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Voto histórico

Históricas, así se anunciaron hace unos días las elecciones que el próximo 2 de junio se llevarán a cabo en nuestro país. Y tiene mucho sentido, nunca antes se había alcanzado la cifra de 100 millones de votantes en México, de acuerdo a información de la consejera del INE, Carla Humphrey, quien la semana pasada dio por concluido el proceso de credencialización. En sólo seis años se sumaron a la lista nominal 11 millones de mexicanos.

En lo que se llega la fecha prometida, el periodo de intercampañas hará un análisis minucioso de los presupuestos y los gastos de los partidos políticos, los expedientes de los candidatos, entre otras funciones, antes de dar el banderazo de inicio a las campañas oficiales el próximo 1 de marzo. 

Y así como estas elecciones serán históricas, también lo será el presupuesto destinado a los partidos este año, esos tan mencionados 10 mil 444 millones de pesos aprobados. Sólo Morena se lleva casi el 30% de los recursos, aunque sólo poco más de mil millones sean destinados a las campañas y el resto para actividades ordinarias. Y si los números oficiales suenan impactantes, el INE permite que cada partido reciba hasta 42.9 millones de pesos adicionales de entre sus simpatizantes. ¿Entendemos la dimensión de lo que representan estas elecciones?

Podemos llevarla a su mínima expresión: la participación ciudadana en las casillas. Cuando los números en macro son tan espectaculares en materia de elecciones, los números en micro son los que realmente importan: el voto en las urnas, cada uno cuenta. De los 130 millones de habitantes que hay en México, 100 millones son mayores de edad y tienen la capacidad de ejercer su voto, lo importante es saber si hay interés suficiente en cada uno para asistir a cumplir con su deber ciudadano.

 En cada uno de los comicios hay dos conceptos a los que le temen los partidos políticos: abstencionismo y voto de castigo. Sin detenerme en el segundo, el primero es el que hace la diferencia para que un partido conserve su registro y determine su presupuesto. Lo importante es saber en qué momento anímico se encuentra la población para salir a votar. ¿Emocionará lo suficiente a los mexicanos tener a dos mujeres en la cúspide de las encuestas? ¿El partido oficial habrá hecho bien su trabajo hasta ahora con el voto de confianza de 2018? ¿Le alcanzará a Morena para repetir la aplastante victoria de los 30 puntos porcentuales que tuvo López Obrador como candidato sobre el segundo lugar en las elecciones pasadas? ¿Los ciudadanos se sienten seguros para salir a votar?

Lamentablemente así como las estadísticas apuntan a que este año se celebrarán las elecciones más ambiciosas, con el mayor presupuesto y la mayor lista nominal, también podemos enfrentarnos a la otra cara de la moneda. En las elecciones federales anteriores se tuvo una participación del 63% de votantes, aproximadamente 56 millones de mexicanos salieron a las urnas, pero, aunque suena espectacular el número, casi 33 millones de ellos se quedaron en casa, es decir, hubo un 37% de abstencionismo, un porcentaje similar al de 2012 con 36.6% y el de 2000 con 36.03% de apatía entre los ciudadanos; en 2006 se registró el mayor índice en cuatro décadas con un 41.45% de abstencionismo.

¿Tendremos claro lo que representa esta elección para el país? Ojalá que estos comicios realmente sean históricos, que rompan con el desgano ciudadano y nos acerquemos a las cifras históricas de 1994 con el 77% de participación. Hagamos un análisis crítico del momento socio-histórico que vivimos; es una tarea personal revisar detenidamente quién es quién en el juego político, qué representa cada aspirante, qué queremos y lo que ya no queremos. 

¿Se imaginan qué sucedería -en un escenario poco  probable- si los mexicanos por el reclamo a la violencia, a los desaparecidos o a la falta de justicia protagonizaran “Un día sin votantes” al estilo: “Un día sin mexicanos (Sergio Arau, 2004)”? No. Por fortuna no sucederá; no somos una nación apática, somos un país que exige con la gente en las calles. Yo confío en que tengamos unas campañas inteligentes, unas elecciones conscientes y que, para variar, hagamos una histórica diferencia.

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