Jesús Garza, alcalde de Arcola, una ciudad sin mayoría latina
El inmigrante inició empacando escobas, se hizo mecánico y hace poco fue electo alcalde
De tantos nervios a don Jesús le sudaban las manos. Iba conduciendo su Jeep verde, encabezando el Desfile del 50° Aniversario del Festival del Sorgo. Desde que en 1993 dejó México para trabajar en una fábrica de escobas en Arcola, pequeña ciudad del centro del estado de Illinois, Jesús Garza siempre asistió a este festival, pero jamás había participado en el desfile y mucho menos había imaginado estar encabezándolo como alcalde de una ciudad donde no hay mayoría de residentes latinos.
La ansiedad rápidamente dio lugar a la alegría. La gente en la calle lo aplaudía y vitoreaban “¡!Viva Chuy!!”, mientras él regalaba dulces a los niños y dejaba escapar algunas lágrimas de alegría.
Desde que llegó a Illinois hace 28 años superó enormes desafíos. Esta comunidad lo ayudó y lo transformó en el dueño del taller mecánico más importante de la región. Pero ni en sus mejores sueños creyó que llegaría el día en que la gente lo animaría por las calles, como si fuera una especie de “súper héroe”.
El ascenso de Jesús Garza, un inmigrante que comenzó en la fábrica de escobas más famosa del Medio Oeste, se hizo mecánico de automóviles y hace muy poco fue electo alcalde, es otra de esas historias del sueño americano que se encuentra a lo largo y ancho de este enorme país.
Capital Mundial del Sorgo
La influencia de los inmigrantes mexicanos en Arcola comienza desde que sus habitantes la denominaron “Capital Mundial del Sorgo”, un lema que data de 1920, cuando se transformó en una de las principales regiones productoras de sorgo, utilizado esencialmente para hacer las cerdas de las escobas domésticas. Ese legado es celebrado por más de 10 mil personas, entre residentes y visitantes de otros poblados, que cada otoño asisten al “Broomcorn Festival”.
La empresa más grande de Arcola es Libman Co., un fabricante de escobas fundado en Chicago en 1896 por el inmigrante lituano William Libman. La familia trasladó la empresa hacia Arcola en 1931 para estar más cerca de la cosecha del sorgo. En 1950 el alto costo de cosechar el sorgo, que varía enormemente en altura y debía ser cosechado a mano, impulsó la producción a México, lo que trajo a Fidel Silva a la ciudad en 1963.
Silva estaba tratando de entregar el sorgo mexicano a una fábrica en otro poblado cercano, pero terminó en Arcola. Se perdió y apareció en la puerta de Libman Co. y pidió un trabajo. Inmediatamente lo contrataron. Silva era de Cadereyta, una ciudad cercana a Monterrey conocida como la “Capital Mexicana de las Escobas”.
Le siguieron otros trabajadores, incluido el padre de Jesús, Joaquín Garza, quien emigró a Arcola en 1971 para aceptar un trabajo de 1 dólar la hora en Libman como fabricante de escobas.
Al crecer, Jesús se dio cuenta que realmente no conocía a su padre. Es cierto que Joaquín ayudó a mantenerlos económicamente a su madre, a él y a sus dos hermanos, pero la realidad es que sólo regresaba a México un mes cada tres años. Su tío Homero, un mecánico que le enseñó el oficio, fue quien se ocupó realmente de aquel muchacho.
En 1989, aunque su madre y cuatro hermanos ya se habían mudado a Arcola con visas para trabajar en Libman, Jesús intentó quedarse en México. Cuatro años después cambiaría de opinión cuando su esposa dio a luz a su primer hijo y el trabajo en México comenzó a escasear. Con visa en mano, Garza, de 23 años, hizo el viaje de 24 horas desde México en una camioneta Chevy gris que llegó a Arcola cubierta de nieve, en enero de 1993.
Consiguió un trabajo de 4.25 dólares la hora en Libman empacando escobas en cajas. Pero para alguien acostumbrado a trabajar en autos al aire libre en México, los espacios reducidos y el trabajo monótono del piso de la fábrica no era algo tan atractivo.
