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Ya no me haces feliz

Mira nomás, ahora resulta que la tarea de la pareja es hacerte feliz. ¿Quién fue el atrevido de inventar que casarse es poner la felicidad de uno, en las manos del otro? Parece increíble; pero sí es una creencia muy extendida en muchas parejas. Casi como si se impusieran la idea de que el matrimonio tiene como fin la felicidad. Eso resulta muy distorsionado a la luz de una escrupulosa indagación con una  lupa, que nos permite mirar a fondo en la mente humana, que el/la únic@ responsable de tu felicidad eres tú mism@. No los demás.

En la pareja sí hay un complemento, una ayuda y una compañía. Pero echarle la carga a la pareja de tu infelicidad, para que después te vengan a regañar de que no son felices por tu culpa... ¡Qué atrevimiento! y desde luego insostenible, el llegar a creer que sí te toca hacer feliz al otro ser. Es realmente preocupante que un adulto se saque de la manga ese viejo e inmaduro truco para señalar a la pareja como la persona responsable de la infelicidad. Ese cuento ya hay que enterrarlo en las sombras de los viejos museos y comenzar por asumir que no hay nadie más dueño de la felicidad y el éxito que uno mismo. Pobre de la ingenua y sumisa pareja que se traga semejante bocado y vive con la culpa y la impotencia, al no saber cómo hacer feliz a su acompañante y además tener que soportar las constantes acusaciones de que no te hacen feliz. Llegando a la humillación de agredir e insultar, con tal de hundir el filo del resentimiento, porque no han logrado que te hagan feliz los demás.

Basta ya de vivir con tan infantil actitud y estarse quejando, al estilo de una víctima, de que no eres feliz por culpa de tu pareja. Asume tu más importante compromiso y toma las riendas de tu vida y déjate de tonterías. Crecer es dar lo mejor de ti, lo que trabajas en tu interior, lo que eres capaz de lograr, del perfeccionamiento de tu estilo y modo de ser. Si sufres, te agobias y de plano estás hundido en la frustración y el fracaso, no te desquites con los que están a tu lado.

Así que retira tu drama de mártir y recoge tus inmaduras acusaciones y haz lo que quieras, pero el único dueño de tu felicidad, eres tú. Más claro ni el agua.

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