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Voz doliente como el cante jondo

La versión de Miles Davis del Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo nos deja el sabor que tiene el Sur de España, así como la finura de los decorados de la Alhambra, la fragancia de las magnolias, el canto de los pájaros y los chorros de agua de sus fuentes, o el susurro cuando corre entre sus paredes para refrescar la memoria. Con esa versión, podemos imaginar el dolor que se puede experimentar si un día tenemos que abandonar lo que más queremos.

El concierto va en crecendo y expresa las dualidades que se dan en la vida como es el esplendor y la oscuridad, la presencia y la ausencia o la luz y la sombra. Paradójicamente, Miles Davis dice que “la melodía es tan fuerte que cuanto más suave se toque, más fuerte se vuelve y cuanto más fuerte se toque más débil se vuelve”.

Tanto el concierto original como esta versión de jazz la he disfrutado desde hace tiempo: con la versión original, cuando mi madre subía a mi cuarto y se sentaba con su tejido para escucharla, supongo que imaginaba el viaje que nunca pudo hacer a Andalucía.

La obra provoca una cierta nostalgia y, a pesar de lo complicado que es traducir esas emociones musicales en palabras, trato de destacar la belleza de la versión de Miles Davis y del original con la guitarra, por esas voces dolientes como el cante jondo.

Las dos versiones transmiten la misma pasión con la que compuso Joaquín Rodrigo (1901-1999) su concierto desde el día que se comprometió hacerlo en 1938, después de comer y beber con sus amigos en San Sebastián: “No sé por qué todo lo referente al Concierto de Aranjuez se ha quedado grabado en mi memoria -decía Rodrigo. Una mañana, dos meses después, estando en mi pequeño estudio de la Rue Saint-Jacques, en el barrio latino de París, pensaba vagamente en ese Concierto del que ya me había encariñado a pesar de juzgarla difícil. Ese día oí cantar dentro de mí, de un tirón, el tema del Adagio y, en seguida, sin transición, el tercer tiempo. Me di cuenta de que la obra estaba hecha, pues la intuición nunca nos engaña en esto... El Adagio y el Allegro gentile fueron producto de una inspiración, con esa fuerza irresistible y sobrenatural. Luego, imaginé el primer tiempo (Allegro con spirito) compuesto gracias a la reflexión, el cálculo y la voluntad para terminar la obra por donde debí haberla empezado”.

La versión de Miles Davis aporta un sentimiento que asociamos con el abandono del paraíso, como era para los moros La Alhambra. La obra de Rodrigo es un canto a la nostalgia, tal como lo escuchamos en primer plano durante los tres movimientos.

En el verano de 1958 Enrique Martínez Negrete y yo nos fuimos a estudiar inglés a California y estando allá, Enrique, que siempre tenía las antenas puestas en el jazz que oíamos durante toda la noche en su casa de Guadalajara mientras platicábamos de la obra de Rulfo o del existencialismo y la vida... bueno, pues en aquel verano no sé cómo se enteró que Miles Davis iba a tocar en Santa Mónica y por eso fuimos desde Long Beach en nuestro flamante Hudson 47 que Enrique había comprado por cien dólares.

El concierto inicia con castañuelas y una guitarra o en esta versión con la trompeta como un doliente y melancólico eco. El jazzista conocía la intención de Rodrigo que parece que expresa la última vez que el rey Boabdil o Al-Zugabi, “El Desdichado”, vio por última vez su querida Alhambra, antes de exilarse en Marruecos.

Sketches of Spain es el título de esta obra que está en YouTube donde la he vuelto a escuchar, recordando aquella noche de jazz en Santa Mónica de este hombre con su gabardina sobre los hombros, mientras escuchábamos esos lamentos, como si fuera un desahogo de los sentimientos de Al-Zugabi.

(malba99@yahoo.com)

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