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Violencia y crianza positiva

Hace unos días el concepto de Salud Mental estuvo dando vueltas en todas partes: la ansiedad y la depresión como síntomas latentes en la sociedad que llegan a paralizarla; sin embargo, es muy difícil observar cómo más allá de la violencia que vivimos y que nos obliga a abrir aún más los ojos en nuestro entorno se siguen presentando casos de brutalidad hacia los niños.

Me queda claro que además de cualquier fenómeno que se presente, de la falta de autocontrol o las historias personales que cada ser experimente a lo largo de su vida, nada justifica abusar brutalmente de un niño. Todos los días tomamos el café con las mañaneras y alguna historia que nos eriza la piel, los reportes locales en los que nos narran cuántos hallazgos y homicidios dolosos se suman a la lista, y esos números nos hacen calcular cualquier cantidad de factores; sin embargo, el caso que leí a principios de la semana anterior en el que una pareja golpeó a su hijo de tan sólo cinco años hasta que el pequeño quedó inconsciente y al llamar a los servicios de emergencia se confirmó el deceso del pequeño, me hizo pensar que algo está faltando entre las campañas que consumimos en las redes sociales o los medios de comunicación. 

Afortunadamente esos padres que cometieron parricidio ya están iniciando su proceso penal como corresponde. En la mayoría de los casos es así, pues se dan cuenta de la gravedad de la situación cuando es demasiado tarde y llaman al número de emergencia.

Las marchas -por el motivo que sean- ganan titulares, detractores y convocan adeptos, pero no recuerdo una marcha en contra de la violencia infantil. Como adultos elegimos nuestras batallas, los colores que queremos vestir a lo largo de nuestra historia, nos sumamos a campañas -hayamos sido o no parte de un fenómeno social-, y lo hacemos porque creemos en ello, y es que las marchas se activan desde la convicción de generar un cambio, de frenar un fenómeno o una estadística, y suelen hacerlo las víctimas o sus familiares para colocarlo bajo el reflector público, pero lamentablemente no hay quien salga y hable por esos niños abusados, maltratados o asesinados si los autores son los propios padres. Si es uno de ellos, en el mejor de los escenarios el otro desde la indignación toma acciones, pero cuando son ambos los responsables o hay complicidad entre ellos, y ha sucedido en al menos otros cuatro casos en el Estado en un lapso no mayor a seis meses, podemos pensar que algo grave sucede. ¿Quién visibiliza una realidad así?

El mismo día se sumó a la lista la persecución de una automovilista que arrolló a una mujer que llevaba consigo a su hija de cinco años y en el accidente lamentablemente murió la pequeña. Las autoridades de Tlajomulco, en un rastreo de imágenes, pudieron localizar a la responsable y vincularla a proceso, pero allá afuera hay una madre a la que le destrozaron la vida al arrebatarle a su hija en un momento de imprudencia. ¿Cómo se puede continuar con la ausencia? No imagino cómo. 

¿Será que podemos aspirar a una “crianza positiva”, como propone la UNICEF desde el año pasado, para fomentar una generación de niños emocionalmente estables y libres de violencia? Quiero pensar que sí, aunque se necesita mucho más que sus decálogos para la autorregulación emocional. Necesitamos un cambio de consciencia. Por lo pronto, hoy nos faltan dos niños que no alcanzaron a soñar lo suficiente.

puntociego@mail.com

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