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Y después de las campañas, ¿qué?

El tiempo todo lo cura, dicen. Hasta la juventud, ese horrible defecto, se quita con el tiempo. Hay que decir sin embargo que todo, como siempre, es relativo y que hay cosas que se acentúan con el tiempo, aunque la palabra no lleve acento. Lo cierto es que al final el tiempo se encarga de que las cosas horribles pasen, incluso las campañas electorales.

Hoy es el último día de unas campañas que durante dos meses ocuparon la energía y la pasión del país y llenaron los espacios comerciales de radio y televisión. Adiós al bombardeo de spots sin contenido que quisieron convencernos de que el otro era peor, de que los del otro partido estaban mintiendo o de que si ellos no ganaban vendría el caos. Pero, sobre todo, hay que agradecerle al tiempo que al fin cambiará el tema de conversación de las mesas familiares, de amigos o de trabajo. Pase lo que pase, el próximo lunes sabremos quién ganó, quién perdió, quién tendrá mayoría en las cámaras y con esos habremos de bregar los próximos años. Lo que muchos, de uno u otro bando, quisieron convertir en la madre de todas las batallas, la próxima semana será un dato más de la realidad.

La política, decía De Gaulle, es algo demasiado serio para dejarla en manos de los políticos. Hay que bajarle tres rayitas a la polarización y subirle cinco a la participación

Si algo hemos de aprender de un proceso electoral tan crispado como el que está por concluir es que los grandes cambios no los hacen grandes políticos ni carismáticos líderes sino grandes pueblos y pequeñas organizaciones. Da igual que el presidente se desgañite todas las mañanas y que sus opositores pongan el grito en el cielo todos los días después de la mañanera, o que el gobernador nos regañe porque no vemos lo que él ve, si los que habitamos el territorio no decidimos hacer algo en colectivo por él, si no trabajamos en conjunto por recuperarlo en términos de seguridad, de sustentabilidad, de productividad. 

La elección democrática de nuestras autoridades es una parte fundamental del proceso político, pero no es ni el punto de partida ni el punto de llegada. Si no somos capaces de transmitir ese ímpetu, de canalizar la energía que se vivió durante la campaña los últimas semanas, a la construcción cotidiana y cercana de un barrio más seguro, de una escuela de mejor calidad, de un espacio laboral más productivo y justo lo único que habremos logrado será un gran desgaste social para dejar, de nuevo, todo en manos de unos pocos, siempre los mismos enfundados en diferentes colores. 

Terminaron las campañas, ¿y ahora qué? La política, decía De Gaulle, es algo demasiado serio para dejarla en manos de los políticos. Hay que bajarle tres rayitas a la polarización y subirle cinco a la participación.

diego.petersen@informador.com.mx

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