Xóchitl: la sombra de un adiós
Imaginemos este fatídico día: 3 de junio de 2024. La candidata del oficialismo, como apuntaban todas las encuestas, es declarada, la noche previa, la próxima Presidenta de México. “Sheinbaum: triunfo a doble dígito”, titulan los diarios.
Sólo hay una forma de que la humillación sea doble: si Álvarez Máynez, candidato de Movimiento Ciudadano, le disputa o incluso arrebata el segundo lugar a Xóchitl Gálvez. Los escépticos dicen que si el emecista salva el registro habrá logrado una proeza. Pero los naranjas, crédulos y necesitados de milagros, juran que todo puede ocurrir en un mes. Su santo, San Pancracio, está de cabeza igual que la campaña de la prianista.
Imaginemos que en el tercer debate, igual que en el primero y marcadamente en el segundo, Xóchitl convirtió el atril en un lavadero. La discusión se tornó en una polca de insultos y calificativos. Y eso disgustó a los votantes.
Imaginemos que ese 3 de junio todo mundo se pregunta, por primera vez, lo que ahora planteo a sólo un mes de la elección presidencial: ¿qué pasará con el PRI, el PAN y el PRD a partir de ese momento?
Un querido amigo, Julio Ríos, me explicó hace poco en un café la función instrumental de Xóchitl Gálvez en esta contienda. Lo hizo a manera de fábula.
Imaginen un pantano lleno de lodo, pestilencia y corrupción. De un lado están muchos alitos, markitos y chuchitos. Todos quieren cruzar al otro lado, pero no saben cómo. Hasta que encuentran a Xóchitl. Le ponen un chaleco rojo, azul y amarillo, y se suben a ella para alcanzar el otro lado que metafóricamente sería el siguiente sexenio. Xóchitl, hundida en el pantano, desaparece, pero ellos llegan a una curulita que les dejará sobrevivir otros seis años antes de la extinción.
Esa es la verdadera pregunta. ¿Cómo se va a reconfigurar el mapa político del país después de la elección del 2 de junio? Un partido como el PRI, con más de 70% de rechazo, tiene pocas posibilidades de sobrevivir. El PAN, caído en el descrédito, sin liderazgos, tampoco podría convertirse en el salvavidas de la oposición. El PRD, un organismo bacteriano, incapaz de sobrevivir por sí solo, desaparecerá sin nada a qué adherirse.
Xóchitl Gálvez será olvidada. Habrá algunos ecos, igual que le pasó a Ricardo Anaya (¿ese era su apellido?), pero la historia le dará un segundo o tercer lugar, en la fila de hasta atrás. Quedarán sólo la hegemonía de Morena y un partido naranja que podría recoger los restos de la oposición. El 3 de junio, un día después de la elección, comenzará a trazarse un nuevo futuro político del país. Espero que alguien tenga un plan.
Por supuesto que, dirán algunos, Xóchitl aún tiene posibilidades. Tampoco quiero ser fatalista. Usted, querida y querido lector, también tiene posibilidades de ganarse el premio mayor de la lotería.