federal. El FBI dijo que ni negaría ni confirmaría si se había iniciado una investigación, pero Greg Ehrie, exjefe de la unidad de terrorismo nacional del FBI en Nueva York y que ahora trabaja con la Liga Antidifamación (ADL, por sus siglas en inglés), dijo que es muy probable.
“Me sorprendería mucho si eso no fuera una investigación en curso por el Buró”, agregó.
Mientras tanto, los reportes de abusos racistas continúan, de acuerdo con reclusos, exempleados y exempleados del sistema penal en Florida.
A finales de septiembre, en otro penal de la zona del estado conocida como Panhandle, un recluso negro de 25 años reportó haber sido golpeado por un guardia blanco que le dijo: “Tienes suerte de que no tengo mi rociador (de gas lacrimógeno) conmigo, porque si no, te rociaba tu trasero negro”. El recluso sufrió una cortadura en el labio y terminó con el rostro inflamado. La familia del recluso pidió anonimato por temor a represalias.
Su madre reportó el incidente ante la Oficina del Inspector General el 1 de octubre. La oficina envió a un investigador para entrevistar a su hijo, de acuerdo con correos electrónicos provistos por la familia, pero al final la oficina del inspector no investigó más allá.
El guardia siguió trabajando en el dormitorio del recluso y lo amenazó, dijo el reo en cartas a su familia.
“Todos ellos son una pandilla ¿Me entienden? Ellos trabajan juntos”, escribió el recluso en octubre. Durante semanas, envió cartas desesperadas en las que decía que todavía los estaban aterrorizando.
“No te dejes mamá. Esto me ha destruido extremadamente la salud mental. Me tiene sacudido, me siento disminuido como hombre, violado ¿me entiendes? pero te amo”.
Al final la madre lo ayudó para que fuera transferido a inicios de noviembre a otra instalación que tiene una reputación de ser aún más brutal, dijeron la familia y un guardia. El recluso está en el cuarto año de una sentencia a 12 años por intento de robo con un arma de fuego o letal.
“Estoy deseosa de ver a mi hijo”, dijo la madre a la AP. “Estoy abrumada, cansada y haciendo lo que puedo por mi hijo”.
"He visitado más de 50 instalaciones penales y he visto que esto es un problema recurrente que no va a desaparecer. Quienes trabajan en nuestras prisiones no parecen temer que la gente sepa que ellos son supremacistas blancos".
- Dianne Hart, representante estatal demócrata.