Vuelta al molino de Oblatos: una herramienta viva
No se trata de una simple ruina botada entre la basura. Lo que queda del molino de Oblatos puede ser la punta de lanza de una renovación del populoso, extenso y querido barrio de Oblatos.
No existe mayor información sobre los orígenes precisos del molino. Se sabe que era un esencial equipamiento para la dilatada Hacienda de Oblatos, cuyo casco todavía subsiste a unas cuadras, meritoriamente conservado y utilizado como un centro cultural municipal. Probablemente date del siglo XVIII. Aprovechaba las aguas del arroyo inmediato para mover su maquinaria, y está situado en una extensa hondonada, mucha parte de ella, obviamente, de propiedad federal.
Hace algunos años, en 2016, un grupo de artistas tapatíos reunió esfuerzos para realizar, en el contexto del molino, una intervención urbana y artística. Se planteaba, de entrada, el rescate ecológico e hidráulico de esa sección de la cuenca, ubicada en los aledaños del cruce las avenidas Plutarco Elías Calles y José María Iglesias. Consiste en una barranca fácilmente acondicionable como un gran parque, en la que los artistas ubican diversas obras de carácter tanto escultórico como utilitario con el fin de dotar a la demarcación de un equipamiento altamente necesario y favorable para la calidad de vida de una gran cantidad de habitantes.
El centro, la insignia de la intervención, es el molino de Oblatos. Una ruina que se propone conservar, simplemente consolidándola con todas las reglas de la restauración. No se trata de buscar su “devolución” a un estado original que se desconoce, sino de hacer del valiosísimo vestigio tanto un testimonio del pasado como un símbolo de un futuro mejor, conciliado con la tradición, pero abierto a las necesidades contemporáneas y a las mejores expresiones artísticas de nuestros días.
El proyecto, junto con las piezas realizadas para él, fue presentado públicamente en la Sala de Cabildo del Ayuntamiento de Guadalajara en marzo del 2017, como una propuesta y una contribución a la ciudad. Los artistas que participaron fueron Jorge Méndez-Blake, Gonzalo Lebrija, Jose Dávila, Fernando Palomar, Andrés Aguilar, Francisco Ugarte, Jis, Gabriel Rico y Patrick Charpenel como curador (nombre de trabajo del grupo: Los Capetillo). La alternativa sigue vigente, y abierta.
Porque el otro destino es seguir con la actual situación. Un barrancón lleno de basura, inseguro, oscuro; una corriente de agua contaminada y desaprovechada (sería muy factible limpiar por lo menos parcialmente el caudal y utilizarlo para el parque); y una preciosa superficie urbana natural sujeta a invasiones o construcciones inconvenientes que contribuyan al mayor deterioro del entorno. Todo esto gravitando sobre cientos de miles de habitantes circundantes.
El proyecto, bautizado por Jis como el Molino Capetillo redentor, podría ser una verdadera redención de un lugar que es ahora un elemento de contaminación y deterioro para convertirse en un foco de renovación cívica, ecológica, hidráulica; un sitio recreativo que tanta falta hace, un contexto de actuación del arte contemporáneo en favor de la ciudad.
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