Coronavirus: hartos, brasileños desdeñan cuarentenas
En Río de Janeiro, pobladores se dan un respiro y participan en la tradicional fiesta de samba Pedra do Sal
Decenas de personas inundaron las calles empedradas del centro de Río de Janeiro para su tradicional fiesta de samba Pedra do Sal —la primera desde el inicio de la pandemia—, y tal parecía que Brasil regresaba a la normalidad.
"Algo de lo que no se habla es de una enfermedad muy seria que se extiende en todo el mundo, que es la depresión"
Entre quienes bailaban el lunes se encontraban Luana Jatobá y dos amistades, todos ellos recuperados de COVID-19.
Como enfermera de pacientes de coronavirus, ella sabe mejor que nadie que el índice de hospitalización en las unidades de terapia intensiva de Río ha aumentado al tiempo que el promedio semanal de casos en la ciudad ha alcanzado su nivel más alto desde junio... sin embargo, señaló, todo mundo está ansioso por darse un respiro ante la situación.
"Atendemos a la gente que está enferma de COVID, pero algo de lo que no se habla es de una enfermedad muy seria que se extiende en todo el mundo, que es la depresión", dijo Jatobá. "Después del confinamiento, este círculo de samba realmente es para rescatar a todos los que se sienten deprimidos. El virus no es lo único que mata".
Los brasileños, al igual que muchos en todo el mundo, están hartos de la cuarentena. El ritmo de propagación un tanto lento del COVID-19, en combinación con una menor cobertura de los medios tras su propagación más allá de las dos ciudades más importantes de Brasil, ha contribuido a que la población saque a la enfermedad de su mente.
No obstante, el nuevo coronavirus continúa extendiéndose en el país más grande de Latinoamérica, y los alcaldes —la mayoría de ellos ni siquiera interesados en mantener las restricciones antes de las elecciones de noviembre— están reactivando las economías de sus ciudades.
Ante ello, los expertos advierten de una posible segunda ola de contagios.
Brasil superó los cinco millones de casos confirmados de coronavirus el miércoles, y raya en los 150 mil fallecimientos, la segunda cifra más alta del mundo.
"La gente pensaba que era inaceptable que mil personas murieran cada día hace dos meses, y ahora están bien con 700 personas muriendo cada día. Simplemente no tiene sentido", dijo Pedro Hallal, un epidemiólogo que coordina el programa de pruebas de la Universidad Federal de Pelotas. "Podemos decir que la peor parte de la primera ola terminó, y ahora obviamente tenemos que seguir vigilando para ver si los números vuelven a subir".
JM