El padre de Garza convenció a un amigo que era dueño de un taller mecánico que le diera a su hijo un trabajo de medio tiempo. Jesús trabajaba 16 horas al día, cuatro horas en el taller y el turno nocturno de 12 horas en Libman.
Después de seis meses, el dueño de la tienda, JerryBeals, contrató a Garza a tiempo completo y le pagó para que tomara clases de inglés y recibiera varias certificaciones como mecánico.
Un final feliz
Una mañana de marzo de 2000 a Garza también le sudaban las manos (como en el desfile del Festival). Se dirigía a Chicago a tomar el examen para convertirse en ciudadano estadounidense. Ocupado con tanto trabajo, Jesús solo se dio el viaje de tres horas para prepararse, pero dijo que impresionó al oficial de Migración cuando le recitó las 13 colonias originales de Estados Unidos en el orden exacto en que aparecían en el Manual de estudio.
Cinco años después Garza inició su propio negocio en Arcola. Lo llamó “Taller 3 J” en honor a sus tres hijos: Jesús Jr., Jessica y Jane. Un cuarto hijo, Jade, vendría más tarde. A esa altura ya era demasiado complicado cambiarle el nombre del Taller a “4 J”.
Hasta 2013 Garza trabajó desde las 3 de la mañana. hasta las 9 de la noche siete días a la semana. El taller mecánico se mudó primero de su casa a un modesto local de ladrillos antes de expandirse a un antiguo almacén de escobas con espacio para 10 elevadores de vehículos.
Su negocio es ahora uno de los talleres de reparación más grandes del centro de Illinois, con una base de datos de 4 mil 800 clientes. También es dueño de tres edificios de apartamentos de ocho unidades y seis casas de renta.
Los coches son vitales en cualquier comunidad rural de Estados Unidos. Son básicos para ir al trabajo o para hacer compras. Todo queda lejos. Don Jesús nunca le queda mal a sus clientes y los ayuda a solucionar problemas. Eso está detrás del crecimiento de su negocio y es la base de otro sueño americano que sigue acelerando a la velocidad de un potente motor.
MEXICANOS SON EL 30% DE LOS RESIDENTES DE LA CIUDAD
Inmigrantes, receta para el crecimiento de Arcola
La experiencia del pequeño poblado de Arcola con la inmigración difiere dramáticamente de la retórica enardecida en la que se basa el apoyo de estas comunidades rurales al discurso de Donald Trump.
La población latina de Arcola se ha disparado desde que hace 30 años, en gran parte debido al crecimiento de la fábrica de escobas Libman Co.
En 1990, 240 mexicanos constituían el 9% de la población de Arcola. Los datos del censo 2020 muestran que es probable que hoy sean más de mil 200, o un poco menos del 30% de los residentes de la ciudad.
En el mismo período, Libman pasó de 400 a 900 empleados, casi la mitad de ellos mexicanos, a medida que la empresa diversificó su línea de productos y pasó a fabricar casi todo en Arcola.
Muchos pueblos pequeños de Illinois están desapareciendo, debido a la falta de diversidad. Arcola ha demostrado que, darles oportunidades a inmigrantes, es la receta para impulsar el crecimiento económico de muchas comunidades.
Dilemas de “Trumplandia”
Que un inmigrante mexicano haya sido electo alcalde en una ciudad predominantemente blanca, de mayoría republicana, ilustra ese nivel de desconexión que hay entre la actitud de las comunidades rurales ante la necesidad que tienen de recibir migrantes para seguir funcionando y el actual discurso racista.
Garza, con 51 años, asumió el cargo a mediados de año como un novato político mexicano-estadounidense en una ciudad llena de partidarios del expresidente Donald Trump. Muchos votantes de Arcola son leales a la retórica dura de Trump contra la inmigración. Por eso es tan difícil entender por qué apoyaron a un inmigrante mexicano en su ciudad y no quieren apoyar políticas públicas que, desde Washington, puedan permitan a otros miles de inmigrantes perseguir sueños similares a los de don Jesús.
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