Vivir sin miedo
Qué difícil es vivir sin miedo. Sí, ese calambre que recorre el cuerpo y te deja un sabor metálico en la boca cuando sabes que el peligro está cerca. Sientes que todos los huesos del cuerpo tienen astillas, lastiman, la respiración se vuelve más lenta. Sí, es el miedo.
Tu vida está en manos de extraños que tienen el control; ellos pueden hacer contigo todo lo que quieran e imaginen y entonces quisieras sentir el latido del corazón de mamá cuando te abrazaba de niño, un consuelo. El “todo estará bien” que necesitas escuchar y sentir en esos momentos de pánico donde eres una presa de salvajes carentes de humanidad. Esto es sólo una mínima parte de vivir privado de la libertad. Anhelando por fracciones de segundo respirar, aunque sea un poquito nada más, estar en casa, de regreso con los tuyos.
En los 30 años que llevo conociendo historias, enfrentando demonios internos que te deja la cobertura por la información de “seguridad” o policiaca, intentando superar ausencias, llega el caso de Roberto, Diego, Jaime, Dante y Uriel, los cinco jóvenes desaparecidos en Lagos de Moreno que supera todas las otras pesadillas.
Sólo vi algunos fragmentos transmitidos en espacios informativos; la película del género gore que nadie pensó superaría la realidad. Escribo esto con todo el respeto y solidaridad hacia esas cinco madres que deben estar fuera de sí, sin encontrar consuelo, tratando de buscar en el tiempo una respuesta al vacío que sientes en las entrañas cuando algo que formó parte de ti no está contigo.
No hay consuelo. Nada aplacará el dolor, lo gris de los días. Todo cambió para siempre. Y duele, duele en el alma la carencia de empatía, el chiste que se cuenta y la “falta de audición” de un Presidente del país que en cinco años no ha cambiado el panorama de inseguridad en México, por el contario, la impunidad y los “abrazos, no balazos” abrieron la puerta a los tentáculos de grupos delictivos que están por todos lados.
Es inconcebible el nivel de miedo que se pretende propagar, la brutalidad -no puedo pensar en otro calificativo- al que puede llegar la delincuencia. Muchos vieron la imagen de los cinco jóvenes cautivos y el video -ojalá no todos lo hayan visto- donde se narra el terror en su máxima expresión de saberse víctima pero también victimario, como si de una película snuff se tratara. Así vivimos, en una película, en un plano-secuencia donde no parece haber cortes y se hila una desaparición tras otra, un hallazgo tras otro, una fosa tras otra.
La impunidad y la incompetencia se toman de la mano y caminan como si nada por las calles de México, porque en todos los rincones sucede. ¿Qué sigue? ¿Quién responderá por esa herida, por esas ausencias, por esas familias rotas?
En la última semana he visto cómo el dolor, la injusticia y la indolencia le quitaron la magia a Lagos de Moreno, que en lugar de recibir turistas con calidez reclama la brutalidad de la que es víctima su gente, pero también he visto cómo esa misma gente responde con una resistencia silenciosa donde un pueblo entero se unió a las afueras de una iglesia para exigir con velas encendidas una respuesta.
Fue tan doloroso ver ese velo de luz blanca que cubría las calles, primero en movimiento y luego estática a las afueras de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción mientras pedían por el regreso de los jóvenes. Por ese momento casi poético los pobladores vencieron al miedo para salir a las calles, todos estuvieron ahí para pedir por esos jóvenes y por los suyos, por los desaparecidos y cuyas historias desconocemos. Todos eran uno a la luz de esas velas que luego la lluvia apagó.
No hay marcha, grito u oración que pare la delincuencia, eso es trabajo de otros. Hemos pasado del asombro a la rabia, pero entre el dolor y la impotencia esperamos respuestas. ¿Cuántas gotas más se necesitan para frenar esta barbarie? ¿Cuántos vasos derramados quieren acumular las autoridades? ¿Se consagrará esta administración federal como la que más víctimas registre mientras reparte abrazos en lugar de garantizar seguridad?
El tiempo se termina y mientras las autoridades encuentran la fórmula para frenar el terror, como sociedad espero -pese al entorno hostil- que podamos vivir sin miedo.