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Xóchitl, flor de los pantanos

Parece que cuando todo está perdido o percibimos el riesgo de perder lo que tenemos, en medio de la violencia, cuando la intolerancia y la descalificación preceden a la justa cívica sexenal y el conflicto post-electoral se atisba en el horizonte, lo que se asumía como un hecho consumado o inevitable cobra una nueva dimensión; se suponía que López Obrador tenía bajo su control la sucesión de la Presidencia y, en el paroxismo de su soberbia, anunciaba la continuidad de la cuarta transformación como un movimiento cuya profundidad removería la historia patria, desde sus raíces, hasta nuestros días.

Con la estructura y el aparato del Gobierno federal, más de 20 estados controlados desde la Presidencia de la República, con la escarcela de los dineros públicos a sus órdenes, con la Fiscalía a su servicio y el brazo persecutor de la Secretaría de Hacienda intimidando a quienes se le opusieran; con las autoridades electorales dóciles, casi rendidas, y las Fuerzas Armadas en sus manos, parecía pan comido consumar una elección de estado. El “banquete democrático” estaba por servirse. El chef, los mejores cocineros y toda la parafernalia que uno puede imaginar: bandas de música interpretando el Danubio Azul, meseros de librea, manteles de lino, arreglos florales espectaculares, viandas suculentas, vinos del Rhein, todo para halagar a la nueva Tlatoani mexicana-alemana. ¿’On ’tan Almonte y Massimiliano? En medio del pantanoso desprestigio de la política, con los partidos administrados por mozos de cuerda -algunos con dirigencias fétidas-, con la chusma recogiendo las migajas lanzadas desde arriba y bailando cual osos al ritmo del pandero, resulta que, a puerta cerrada en Palacio de Gobierno, una nueva esperanza entró por la ventana.

Nacida a la vida pública como consecuencia de un ejercicio de búsqueda de talentos, con un compromiso social explícito y una vocación de servicio innata, hoy, en el Frente Amplio por México, Xóchitl Gálvez, cual Juan el Bautista, limpió de pecado a los partidos que no tenían ninguna posibilidad de éxito e hizo renacer la ilusión en un país en el que se respire la confianza y se combata sin temor la impunidad y la corrupción. Su frescura, llaneza y desenfado revelan una persona hecha en el esfuerzo de la vida diaria. Una historia de trabajo, éxitos y fracasos la acreditan como una mujer en la que podemos depositar nuestra confianza. Su sola presencia ha oxigenado el escenario de la vida nacional. Su autonomía respecto a los partidos políticos promete un ejercicio del poder al margen de las facciones.

Basta de confrontaciones: si queremos un cambio de verdad, actuemos serenamente y con sensatez.  Analicémosla. Si Xóchitl es la líder que necesitamos para reconstruir un país que quedará defenestrado por los excesos del “caudillo” y necesitado de políticas públicas que nos reconcilien, deberemos apoyarla. Hoy, sin pudor alguno, el Presidente está empeñado en desacreditarla. ¡No permitamos que los francotiradores instalados en las atalayas del poder la masacren! Que las balas de la descalificación no asesinen la esperanza de un México renovado.

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