Cientos de filipinos se flagelan en Viernes Santo
Rituales extremos, que no son aprobados por la Iglesia católica, se realizan tradicionalmente en algunos pueblos del país asiático
Centenares de hombres con los pies desnudos se flagelaron y algunos incluso se crucificaron durante las espectaculares ceremonias del Viernes Santo en algunos pueblos de Filipinas, que el Vaticano no aprueba.
Los actos de autoflagelación y las crucifixiones se repiten cada año en este país mayoritariamente católico, donde algunos creyentes se sienten orgullosos de ponerse en la piel de Jesucristo.
Filipinas tiene 80 millones de católicos, que en su mayoría celebran en familia y en la iglesia el Viernes Santo, el día en que según la tradición Jesucristo murió en la cruz.
Pero en algunas regiones todavía se cree en el sufrimiento extremo como forma de expiar los pecados, lo que desemboca en un espectáculo sangriento que se ha convertido además en atracción turística.
En el norte de Manila, varios hombres con una corona de espinas avanzan lentamente bajo el intenso calor en una carretera de la provincia Pampanga. De vez en cuando se flagelan la espalda con varas de bambú atadas con una cuerda.
"Es un compromiso religioso. Lo haré cada año, mientras pueda", explica Resty David, un camionero de 38 años que se flagela desde hace casi 20. Su objetivo es convencer a Dios de curar a su hermano de un cáncer.
La sangre y el sudor resbalan por los pantalones de los penitentes. Cada golpe de látigo provoca muecas de dolor también en el público y algunos espectadores intentan evitar las salpicaduras cuando la procesión pasa junto a ellos.
"Tendencias fariseas"
Algunas personas del público condujeron durante horas para asistir al espectáculo, que termina con la esperada crucifixión.
"Estoy un poco conmocionada", dice Annika Ehlers, una turista alemana de 24 años. "Es muy intenso, no me esperaba algo así".
Ehlers asistió a las 10 primeras crucifixiones previstas durante la jornada en varios pueblos cercanos a San Fernando, a unos 70 kilómetros al norte de Manila.
Los voluntarios reciben clavos de ocho centímetros en las manos y los pies. Luego un grupo de hombres vestidos de romanos levantan la cruz para que el público vea al crucificado. Poco después retiran rápidamente los clavos y curan las heridas.
Sin embargo la Iglesia considera que estos fieles deberían pasar la Cuaresma rezando y reflexionando.
"La crucifixión y la muerte de Jesús son más que suficientes para salvar a la humanidad de los efectos de sus pecados. Son acontecimientos que ocurren una vez en la vida y que no hay necesidad de repetir", afirma Jerome Secillano, de la Conferencia de Obispos Católicos de las Filipinas.
"La Semana Santa (...) no es el momento de hacer alarde de la propensión del hombre al entretenimiento y a las tendencias fariseas", añade.
Cerca del 80% de la población de Filipinas es católica, la herencia de 300 años de colonización española.