El país donde las mujeres deben pedir permiso a los hombres para tomar una pastilla abortiva
Históricamente Japón ha sido extremadamente lento en autorizar drogas y tratamientos para la salud reproductiva de las mujeres
El aborto vuelve a estar en el centro del debate público. Pero mientras en Estados Unidos parece estar en retroceso, debido a la sentencia de la Corte Suprema de ese país que dejó de considerarlo como un "derecho constitucional", en Japón avanza, aunque de una manera peculiar.
En mayo, desde el Ministerio de Salud dijeron al Parlamento que estaban listos para aprobar una píldora abortiva fabricada por la compañía farmacéutica británica Linepharma International.
Sin embargo, aclararon que las mujeres aún necesitarán "obtener el consentimiento de su pareja" antes de que se puedan administrar las píldoras, un requisito que los activistas a favor de la interrupción del embarazo han calificado de patriarcal y obsoleto.
Los abortos médicos, utilizando píldoras en lugar de cirugía, se legalizaron en Francia hace 34 años. En Reino Unido en 1991 y Estados Unidos en 2000.
En muchos países europeos, esta es ahora la forma más común de interrumpir un embarazo. Las píldoras representan más del 90% de los abortos en Suecia y alrededor del 70% en Escocia.
Un récord contradictorio
Japón, por su parte, no solo tiene un historial pobre en materia igualdad de género, sino que ha sido extremadamente lento a la hora de aprobar medicamentos relacionados con la salud reproductiva de las mujeres.
Los activistas nipones bromean diciendo que el país tardó 30 años en aprobar la píldora anticonceptiva, pero solo seis meses en aprobar el Viagra para la impotencia masculina. Ambos estuvieron disponibles en 1999, pero el último llegó primero.
Y si como la demora no fuera suficiente, la píldora anticonceptiva viene con restricciones, lo que la hace costosa y difícil de usar.
Todo se remonta a la forma en que se legalizó el aborto en Japón.
Pese a que Japón en 1948 se convirtió en uno de los primeros países en el mundo en aprobar una ley que despenalizaba la interrupción del embarazo, la normativa era parte de la Ley de Protección de la Eugenesia.
La decisión no tenía nada que ver con dar a las mujeres más control sobre su salud reproductiva. Más bien, se trataba de prevenir el nacimiento de personas "inferiores".
El artículo 1 de la ley estipula que el objetivo de la misma era "impedir el nacimiento de descendientes inferiores desde el punto de vista eugenésico y proteger también la vida y la salud de la madre".
El instrumento fue reformado en 1996 y rebautizado como Ley de Protección de la Salud Materna.
Pero muchos aspectos de la antigua ley sobrevivieron. Así, hasta el día de hoy, las mujeres que desean abortar deben obtener un permiso por escrito de su esposo o, en algunos casos, de su novio.
Historias reales
Ota Minami quedó embarazada después de que su novio se negara a usar condón durante las relaciones sexuales. Los condones siguen siendo la principal forma de control de la natalidad en Japón.
Sin embargo, luego se negó a firmar el documento que le permitiría abortar.
"Es extraño, tuve que pedirle que usara anticonceptivos", relató a la BBC. "Y cuando decidió que no quería usar condón, necesité su permiso para abortar".
Ota prosiguió diciendo: "El embarazo me pasó a mí y a mi cuerpo, pero necesité del permiso de otra persona. Me hizo sentir impotente. No podía tomar una decisión sobre mi propio cuerpo y mi futuro".
Las opiniones japonesas sobre el aborto suelen estar influenciadas, más que por ideas religiosas, por una larga historia de patriarcado y puntos de vista profundamente tradicionales sobre el papel de la mujer y la maternidad.
"Es muy profundo", admitió Ota. "Cuando una mujer queda embarazada en Japón, se convierte en madre, ya no es mujer. Una vez que eres madre, se supone que debes dejarlo todo por tu hijo. Se supone que es algo maravilloso. Es tu cuerpo, pero una vez que estás embarazada, ya no es tu cuerpo".
Por las nubes
Conseguir una píldora abortiva también puede resultar difícil y costoso, se estima que su precio puede llegar hasta los US$700, ya que es probable que implique ser admitido en un hospital o una clínica, bajo el motivo de proteger la salud de las mujeres.
"En Japón, después de tomar la píldora abortiva, la mujer tiene que permanecer en el hospital para que podamos monitorearla. Tomará más tiempo que un aborto quirúrgico tradicional", reconoció a la BBC el doctor Tsugio Maeda, subdirector de la Asociación Ginecológica de Japón.
Las activistas de la salud sexual femenina sostienen que esto no tiene base científica y que persigue proteger un lucrativo negocio.
"Creo que muchas decisiones las toman hombres mayores que nunca tendrán un hijo", dijo la activista Asuka Someya, quien dirigente una organización favorable al aborto.
Asuka sostiene que todavía hay una gran resistencia en la sociedad japonesa para facilitar el aborto.
El argumento es que si facilita a las mujeres abortar, aumentará el número de quienes lo hagan. Entonces, hacen que sea un proceso difícil y costoso.
Pero, como muestra la evidencia de otros países, limitar las opciones de las mujeres solo aumentará su sufrimiento y no impedirá la interrupción de embarazos no deseados.
La activista aboga por una mejor educación sexual y en que las mujeres japonesas tomen el control de la anticoncepción, en lugar de depender de los hombres para usar condones.
En Europa, la píldora anticonceptiva es la forma más común de control de la natalidad. En Japón, solo lo usa el 3% de las mujeres.
"Quiero que se elaboren más políticas escuchando las voces de las niñas y las mujeres", concluyó.
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FS