El nacionalismo pone a prueba la resistencia de la Unión Europea
Francia, con Macron al frente, se alza como protector del bloque, según analistas
El desafío independentista en Cataluña y la victoria del Brexit en Reino Unido aparecieron como nuevas expresiones de los nacionalismos europeos que, según analistas, pusieron a prueba en los últimos meses la pertinencia y la solidez de la Unión Europea.
El deseo de independencia de la región catalana de momento encalló, pero recordó que en Europa hay comunidades o países enteros que reivindican su especificidad y quieren ser independientes de un poder central.
En Reino Unido, la decisión de romper con Bruselas se basó en una cuestión de soberanía y en el rechazo a financiar una organización de burócratas que imponía sus reglas e impedían a la isla desplegarse mundialmente.
En Cataluña, se sumaron argumentos emocionales y económicos para justificar la independencia frente a un Estado español considerado un freno a la prosperidad y a la expresión de una identidad.
“Los nacionalistas han entendido que en las regiones desarrolladas y prósperas no es suficiente con apelar a la idea de una nación cuya cultura está oprimida desde el principio”, señala el historiador Bruno Yammine.
“Los nacionalistas han entendido que en las regiones desarrolladas y prósperas no es suficiente con apelar a la idea de una nación cuya cultura está oprimida desde el principio”.
Sin embargo, están los que mantienen el sueño del control y la unidad, como EmmanuelMacron, centrista proeuropeo que el pasado 7 de mayo ganó con un amplio margen las elecciones presidenciales en Francia.
El “Divorcio de terciopelo” checoslovaco cumple 25 años
Checoslovaquia desapareció el primero de enero de 1993, en lo que se conoce como el “Divorcio de terciopelo”, decidido amistosamente por los líderes checos y eslovacos, sin consultar a la población.
Por razones de lengua, historia y cultura, ambos países siguen unidos, 25 años después, en la Unión Europea (UE), a la que pertenecen desde 2004.
Tras la transición del comunismo a la democracia en 1989, conocida como la “Revolución de terciopelo”, salieron a la luz tensiones sofocadas bajo la dictadura, como un creciente nacionalismo eslovaco crítico con el “centralismo” y la “arrogancia” de Praga.
Los dos gestores de la separación, el economista neoliberal Václav Klaus, primer ministro del Gobierno checo, y el abogado ultranacionalista Vladimir Meciar, al frente del Ejecutivo eslovaco, acordaron el reparto del patrimonio federal en menos de seis meses. Los bienes del disuelto Estado se repartieron con un cálculo de dos por uno en favor de los checos, ya que Chequia cuenta con 10.5 millones de habitantes y Eslovaquia con sólo 5.5 millones.
Incluso el antiguo himno estatal se dividió: la primera parte para los checos y la segunda para los eslovacos.