¿Venta de candidaturas?
Para la mayoría de los ciudadanos constituye un misterio el modo por el cual se puede lograr una candidatura en el sinuoso mundo de los partidos políticos. Se habla de que existen procesos internos, avalados y respaldados por estatutos, y que de acuerdo a ellos se elige a los candidatos. Cabe pensar que en esos instrumentos la preocupación es proponer candidatos capaces e íntegros, aunque en ocasiones parece que más bien las candidaturas son un recurso de múltiples manejos, que con frecuencia se postula a quién puede ganar por más que no sepa gobernar, o a quién sepa ambas cosas, aún si tiene antecedentes penales, públicos u ocultos.
En reciente número, la conocida revista Proceso analiza el fracaso de los candidatos del partido Morena en Jalisco, particularmente en lo que mira a los municipios de Guadalajara y Zapopan, los dos más importantes del estado, atribuyéndolo, en parte, al debate entre dirigencia nacional y dirigencia estatal, sin mencionar la encarnizada lucha que se dio entre quienes ya eran candidatos para bloquearse mutuamente, dicho de otro modo, con tal de que tú no ganes, aunque yo también pierda. En el fondo el problema fue justamente el reparto de candidaturas con base a no sabemos qué criterios, pero muy comúnmente dejando de lado lo que marcan los estatutos al respecto, y hasta el mismo sentido común.
Algo semejante estuvo a punto de sucederle a Movimiento Ciudadano cuando inicialmente se empeñó en promover la reelección del alcalde tapatío, aunque un real sentido de la política indicara lo contrario. Nuevamente asunto de analizar los criterios, motivaciones, intereses o cálculos, con base a los cuales los partidos otorgan candidaturas. Tampoco es que sepamos de qué tanta libertad y autonomía goza un partido frente a un presidente o un gobernador que emergió de entre sus filas, ignoramos en ese caso, si las candidaturas las otorga el gobierno en turno y no su partido, y si eso es legal, o si siendo ilegal, el INE lo tolera y acaba haciendo como que no ve. Todo forma parte de nuestro primitivismo democrático, y de esa inercia permeante y avasalladora de la corrupción, cuya trama es tan tupida que, hasta el más honesto, si se descuida, acaba siendo parte del sistema.
Esto nos lleva a preguntarnos siempre, estos diputados, estos alcaldes, gobernador, senadores, o presidente, ¿cómo le hicieron para obtener la candidatura que les ha dado el cargo?, ¿fue por medios transparentes y válidos, o fue por tráfico de influencias, oferta de votos, amenazas, promesas dadas a grupos de poder, o por simples y vulgares aportaciones en especie o en efectivo?, ¿qué respeto puede merecer quien de ese modo llega a un cargo público?
Si nos pusiéramos a investigar a fondo el tema, seguramente resultarían datos del mayor interés. Para seguir construyendo la democracia se requiere acotar cada vez más los espacios que en los mismos partidos siguen siendo los recovecos de los acuerdos inconfesables, de las artimañas y la compraventa de candidaturas a personas y grupos de toda índole.
El tema tampoco escapó al análisis de la revista arriba citada, poniendo en grave predicamento al partido Movimiento Ciudadano, que por otra parte no hace otra cosa que seguir en esto la escuela del PRI. Si las candidaturas otorgadas se tasan en votos ofrecidos o en apoyos económicos, seguimos hundidos en la corrupción.
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