Viernes Santo: Entre el Sufrimiento y el dolor
Hoy es el día en que especialmente evocamos las últimas horas de la vida de Jesús colmado de sufrimientos y dolores, tanto físicos como espirituales.
La meditación de este día nos lleva a considerar aquellas palabras tradicionales que nos recuerdan cómo “Él cargó con todos nuestros dolores para aliviar los nuestros”.
Y se nos dice también que “aceptó una muerte en extremo dolorosa, para que la nuestra fuera más llevadera”.
Cuando hablamos de sufrimiento y de dolor hay ocasiones que tendemos a darles idéntico significado, como si fueran sinónimos, o si se tratara de lo mismo.
No obstante, existe una diferencia muy grande entre estas dos palabras que frecuentemente nos amenazan, nos acorralan y que a menudo nos atrapan tanto en nuestro ser físico como en el ámbito espiritual.
Miremos una comparación que a simple vista podemos considerar: Un animal ha sido golpeado: le duele ciertamente, pero ¿sufre? Exactamente no lo sabemos porque no logra expresarlo o porque nuestros códigos de comunicación son sumamente diversos.
El sufrimiento de una persona puede darse incluso sin dolor físico, y sin alguna otra molestia corporal, en cambio puede haber un dolor en el cuerpo, sin que ello repercuta en sufrimiento espiritual.
El dolor y el sufrimiento de Jesús
El primer Viernes Santo, como lo relatan los Evangelio, fueron momentos de mucho dolor en la vida de nuestro Señor.
Pero su sufrimiento espiritual en su corazón había empezado ya desde antes, en aquellos momentos en que se sentía incomprendido.
En cambio, cuando Él nos dijo: “Yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo…” quiere decir que está con nosotros, y en cada uno, según las propias circunstancias.
En la actualidad continúa presente, porque la promesa de que su Espíritu estaría siempre con nosotros no caduca y está presente en todo momento en la vida de quien lo invoca; desde luego y sobre todo, en los momentos del mayor sufrimiento que cada uno tiene que afrontar.
Y si Cristo Jesús está presente siempre en y con cada uno de nosotros para ayudarnos y consolarnos, es indudable que también sufre por cada uno de nuestros desaires, pecados, desobediencias o faltas de amor…
Por eso cuando miramos la imagen del Cristo de la cruz, no podemos quedarnos únicamente en la consideración del dolor físico que sufrió hace mucho tiempo, sino que, mirando más lejos y profundizando más en su sufrimiento, podemos afirmar que sufre hoy también con los que sufren, con los que ven morir a sus seres queridos, con los que tienen hambre y padecen injusticias, con quienes se sienten solos o abandonados; con aquellos que lloran y no hay quien los consuele… y sin duda también Jesucristo está cerca de quienes sufren dolores físicos y enfermedades incurables.
El sufrimiento y el dolor de toda la humanidad, repercute en el sufrimiento de Cristo Jesús, aunque Él ya no pueda sufrir dolor.
Y nosotros, que también sufrimos, a veces por nimiedades, también podemos encontrar consuelo en la cercanía que cada uno buscamos a Él.
Pidamos que desde hoy sepamos encontrar sentido a los avatares que la vida nos presenta… Pidamos que Dios alivie el dolor se quienes sufren físicamente algún mal corporal; y que consuele a cada uno en el sufrimiento espiritual que a veces nos es inevitable al transitar por este mundo.
Pidamos también a Dios que nuestros sufrimientos y dolores, unidos a Jesucristo nuestro Señor, sean también provechosos para la salvación que Él nos conquistó para nosotros.