Internacional

AMLO y Bolsonaro: el incierto futuro de la geopolítica latinoamericana

El  2019 será un año de cambios en una América Latina marcada por la polarización entre izquierda-derecha. Las dos principales potencias de la región -Brasil y México- se sometieron en 2018 a procesos electorales que inician un vuelco en la política nacional y el posicionamiento internacional de ambos países. La presidencia de AMLO supone el primer giro a la izquierda desde que se proclamara la democracia en México, mientras que el ascenso del brasileño Jair Bolsonaro, quien asumirá su mandato el 1 de enero, representa la extrema derecha antidemocrática, evocando el fantasma de la dictadura.

A pesar de las importantes diferencias ideológicas, AMLO y Bolsonaro comparten varios desafíos:

  • Violencia y crimen organizado: Considerados el principal problema regional (según InSight Crime, 65% de los homicidios latinoamericanos ocurren en Brasil y México);
  • Desigualdad: El crecimiento del PIB (estimado para 2018 en 1.4% en Brasil y 2.2% en México, según el FMI) se ha ralentizado, aumentando la pobreza que afectó en 2017 al 43.6% de los mexicanos y al 25.4% de los brasileños.
  • Corrupción: En 2017, Brasil ocupó el puesto 96 y México el 135 de 180 países evaluados por Transparencia Internacional;
  • El declive de la democracia: En ambos países es la peor evaluada de la región; sólo 34% de los brasileños y 38% de los mexicanos la apoyan, conforme al Latinobarómetro.
  • Flujos migratorios: Con casi 400 mil migrantes centroamericanos que entran anualmente en México, cerca de 6 millones de mexicanos irregulares en EU y la llegada de al menos 150 mil venezolanos a Brasil desde 2015.

Estos desafíos, y la capacidad de los candidatos de trasladarlos al centro del debate electoral utilizando discursos populistas, explican el contundente triunfo en los comicios de AMLO y Bolsonaro (53% y 57% del voto respectivamente). Salvando las distancias ideológicas, su éxito representa dos caras del mismo fenómeno, ya que ambos supieron capitalizar el hartazgo de los votantes con los partidos tradicionales y gobiernos salientes, y enmarcaron sus campañas en una misma lógica discursiva: mensajes anti-sistema, maniqueístas, simplificadores y dramáticos; que buscaban señalar a un antagonista al pueblo o ciudadano honesto (las “mafias del poder”, AMLO; las élites corruptas, Bolsonaro); y que fomentaran el culto a ambos líderes.

Los nuevos presidentes buscarán atender problemas similares desde proyectos ideológicos opuestos. Ambos aseguran que lucharán contra la violencia y la corrupción, mejorarán el control de fronteras, y reducirán la pobreza y desigualdad social. Bolsonaro promete mano dura y medidas económicas neoliberales; AMLO, políticas sociales, inversiones públicas y el respeto a los Derechos Humanos.

De cumplirse los presagios, habrá un viraje significativo en el posicionamiento internacional de ambas naciones. Bolsonaro buscará una mayor cercanía a EU y otros gobiernos de derecha; AMLO repite la retórica de diversificación pro-latinoamericana de sus antecesores -aunque habrá que ver si marcará una mayor distancia política de Trump o se dejará ganar por el pragmatismo-. El anuncio de Bolsonaro de salirse del Acuerdo de Cambio Climático de París o de trasladar la Embajada a Jerusalén son claros guiños al mandatario estadounidense, aunque éste también tendrá que buscar un entendimiento con México, su tercer socio comercial, segundo destino de inversión y con el que comparte el desafío de la migración.

El libre comercio será otro barómetro para medir la actuación de los nuevos gobiernos: ¿Reconocerá AMLO el T-MEC, y continuará la política de apertura comercial?, ¿Abrirá Bolsonaro la economía brasileña, abandonando décadas de políticas proteccionistas? Al menos retóricamente se invertirán los papeles: AMLO será menos favorable al libre comercio y Bolsonaro más, si se confirma el enfoque neoliberal de su programa electoral.  

En la región, Brasil y México representarán alianzas opuestas en una América Latina polarizada: AMLO buscará mayor entendimiento con el Grupo ALBA, Bolivia y Venezuela; Bolsonaro se insertará en el eje de centro-derecha con los gobiernos de Argentina, Colombia, Chile, entre otros. En cuanto a la relación bilateral, crecerá la distancia entre ellos, lo cual no favorecerá la reconstrucción de la CELAC, en proceso de disolución por la división en torno al apoyo o rechazo a Nicolás Maduro.

Fuera de la región, el desencuentro ideológico tampoco se manifestará en una mayor coordinación “latinoamericana” en el G-20. Se vislumbra un giro en direcciones opuestas con relación a China. Bolsonaro criticó, en campaña, a los BRICS y la dependencia de China, el principal socio comercial de Brasil. AMLO, por su parte, parece interesado en el país asiático, al considerarlo un socio atractivo en la diversificación económica que ha trazado. Asimismo, un renovado impulso a la Alianza del Pacífico y el TPP podría representar para México una forma de diversificar sus relaciones más allá de Latinoamérica.

México y Brasil generan dos terceras partes del PIB y concentran más de la mitad de la población regional. La llegada de los nuevos presidentes, quienes coincidirán durante al menos cuatro años en sus gobiernos, abre una etapa de incertidumbre y enorme trascendencia geopolítica en la región.

*Anuschka Álvarez von Gustedt, Profesora de Relaciones Internacionales, Universidad Panamericana y Susanne Gratius, Profesora en Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Universidad Autónoma de Madrid.

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