Vivir con la ausencia
“No quisiera que llegue diciembre”, son las palabras de Rosalía cuando comienza a reconstruir el peor pasaje de su vida: el rapto de Chavita, su primer hijo, y a quien una mujer que se hizo pasar por enfermera le arrebató de los brazos en la Clínica 45 del IMSS hace casi 16 años.
El pasado miércoles, el robo de una pequeña en el Hospital General de Occidente, mejor conocido como “Zoquipan”, movilizó a las autoridades y a la sociedad jalisciense, Alerta Amber de por medio, y el caso tuvo una rápida respuesta: la localización con vida de la niña. Sin embargo, 16 años atrás las condiciones eran otras y Rosalía no corrió con la misma suerte.
Chavita llegó al mundo el 13 de diciembre de 2005 por la noche y su madre lo recibió a primera hora de la mañana del día siguiente, fue durante la ronda médica en donde identificó a la mujer que más tarde se llevaría a su hijo. Esa mujer llegó a la habitación al lado del pediatra y otras enfermeras; estuvo en la revisión, en la hora de visitas, donde el papá del bebé le pudo tomar una fotografía a escondidas, y continuó hasta que la madre se quedó sola, fue entonces cuando la supuesta enfermera le pidió al pequeño para darle leche en fórmula indicada por el especialista. Rosalía lo entregó con la confianza que se le puede tener al personal médico de la institución donde recibió a su hijo, pero no lo volvería a ver.
Minutos más tarde, cuando Rosalía solicitó que trajeran a su pequeño, comenzó el caos: el niño no estaba en el cunero y el personal no identificaba al elemento que se lo llevó. Negligencia.
Tardaron horas en cerrar la clínica para buscar al bebé en todos los rincones. Los interrogatorios y retratos hablados no sirvieron de nada. Las denuncias formales tampoco. Rosalía fue dada de alta con su vida vacía y una cartilla de vacunación en las manos.
La tenacidad como madre la llevó a tocar todas las puertas posibles: todas estuvieron cerradas. Todas. La del hospital que recibió a Chavita, pues en breve el personal de seguridad fue sustituido y jubilaron o reubicaron a médicos y enfermeras; la del entonces gobernador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña, quien estaba por salir de la escena local; la de la Procuraduría, entonces a cargo del recién llegado Salvador González de los Santos. No hubo respuestas ni responsables detenidos; no hubo reparación del daño. Nada.
Da escalofrío pensar que el caso de Chavita es un expediente perdido, en archivo muerto, un desaparecido más entre los 12 mil 080 menores que se contabilizan en el país desde 1995; que nuestro Estado se ubica en el cuarto lugar con más de 870 menores sustraídos o robados en el mismo periodo. Que hay cerca de 900 reportes de niños desaparecidos al año, que en las redes sociales circulan los rostros de pequeños ausentes que seguramente ya son adultos.
Rosalía ha caminado sola desde entonces, aferrándose a la imagen de un bebé de tan sólo 14 horas de nacido, ésa que tomó su padre a escondidas, y que la ha acompañando durante 16 años; sin embargo, el trabajo de un perito forense está por traer de regreso la esperanza con la imagen del cómo luciría Chavita a sus casi 16 años, para que las redes sociales y las autoridades pongan en marcha el mecanismo que no tuvo a su disposición cuando su bebé fue robado, porque es una deuda pendiente, porque ya no está sola, porque la realidad es otra, con nuevas herramientas, con redes sociales, con colectivos cerrando filas, porque Rosalía lo tiene claro: “Algún día (Chavita y yo) nos vamos a volver a reunir”.
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