Internacional

Los zimbabuenses exigen la renuncia de Robert Mugabe

Miles de manifestantes convirtieron la capital de Zimbabue en un carnaval; buscan que el aún presidente renuncie voluntariamente

Alborozados y por fin libres de expresarse, miles de manifestantes convirtieron ayer la capital de Zimbabue en un carnaval durante una gran movilización pacífica para exigir la renuncia inmediata del presidente RobertMugabe.

Aún aferrado a su cargo, Mugabe tenía previsto examinar hoy su salida del poder con el mando militar que lo puso en arresto domiciliario.

Numerosas personas en Harare subieron a tanques y otros vehículos militares que circulaban lentamente entre la multitud, bailaron alrededor de soldados que recorrían las calles de la ciudad y miles de ellos se dirigieron hacia el edificio donde Mugabe cumplía sus funciones oficiales, un símbolo del gobierno del hombre de 93 años que asumió el poder después de la independencia conseguida en 1980 frente al régimen minoritario blanco. En ese lugar, en una situación que podría haber derivado en tensión, los manifestantes mostraron respeto hacia los pocos soldados que les impidieron el paso y finalmente se dispersaron.

“El enemigo común es Robert Mugabe. Eso para empezar”.

Fue un día histórico en el que la Zimbabue del pasado, otrora una nación africana prometedora que ahora tiene una economía en desintegración y un ambiente temeroso de las consecuencias de desafiar a Mugabe, se convirtió en algo nuevo, con una población unida, al menos temporalmente, en su fervor por un cambio y una alegría sincera que parecía impensable incluso hace unos días.

Sin embargo, a la larga la euforia disminuirá, y mucho depende de las maniobras que tengan lugar tras bambalinas para conseguir que Mugabe renuncie oficialmente, el impulso a un nuevo liderazgo que tenga carácter incluyente y la reducción de la percepción de que los militares escenificaron un golpe de Estado contra Mugabe. El presidente sostendrá el domingo una segunda ronda de conversaciones con los comandantes militares, dijo la emisora estatal ZBC.

“El enemigo común es Robert Mugabe. Eso para empezar”, dijo Talent Mudzamiri, un partidario de la oposición que nació poco después de la independencia del país.

Muchos zimbabuenses consideran como el candidato más probable a EmmersonMnangagwa, un ex vicepresidente con estrechos vínculos militares y cuyo despido por parte de Mugabe causó la intervención de las fuerzas armadas, que esta semana enviaron efectivos y tanques a las calles al asumir de hecho el control del país. Las ambiciones presidenciales cada vez mayores de la esposa de Mugabe, Grace, una figura causante de divisionismos y que criticó a Mnangagwa en medio de una disputa facciosa al interior del partido gobernante ZANU-PF, alarmó a quienes temían una sucesión dinástica.

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Favorecen ambiciones

El sobrino del presidente de Zimbabue, Robert Mugabe, y ministro de Servicios Públicos, Trabajo y Seguridad Social, Patrick Zhuwao, aseguró que los militares que se han alzado contra el Gobierno están “favoreciendo” las ambiciones del ex vicepresidente EmmersonMnangagwa de hacerse con el poder.

Zhuwao indicó que lo que está ocurriendo en Zimbabue “no es una crisis sino un golpe de Estado”, y que los “conspiradores se han inventado algo a lo que llaman alzamiento popular para enmascararlo”.

“Están jugando con la gente que está en las calles de Zimbabue como con marionetas. Están trabajando para la agenda de una facción”. Y agregó: “bajo ninguna circunstancia podemos permitir una regresión del proyecto democrático que nos lleve de vuelta a los golpes militares”.

Zhuwao aseguró que Mnangagwa, a quien los expertos apuntan como cabeza de un posible Gobierno transitorio de concentración tras la probable salida del poder de Mugabe, “no ha sido capaz de ganarse el apoyo suficiente para sus ambiciones a través de los procesos políticos de (su partido, la Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico) la ZANU-PF”.

La destitución la semana pasada de Mnangagwa -forzada por la facción favorable a las aspiraciones de la primera dama, Grace Mugabe, de suceder a su marido en el poder- es vista como el desencadenante de la intervención militar que comenzó el martes.

Los militares, que mantienen a Mugabe bajo arresto domiciliario, se volverán a reunir mañana con el presidente para negociar su salida del poder, aunque las informaciones aseguran que este se niega a abandonar el poder tras 37 años ejerciéndolo.

Sin embargo, hoy se reunirá el Comité Central de la ZANU-PF para decidir si destituir al veterano jefe de Estado, de 93 años, después de que las secciones provinciales le retiraron su apoyo.  

Un golpe que “no es golpe”

En el abecé de los golpes de Estado, uno de los primeros pasos a seguir es controlar la televisión nacional. Pero cuando el Ejército de Zimbabue lo consiguió, se apresuró a negar que estuviera llevando a cabo una “toma militar” del Gobierno y siguió refiriéndose a Robert Mugabe como presidente del país.

Pese a que las Fuerzas Armadas controlan de facto desde hace días esta nación del África Meridional y mantienen bajo arresto domiciliario al veterano mandatario, de 93 años y en el poder desde 1980, no se atreven a derrocarlo formalmente.

Según una de las escasas comunicaciones del Ejército desde su alzamiento el martes, las negociaciones con Mugabe “avanzan favorablemente”, mientras que las informaciones apuntan a todo lo contrario y aseguran que el jefe de Estado se niega a renunciar a su puesto.

Y es que el sillón presidencial y Mugabe llevan tanto tiempo juntos que prácticamente ya son uno: muchos de sus ciudadanos nunca han visto a otra persona sentada en él y el propio mandatario prometió que gobernaría hasta los 100 años.

La oposición ha aprovechado la debilidad de un presidente confinado en su residencia y al que sólo se ha visto en un acto ya programado en una universidad.

Tanto el partido opositor como una nueva coalición liderada por la ex vicepresidenta Joice Mujuru -destituida en 2014 por “conspirar” contra Mugabe- reclaman con más energía que nunca su salida del poder y la formación de una mesa de diálogo nacional que sirva de preludio a la transición hacia una democracia plena.

JM

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