Vivir en una burbuja informativa
No sé si les pasa lo mismo. Cada vez me cuesta más trabajo informarme. Pongo un ejemplo: el conflicto diplomático entre Ecuador y México.
He leído de todo. Desde los hijos de la Patria dispuestos a empuñar el fusil hasta los que acusan a AMLO de proteger a un criminal como Jorge Glas, lo cual es injusto, pues primero habría que hacer cuentas por los criminales que protege en México. Pero ese no es el punto.
Hay un concepto que explica la dificultad que tenemos para encontrar los enfoques intermedios o más analíticos de un tema que polariza. Se llama burbuja informativa. Todos en mayor o menor medida vivimos en una y nuestro carcelero es el algoritmo.
Su principio es muy simple. La característica central de las redes sociales es que permiten y hacen más fácil encontrar a otras personas que piensan igual que nosotros. A diferencia del mundo real en donde debemos enfrentar una mayor diversidad.
Es más difícil elegir a un vecino con ciertas características, por ejemplo que lea a Guadalupe Loaeza o se informe en El Chapucero TV (ambos son ejemplos dramáticos), pero sin duda es más fácil suscribirse a un canal de YouTube o seguir a un perfil que piensa igual que nosotros.
Entre las consecuencias de estas burbujas informativas o cámaras de eco producidas por las redes sociales están la polarización y las posturas extremistas. Estudios apuntan a que los enclaves de deliberación entre individuos que piensan igual favorecen la radicalización ideológica.
Ante la vastedad informativa, el algoritmo tiene una función clave, pues personaliza tu dieta noticiosa. Hay un concepto acuñado para referirse a esta información a la carta. Los gringos lo llaman el “Daily me”. Algo así como el Diario Yo que muestra sólo aquello que refuerza mis creencias o prejuicios.
Una de las preocupaciones de los expertos es que este algoritmo y su manera de determinar qué nos gusta y qué no está en manos de compañías privadas y es considerado una “caja negra” porque no sabemos cómo funciona.
Sin embargo, experimentamos todos los días su nivel de precisión. Hace poco me recomendaron un café de especialidad que distribuyen en línea. Y bueno… Todavía es hora que sigo recibiendo publicidad de esa tienda y todas los productos relacionados con la preparación de café: máquinas, métodos de extracción, libros, filtros. De hecho empiezo a ver vieja mi cafetera Delonghi.
Si el algoritmo lo hace con publicidad, ¿qué le impide hacerlo con contenido político e ideológico? El algoritmo cada vez nos conoce mejor. Nuestras preferencias, nuestros gustos. A tal punto que cada vez será más eficiente para apartarnos de cualquier contenido que nos desagrade.
Para salir de la burbuja informativa en el conflicto diplomático entre Ecuador y México leí algunos portales de noticias ecuatorianos. Revisé varios artículos del New York Times y repasé la Convención de Viena.
Así me enteré que Daniel Noboa, primer mandatario ecuatoriano, es un junior dueño de un imperio bananero llamado Bonita Bananas, y que el 21 de abril tendrá un referéndum y una consulta popular que pondrá a prueba a su Gobierno.
También supe que llegó a la Presidencia gracias a un mecanismo constitucional llamado “muerte cruzada” en donde el anterior presidente, Guillermo Lasso, terminó antes su mandato y disolvió la Asamblea Nacional debido a una crisis política. Esto significa que el elegido, en este caso Noboa, encabeza el Gobierno por menos de dos años pero quiere repetir.
Queda claro a estas alturas que Noboa necesita golpes políticos mediáticos y nosotros ampliar y diversificar nuestras fuentes de información siempre que podamos.
jonathan.lomeli@informador.com.mx