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¡Vivan las diferencias!

A las mujeres de mi vida. A mi madre en su cumpleaños.

El 8 de marzo está señalado en los calendarios de muchos países en el mundo como Día de la Mujer. Quienes hemos acumulado décadas de juventud (ja, ja, ja) somos testigos de la profunda transformación de la sociedad en los últimos cincuenta años y de la relevancia cobrada por la mujer en todos los escenarios. Fue otra época. Las oportunidades formativas de la mujer eran pocas, se les preparaba para ser maestras, enfermeras o secretarias. Algunas ingresaban a la universidad. Sus objetivos de vida eran diferentes a los de la mujer contemporánea. Hoy, el número de alumnas en los centros de formación académica hacen mayoría. Su incorporación a la vida económica ha sido un factor determinante para detonar su nuevo rol. La mujer es piedra angular de la sociedad del futuro. La marcha del pasado miércoles era inimaginable hace algunos lustros. A pesar de las expresiones de violencia de algunas manifestantes, es muy recuperable la civilidad con que se condujeron la gran mayoría de quienes, en uso de su libertad, expresaron sus demandas, deseos y aspiraciones. Fue emocionante ver a madres e hijas, e incluso abuelas, caminar juntas.

Desde los años juveniles aprendí, en la Centenaria Escuela Normal de Jalisco y en la Facultad de Derecho de la Universidad de Guadalajara, que el género es un accidente, que hombres y mujeres somos complementarios. Nadie, con tres dedos de frente, podrá decir seriamente que los hombres son más inteligentes que las mujeres, que su tenacidad es mayor, que su tolerancia al dolor y su resistencia física son superiores o que uno está mejor calificado para amar que el otro. La naturaleza, madre y maestra, nos enseña que en las diferencias esta nuestra riqueza; somos y fuimos creados para sobrevivir como especie y para desarrollar nuestras capacidades, habilidades y destrezas, sumando los activos de cada uno en el crisol de la cultura, sin distinciones de género.

Cuando Sor Juana escribe sus “Redondillas”; la Corregidora conspira contra el régimen virreinal; Leona Vicario financia con recursos propios la causa de la Independencia, y “Adelitas” y “Valentinas”, fusil en mano, hacen la Revolución; cuando Frida Kahlo llena de color y dolor sus lienzos; Rosario Castellanos y Griselda Álvarez sueñan poesía; Alondra de la Parra dirige a la Sinfónica Nacional; Irene Robledo funda instituciones y, ahora, la ministra Norma Lucía Piña se convierte en el símbolo de la lucha por un México más democrático, lo hacen por su talento, capacidad profesional, virtudes personales y  compromiso social. Las personas trascienden por sus hechos.

Estamos viviendo una época sin precedente en la historia de la humanidad. Son tantos, tan rápidos y tan profundos los cambios que no atisbamos a imaginar cómo seremos en el futuro, cuánto viviremos, cuál nuestra morfología e incluso, nuestra cosmogonía. Lo que sí sabemos es que ese futuro debemos construirlo juntos, tomados de la mano y soñando en un mundo mejor. ¡Vivan las diferencias!  

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